domingo, 9 de fevereiro de 2014

"Para los escritores"

    Estos días ando como breve, más concisa en mis observaciones... Es que son tantas cosas para ver y sobre las cuales reflexionar y aprender, tantas emociones y desafíos que experimentar, que a veces casi no dá tiempo de sentarse a escribir calmadamente. Por eso tal vez pueda me repetir sobre algún tema, pero esto será porque tuve más tiempo para desarrollar mis observaciones y conclusiones... Bueno, la verdad es que nunca se termina de aprender sobre algo, entonces... A veces la prisa se debe al deseo de no perder aquella inspiración, entonces hay que darse prisa para trabajar en ella antes de que se esfume. Y quedarse sólo haciendo apuntes para desarrollaros después definitivamente no funciona, porque a uno se le pasa el tiempo y acaba por olvidar que significaban las pocas palabras que anotó en la hoja de papel.
    Este texto de hoy va dedicado especialmente a los escritores, famosos o no, para que perciban que las historias están ahí mismo, delante de sus narices, y que no necesitan nada extra para percibirlas y escribirlas.


    He llegado a la conclusión de que, definitivamente, todo puede contar una historia. Basta mirar, imaginar, analizar, reflexionar y sacar conclusiones. Basta empatizar, acompañar por un momento. En los bares y tiendas, en as ferias y oficinas, en las escuelas, calles y parques, allá arriba, aquí abajo, inclusive en el suelo, siempre existe una historia. En las distintas expresiones de un rostro (¡y uno se cruza con tantos en un solo día!) podemos adivinar un episodio, un estado de ánimo, un dilema que nos abre las puertas hacia un relato. Siempre hay algo que contar, grande o pequeño, breve o largo, divertido, trágico... Pero hay que mirar, hay que encontrar las pistas, es necesario ponerse en el lugar del otro, penetrar en su mundo. Todo puede ser una posibilidad si sabemos interpretar. Podemos crear la historia, o entonces continuarla, darle un final, quitarle o ponerle personajes, construir escenarios, darles tiempo y palabras. Podemos inventarla o ser fieles a la verdad. Puede ser todo creado encima de una mirada, de un gesto o algunas frases, pero al final, si supimos observar y analizar, con certeza habremos colocado algunos pedazos de verdad en nuestro relato, inclusive de la nuestra... Y esa es la magia, el don de un escritor.

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