sábado, 17 de maio de 2014

"Espejos"

    Cuando uno se va poniendo viejo le pasan cosas bien interesantes, a veces asustadoras,  veces reveladoras, pero es una experiencia que vale la pena, a pesar del trabajo que da acostumbrarse y aceptar los cambios, ¡sobre todo cuando uno tiene la clarísima sensación de que todavía tiene 25 años!... Creo que el secreto es adaptarse, tomárselo con calma y continuar disfrutando todo lo que la vida ofrece, porque ella siempre, siempre tiene algo que regalarnos o enseñarnos, no importa cuantos años tenemos.
    Y así, esta casi-viejita, se sienta aquí para compartir otra crónica, bien abrigada, porque está nublado y muy frío hoy, y espera que la disfruten, porque este es uno de los regalos que la vida me está dando en este período: escribir y compartir.



    A veces me miro al espejo y me llevo un tremendo susto: ¡Puchas que me veo vieja!... Me acerco un poco, reticente, y me asusto más todavía... ¿De dónde salieron todas esas arrugas y esas marcas? ¿Cuándo fue que la piel se me puso tan fláccida? ¿Dónde están mis facciones originales, los párpados erguidos y los contornos definidos? A pesar de hacer ejercicio todos los días mis músculos parecen haberse desvanecido y parezco una gelatina con grumos ambulante. ¡Mis senos, entonces, parece que amamantaron a la población mundial de tan caídos!... Dios mío, la vejez as algo realmente denigrante y chocante físicamente, sobre todo cuando uno tiene la certeza emocional de estar todavía con 20 o 30 años. Es una verdadera bofetada en la moral, un insulto al corazón que palpita y sueña como si tuviera todo el tiempo del mundo, un balde de agua fría para los planes y las intenciones de producir y disfrutar la vida. Porque uno sabe que esas señales externas significan la llegada de la decrepitud, de la limitación, de la fragilidad y la dependencia. La imagen en el espejo me avisa que la muerte se aproxima y que no voy a conseguir escapar de ella. Me recuerda que el tiempo pasó y que no para por nada ni por nadie, que ahora parece que corre más de prisa y que tengo menos chances...
    Y es justamente por eso que no puedo quedarme observándola y siendo tomada por el miedo y el desánimo. Tuve una buena vida -y todavía la tengo- y no pretendo echármela a perder ahora dejándome llevar por el derrotismo y el prejuicio. ¿Es menos tiempo? ¿El cuerpo está más pesado, más lento, más torpe? ¿No puede ser como antes? Bueno, entonces tiene que ser como se pueda, de la mejor forma, adaptándose, entregándose al proceso sin rabia ni tristeza, mas con generosidad  gratitud, sacándole el jugo al conchito que nos queda, siempre en la lucha para ser feliz.
    Creo que de ahora en adelante voy a preferir mirarme al espejo de mi alma, pues él me devuelve una imagen que rebasa mi cuerpo decadente y me hace creer que llegaré digna y productivamente al final. Y saber esto es todo lo que necesito para continuar y ser feliz.

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