Otro fin de semana soleado, con un amanecer de película (ya le saqué una foto), espacio, inspiración, música ambiente, tranquilidad, las perritas tendidas en la sala roncando y yo sentada aquí, escribiendo mientras las verduras de cuecen en la cocina.... Definitivamente, va a ser un excelente fin de semana... ¡Y mañana hay cuento nuevo, entonces no se lo pierdan!.
Y aquí va la de la semana:
Cuando estábamos viviendo en el otro condominio yo iba a hacer ejercicio en el gimnasio que quedaba en la azotea y mientras trotaba al ritmo del tráfico y los pitos y ronroneos de las grúas a mi alrededor, disfrutaba la vista magnífica de la cordillera y el mar de edificios, algunos de ellos en construcción... Paneles, ascensores, , andamios, cabos de acero, grúas, placas de vulcanita, cemento, vigas... Y aquellos hombres allá encima, paseando, conversando y trabajando sobre un abismo de diez, quince, veinte pisos, compartiendo el cielo con las palomas y os helicópteros, con el viento frío y la neblina. Acróbatas de casco y chaleco naranja desafiando a la muerte... Yo paraba un poco y me quedaba observándolos allá lejos, puntidos coloridos en las azoteas y andamios, entre las paredes a medio construir. Escalaban todos los días para construir la casa de os otros. Pero, ¿y ellos? ¿Dónde vivían? ¿Les costaba descender al suelo al final de cada jornada para regresar a sus casas de un piso? ¿Qué vislumbraban de allá encima? ¿Se sentían dioses valientes y poderosos? ¿O sabían que tan sólo soñaban y que su hogar era en el suelo, junto a los demás mortales? ¿Se creían pájaros por algunas horas? ¿Huían de sus problemas allá arriba? ¿Se olvidaban de ellos?... ¿Quiénes eran esos hombres en las alturas?...
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