domingo, 3 de novembro de 2013

"La culpa no es del cerdo, sino del que le dá el afrecho"

    Este título me salió medio largo, pero se me ocurrió que si le ponía solamente "la culpa no es del cerdo...", había gente de otros países que no iba a entender, ya que este dicho es típicamente chileno, entonces intenté "internancionalizarlo" para que no se perdiera el significado. Pero supongo que al leer la crónica, van a entender de qué se trata. He visto muchos así, y dicho sea de paso, esto empieza a parecer una moda que, espero, no cunda, porque el futuro se volvería desastroso con ese tipo de gente andando por ahí y contaminándolo todo. Al mismo tiempo, es un alerta para los padres que, por una razón u otra, crían hijos así. A veces hay que parar y ver qué es lo que se está haciendo y por qué, pues podemos olvidarnos de nuestros hijos por preocuparnos demasiado de nuestros propios conflictos. Estas dos cosas tienen que estar separadas cuando se trata de la educación de los hijos. Nadie está exento de problemas personales, pero tenemos que tener claridad suficiente como para no permitir que éstos echen a perder el futuro de nuestros hijos.
    Como ven, hoy estoy totalmente comprometida con la causa de la educación y el futuro, pero es que realmente me preocupa ver a tantos jóvenes víctimas de actitudes negativas y hasta autodestructivas por causa de una educación deficiente donde el ejemplo de los padres, en vez de ayudar, apoyar, guiar y contener, sólo trauma, aleja, deprime y amarga. Creo que nuestros hijos, que van a comandar el futuro de este país, del mundo, no merecen esto.
 
 
    El muchacho tiene una mirada  entre triste, enojada y desilusionada, de profundo y asustador hastío, de un desprecio tan profundo que parece rodearlo como un aura densa y turbulenta. Despeinado y barbudo, vestido como un mendigo, cargando una mochila hedionda a mil orinas, sudores y restos de comida, usualmente no se sientas en las sillas o sofás, sino en el suelo, tal vez como un silencioso y tácito protesto contra la sociedad hipócrita y consumista en la que está obligado a vivir, o entonces, porque en el fondo, piensa que es allí donde merece sentarse. Sus gestos son desmañados, lentos, siempre medio cansados, indefinidos. Su voz es una especie de lamento que a veces se alza como un ladrido, un sonido ronco, rebelde, ahogado por una impotencia que no consigue expresar y mucho menos aliviar. Su hablar es llorón, irritado, sembrado de palabrones; siempre se refiere a los otros o a los acontecimientos con desdén y una obscura rabia que no se sabe de dónde viene. Observa al mundo desde una suerte de pedestal-prisión que le da la ilusión de que está encima de todo, de que, mismo en su miseria espiritual, es mejor que los demás, a despecho de su negatividad e improductividad... Porque nada hace a no ser criticar, insultar, desdeñar. No aprende, no enseña, no se conmueve con nada. Reclama dinero, pero no trabaja para ganarlo, a pesar de estar en edad de hacerlo. Trata mal al mundo -inclusive a sus padres- porque siente que el mundo lo ha tratado mal y tiene que vengarse de alguna forma. Todo es injusto para él, la roba la iniciativa, los problemas le caen encima como aludes que no consigue esquivar y lo dejan paralizado, sin salidas, sin apoyo... Siente que no tiene salvación, pero quiere llevarse al resto del mundo con él en su  empresa suicida, porque el éxito y la felicidad de los demás le parece ingenuo, inútil, sin valor, una manifestación capitalista, efémero e inalcanzable. No percibe sus talentos, desperdicia las oportunidades, no tiene fe, iniciativa, gratitud. Para él, todo está terminado aún antes de comenzar, porque nada vale realmente la pena...
    Yo lo contemplo en silencio, con el corazón apesadumbrado, y me pregunto de dónde viene todo eso, por qué sus experiencias son tan negativas siendo aún tan joven, por qué tiene esa visión derrotista y lúgubre del mundo que mal conoce y de las personas; por qué no quiere luchar, crecer, salir adelante, ser feliz...Entonces desvío la mirada hacia las personas que están sentadas a su lado: sus padres. Y tengo la respuesta.

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