sexta-feira, 30 de setembro de 2011

"Derrotados o arrepentidos?"

Bueno, después de haber pasado la mañana entera recorriendo todas (las cuatro) zapaterías de esta ciudad atrás de un par de sandalias -que necesito con urgencia, porque andar todo el tiempo de salto alto está acabando con mis piés-  de casi enloquecer a las vendedoras llevando y trayendo cajas y más cajas sin que nada me convenciera o me quedara bien y de por poco no morir derretida bajo este sol calcinante, aqui estoy, finalmente en mi casa, más repuesta después de un almuerzo leve en el restaurante del mall (es verdad, en este agujero también tenemos un shopping!  Hasta tiene dos pisos!) y de una breve siesta, ya me siento un poco más inspirada y animada para cumplir con mi ritual semanal. Las dos perritas están desparramadas sobre mi cama todavía, disfrutando el aire más o menos fresco del ventilador en el techo... Puchas, si estamos soportando un calor de 37 grados en el início de la primavera, qué nos espera en el verano? Tiemblo sólo de pensar que voy a tener que salir a trabajar en Diciembre o Febrero!... Claro que podríamos pasarnos los meses de calor encerradas en la casa con el aire acondicionado prendido, pero créo que no sería muy práctico... Si de Chile detesto los temblores, de Brasil odio, entre otras cosas pero más que nada, el calor, que no me afecta tan solamente a mí que soy extranjera, sino también a los brasileros. Simplemente, nadie lo aguanta!... Bueno, esto prueba que nada es absolutamente perfecto en esta vida, no es verdad?... A no ser nuestro viaje a Chile, claro. Eso sí fué perfectamente perfecto! rsrsrsrsrs
    Bueno, y antes de que termine de derretirme o que mi inspiración perezca ahogada en mi propio sudor, aqui vá la crónica:

    "Es preferible vivir derrotado que arrepentido": sábia frase dicha por el patético protagonista de una serie que ni es una de mis preferidas, pero que en aquella tarde perezosa me pescó desprevenida. El tipo -un fracasado congénito, según sus amigos, pero siempre lleno de optimismo- es de esos que siempre están tratando de hacer las cosas más bizarras de las maneras más absurdas, lo que significa que nunca le resultan, fato que ni por un segundo lo hace pensar en desistir de sus planes. Todos se ríen de él y lo hacen pasar todo tipo de embarazos por cuenta de su ingenuidad, pero él no se amedrenta y persiste en sus proyectos, mismo contra todas las señales de fiasco que parpadéan bien delante de su nariz... El resultado de todas estas confusiones y desencuentros son lecciones extremadamente originales y positivas, mostrando que, a veces -o muchas de ellas- las derrotas no son tales, sino pequeñas y poco ortodoxas victorias capaces de transformar la vida. Porque, realmente, es mejor arrepentirse por haberlo intentado -mismo fracasando- que quedarse con la duda paralisadora sobre lo que habría sucedido si no hubiésemos desistido... Hay que arriesgarse, a pesar del miedo, de las dudas, mismo contra los pesimistas y todas las dificultades que créan, porque nada es fácil así, todo tiene su precio, sin embargo, depende de nuestra actitud y nuestra persistencia si vamos a pagar más caro o más barato por el éxito. Hay que luchar, lanzarse, creér, buscar salidas, abrir puertas, cuestionar; hay que tener coraje para cambiar si es necesario, para reinventarse, para quebrar y reconstruir los  moldes viejos y viciados. Hay que tener la visión, la fuerza, la creatividad, la fuerza de voluntad para embreñarse por los nuevos caminos y tratar de vencer a los enemigos (empezando por nosotros mismos) porque es preferible ser derrotado en batalla que perder sin haber movido un dedo para ganar. De este tipo de fracaso siempre podremos sacar una lección, pues nos envolvimos, creímos de corazón, hicimos al universo caminar a nuestro lado y mover sus fuerzas a nuestro favor, entonces, nada de amargo o triste tendrá la derrota, porque tendremos medido lealmente nuestras fuerzas, nuestro valor, nuestra fé...
    Podremos ser derrotados una, diez, cien, mil veces a lo largo de nuestra existencia, sin embargo, nuestro consuelo será saber que no tenemos de qué arrepentirnos porque hicimos todo lo que podíamos y aprendimos la lección. Las derrotas pueden, muchas veces, traernos no tristeza o frustración, sino sabiduría, madurez, sagacidad, iluminación.

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