sábado, 9 de maio de 2015

"Otro paso"

    Ya estoy preparando una nueva selección de cuentos cortos, entonces prepárense porque es casi cierto que el próximo fin de semana tendrán más para leer. Parece que ahora que paso más tiempo sola en el apé tengo más tiempo para escribir, pero en realidad no es bien así, porque continúo haciendo las mismas cosas que hacía cuando mi hija trabajaba sólo los fines de semana... ¿Tal vez demoro menos para hacer el almuerzo, lavar la loza u ordenar?... No lo sé, pero la sensación es que realmente me sobra más tiempo para hacer más cosas, entonces pretendo aprovecharlo no sólo escribiendo, sino también paseando y observando todo y a todos, como me gusta. Y eso es muy bueno porque se vuelve material precioso para estas crónicas y los cuentos, entonces...
    Y con esta perspectiva animadora, me siento para escribir la crónica de esta semana. Espero que la disfruten... Y que empiecen a moverse.


    He llegado a la conclusión de que hacer ejercicio hace bien no sólo para el cuerpo, sino también para la mente y el espíritu. Trotar requiere un esfuerzo continuado -como cualquier otro ejercicio- ritmo y persistencia, control de la respiración, postura correcta, ropa y zapatillas adecuadas, hidratación, elongación. El inicio es tan importante como el final, así como la cantidad de tiempo y desgaste que tenemos. Definitivamente, prueba nuestra resistencia. Y es aquí que entra -aunque parezca extraño- la parte espiritual.
    Yo troto más o menos entre media hora y cuarenta y cinco minutos todos los días -menos fin de semana- en una gran plaza frete al palacio de gobierno, que queda cerca de casa. Cuando empiezo estoy llena de  energía, me siento leve y ágil, rápida, el cuerpo despierto y desbordando fuerza. Después de unos 15 minutos, ya estoy sudando y jadeante, los músculos están tensos, el cuerpo se siente un poco más pesado y los pesos se hacen más lentos, sin que nos demos cuenta... A la media hora ya estoy considerando dar una paradita, reducir el ritmo, y los bancos de madera empiezan a guiñarme un ojo. Parezco estar llegando al límite de mi resistencia y pienso que no podré continuar... Entonces, miro hacia el final de la cuadra y pienso: "Sólo un poco más, no estoy tan lejos"... Y haciendo un esfuerzo consciente, doy otro paso... Y de pronto es como si hubiera cruzado alguna clase de umbral, de frontera, como si hubiera quebrado algún límite y, súbitamente, todo mi cansancio desaparece y puedo trotar hasta una hora más. Las piernas dejan de dolerme, la respiración se vuelve rítmica y controlada, el corazón sosiega, en armonía con este nuevo estado.
    Retomo el ejercicio con ánimo renovado, tranquila, y reflexiono: es así también para todo en la vida. Siempre hay quedar otro paso atravesar una frontera, hacer el movimiento siguiente de forma consciente y decidida. Estamos constantemente enfrentados al cansancio, al desánimo, a la frustración, la auto compasión. Y es ahí que pensamos que seremos vencidos, que no conseguiremos continuar, que es mejor desistir. Pero es justamente en ese instante que tenemos que respirar hondo, erguir el cuerpo -y el espíritu- y dar ese próximo paso, porque después de ese, nada nos detendrá y con certeza llegaremos mucho más lejos de lo que esperábamos

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