domingo, 9 de abril de 2017

"El precio de la libertad"

    El frío está llegando de a poquito, ya con algunas gotas y bastantes nubes, pero todavía tenemos días de sol esplendorosos, brisa fresca y agradables tardes en las que los niños llenan las plazas para jugar y compartir, los perros dormitan al calor en el pasto y las ventanas se abren en los edificios para que la temperatura agradable invada los cuartos... El otoño es así, parecido con la primavera: días de nubes, de sol, de frío y calor, de hojas secas y flores abriendose, de chaquetas y camisetas, botas y zapatillas... Nada se sabe hasta que el sol empieza a aparecer detrás de la cordillera, porque ahora estamos empezando a salir de la cama cuando aún está obscuro, entonces el clima del día es siempre una sorpresa, porque ni siempre los meteorólogos aciertan...
    Y aprovechando que hoy el sol fue buenito y decidió brillar y entibiarnos los pies y el alma, aquí va la crónica de hoy.


    Sí, una de las actitudes más "divertidas" y contradictorias, desconcertantes, que el ser humano tiene es la de cobrarse un precio de dolor por la libertad... que ya posee. Y que por los más diversos motivos, se niega a asumir y disfrutar. Irónicamente, ser libre es todo lo que desea -libre de cobranzas, presiones, culpas, resentimientos, fracasos...- pero cada vez que se le presenta la ocasión de serlo, parece que se convence de no se la merece y en vez de abrazarla, prefiere castigarse por obtenerla. ¿Por qué?... ¿Porque hay demasiados que no la tienen? ¿Porque piensa que no ha hecho nada para merecerla? ¿Porque tiene certeza de que no va a conseguir administrarla? ¿Porque alguien va a venir y se la va a arrebatar?... Razones hay miles, de las más banales hasta las más descabelladas, pero todas valen para no permitirse esta ansiada libertad.
    A veces, cuando paso por la Plaza de la Constitución, que queda frente a La Moneda y es uno de los grandes puntos turísticos de Santiago, o algún otro lugar donde hay turistas, y veo a estos grupos de personas -casi siempre extranjeros, junto con algunos chilenos de otras regiones- sacándose fotos, recorriendo los lugares patrimoniales atrás de un guía, me doy cuenta de que, en su mayoría, son de la tercera edad. Usan bastones, muletas, caminan despacio, sentándose para descansar, y a pesar de todo esto, se ven felices, encantados, relajados y LIBRES. Ellos están disfrutando esta libertad, que se han ganado -así como todos nosotros- sin miedos ni impedimentos por sus achaques. Tal vez son diabeticos, cardíacos, tienen problemas en los huesos, se cansan y todo eso, pero no se muestran amedrentados ni amilanados por ello. Están allí, en cuerpo y alma, disfrutando, riendo, conversando, guardando buenos recuerdos, compartiendo la experiencia.
    Envidio cómo aprovechan sin recelo, culpas ni cobranzas esta merecida libertad y descanso... Es ahí donde todos debemos llegar.

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