sábado, 3 de janeiro de 2015

"¿Por qué escribimos?"

    ¡Y finalmente llegó el verano!... Sé que va a sonar ridículo, pero estoy convencida de que fue mi hijo quien lo trajo, porque el día que se bajó de ese avión parece que las nubes y el frío decidieron empezar sus vacaciones y desde entonces el sol y el calor reinan, soberanos. Ahora sí que las chombas y los calcetines se fueron a descansar al fondo del closet y vamos a poder darnos una escapadita a la piscina y broncearnos para dejar de parecer pantrucas. Los amaneceres son espléndidos y los atardeceres pura poesía, entonces, ¿quién no se siente inspirado?...
   Y aprovechando esto, aquí va la de la semana:


    ¿Por qué escribimos? ¿Por qué tenemos esa necesidad de plasmar en un papel lo que sentimos, lo que vivenciamos, lo que pensamos y soñamos? ¿Por qué narramos lo que vemos? ¿Por qué analizamos lo que sucede en el mundo que nos rodea y a sus personajes?... Walt Disney decía que los "cuentacuentos" -los escritores- lo hacemos para corregir la realidad, para acertar de alguna forma -ni que sea en nuestra imaginación- lo que está errado en nuestra vida, y yo concuerdo con él. Escribir puede ser una verdadera y curativa catarsis. Pero también pienso que escribimos para perpetuarnos, para lanzar cuerdas que nos aten a los demás, para cuestionarnos y buscar las respuestas que necesitamos para seguir adelante. Hay los que escriben para exorcizar sus fantasmas y demonios, algunos lo hacen para avisarle al mundo sobre algunas experiencias -buenas y malas- otros para seducirlo, para entrar en sus vidas, para recibir su aprobación y cariño. Escribimos para mostrarnos, para ser alguien, para mantener un tipo de diálogo, de intimidad en tercera persona. La necesidad de comunicarnos es vital, y si no conseguimos escribir, con certeza encontraremos algún otro medio para expresarnos. ¡Hasta rayamos las paredes con esta intención!...
    Todos, en alguna época de nuestra vida -y sobre todo las mujeres- llevamos un diario, creamos un amigo en las hojas de un cuaderno (hoy en la tela de un computador) y nos entregamos a él por completo. ¡Y qué buena era la sensación de tener a este amigo incondicional! Nada nos cobraba, no nos juzgaba ni condenaba y aguantaba firme todos nuestros procesos, cambios y explosiones... Pena que cuando nos volvemos adultos pasamos a pensar que escribir sobre nosotros mismos y nuestras experiencias y sentimientos no  vale más la pena, es ingenuo, inútil. No tenemos más tiempo ni paciencia para sentarnos y mirarnos sin máscaras, para meditar sobre lo que vemos, para viajar un poco o ser absolutamente sinceros.
    Escribir es como un ciclo: viene el estímulo de afuera, penetra en nosotros y nos provoca una reacción, una reflexión, algún tipo de consecuencia, y esto vuelve al exterior transformado en palabras escritas. Puede ser fantaseado o completamente real, pero allí estamos nosotros con nuestra experiencia y sus conclusiones .Es como una especie de terapia (por lo menos para mí funciona así) tanto que se usa en tratamientos psicológicos. Porque lo que no conseguimos decir en voz alta, normalmente somos capaces de escribirlo.
    Escribimos, entonces, porque siempre, de una forma u otra, nuestra verdad yace en cada palabra . Y dejamos de hacerlo porque tenemos miedo de esto.

Nenhum comentário:

Postar um comentário