sábado, 22 de fevereiro de 2014

"Actitud equivocada"

    Hoy el día está demasiado lindo como para tener pensamientos sombríos. Mis perritas están echadas debajo de la mesa, roncando después de su baño, hay una brisa fresca que entra por la ventana y yo estoy aquí, escuchando a Los Carpenters -¡eso sí que es antiguo! Pero bueno- entonces sólo puedo sentirme feliz y relajada, inspirada... Digo todo esto porque la crónica de hoy es sobre algo medio dramático, pero no tiene nada que ver con mi estado de ánimo. Es que de repente se me ocurrió que debe haber mucha gente por ahí pensando ese tipo de cosa o sintiéndose deprimida porque está poniéndose vieja y medio achacosa, entonces decidí escribir sobre ello. En realidad, ya tuve ese tipo de pensamiento y medié bastante sobre el tema, lo que me trajo buenos frutos. No digo que todavía no me asalten esas ideas de vez en cuando, creo que es normal, pero como ya me senté y lo trabajé dentro de mí, me siento preparada para descubrirles -y quién sabe ayudarlos- e no sentirse tan mal con este negocio de la llegada de la edad... Espero que no les parezca arrogante, pero es que sé que uno pasa momentos difíciles con el tema. Entonces, aquí va:


    Realmente, no es nada fácil enfrentarse a la vejez y a la muerte, a las visiones de fragilidad y dependencia, de enfermedad o discapacidad que a veces se nos aparecen en la mente, sobre todo cuando nos encontramos con personas de más edad que nos recuerdan nuestro inminente futuro. Es casi imposible nao decirse, con un trago de miedo y angustia: "Es para allá que voy", y tener la cereza de que, no importa cuánto queramos continuar viviendo y haciendo cosas junto con aquellos que amamos, e día en que todo se acabará va a llegar ineludiblemente. Nos vamos a morir, sí. Vamos a abandonar este cuerpo de una forma o de otra -y uno siempre reza para que esto suceda de la forma menos sufrida y más rápida posible porque tal vez, en realidad, lo que nos aterra no es la muerte en sí, sino la forma de morir- vamos a dejar todo lo que tenemos, vamos a quedarnos sin nuestros seres queridos, y, a pesar de toda nuestra fe, no sabemos ni conseguimos imaginar lo que nos aguarda después... No es agradable ni lisonjero, pero no podemos hacer nada al respecto.
    Y cuando me pillo sumergida en este tipo de consideraciones poco animadoras me pregunto por qué, cuando uno es joven, ni se le pasan estos pensamientos por la cabeza. Y no es que no exista la posibilidad de morir en esa época -porque un auto puede atropellarte o puedes caerte de la escalera en cualquier momento- pero uno como que la considera tan lejana e irreal que vive como si fuera eterno, como si el tiempo no fuera a pasar como si nada en nuestros cuerpos y mentes fuese a cambiar. Se vive lleno de planes y esperanzas, se sueña, se lucha, se mantiene en constante y creativo movimiento... ¿Entonces, qué es lo que cambia? ¿Por qué se empiezan a tener pensamientos de muerte cuando se empieza a envejecer? ¿Por qué no se puede continuar teniendo pensamientos y visiones de vida si la posibilidad de muerte es la misma que cuando éramos jóvenes? Si el fin es inevitable e idéntico para todos, ya sea al principio, al medio o al final de nuestras existencias, ¿entonces por qué la realidad de la muerte nos asalta y nos preocupa tanto cuando estamos viejos?... ¿Será esta una actitud equivocada y, a pesar de la decadencia y la fragilidad que nos acosan, debemos continuar con aquella misma certeza y tranquilidad de nuestra juventud? ¿Deberíamos continuar actuando como si todavía tuviéramos toda una vida por delante? ¿Será que se trata tan solamente de adaptarse a nuevas condiciones físicas? Quizás las limitaciones que nos van siendo impuestas por la decadencia biológica tengan algún otro motivo específico fuera el de anunciarnos que el fin se aproxima. A lo mejor no tenemos que marcharnos enfermos y alienados,, sino lúcidos y realizados. ¿Sería esa la muerte perfecta? Si trabajáramos en eso ¿ llegaría el momento en que entenderíamos que cumplimos nuestra misión y, sencillamente, nos dormiríamos serenamente para continuar otra existencia en aquel misterioso paraíso prometido?... A veces pienso que estamos entendiendo este negocio de la vejez y la muerte todo errado, pero también creo que vamos a llevar unas cuantas miles de generaciones para darnos cuenta de ello y empezar a quebrar las creencias y tabúes, para deshacer los mitos y miedos que hemos construido alrededor del envejecimiento y la muerte y así empezar a entenderla en su verdadera dimensión, que nada tiene que ver con decrepitud, sufrimiento, dependencia o abandono. Tal vez los ancianos no deberían decaer, mas alcanzar su plenitud con el pasar del tiempo y abandonar esta vida tranquilos y lúcidos, habiendo cumplido sus destinos. ¿Pero, entonces, qué es lo que estamos haciendo errado?

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