terça-feira, 26 de abril de 2011

Agonía, muerte y resurrección

Finalmente el maratón de presentaciones acabó y créo que puedo sentirme bien contenta com el resultado. Mi jefe continúa con esa sonrisona de oreja a oreja y yo estoy super orgullosa de mis alumnos, que hicieron un trabajo estupendo, a pesar de haber sido bien sacrificado y cansador. Con toda justicia ganamos cuatro días completitos de decanso (que yo planeé pasar escribiendo, pero para variar, no me resultó mucho) y el lunes ya estábamos listos para todo, revigorizados, inspirados y muy animados. La primera presentación del musical em Mayo fué cancelada, pero confieso que no me dejó nada triste porque, en realidad, voy a necesitar todo el tiempo posible para dar cuenta de las cuatro piezas - y de todo lo que ellas implican. Dónde esá mi ayudante????- que vamos a presentar en el medio del año, entonces, el cancelamiento es un dolor de cabeza menos en mi agenda.
Y vamos a la crónica de esta semana. Me parece que les quedé debiendo una de la semana de presentaciones. Vamos a ver si me sobra un tiempecito para postarla, ok?


    Agonía, muerte y  resurrección... Quién ya no pasó por estas tres etapas una, diez, cien veces a lo largo de su vida? Y quién ya no se sintió castigado, resentido, abandonado, aplastado por el dolor y la soledad, olvidado por la compasión y la solidariedad del mundo? Quién no pensó que no iría a soportarlo, que no sería capaz de reerguerse, de continuar, de volver a sentir, a entregarse, a creér?... En algún momento a lo largo de nuestro camino todos cargamos nuestra cruz y, bien o mal, soportamos su peso, callados o maldiciendo, con fé o amargura, solos o con alguien a nuestro lado, que carga una parte del peso, ofreciendonos así un poco de alivio... Siempre estamos lamentándonos por nuestras desgracias, capricho de santos, ángeles o hasta del propio Dios, que a veces parece jugar con nuestros planes y sentimientos. Por qué tanto dolor?, nos preguntamos, desconcertados, y no conseguimos encontrar una respuesta que nos reconforte y nos haga aceptar las durezas de la vida con serenidad y optimismo... Entonces, yo me pregunto: será que ya paramos, después de haber atravesado una de aquellas via-crucis personales, y nos dimos cuenta de lo que nos sucedió durante este proceso? Será que, después de la tempestad, nos miramos al espejo y percibimos cuánto mudamos? Será que nos dimos tiempo para reflexionar sobre lo que esta agonía, muerte y resurrección nos trajeron? Será que entendimos verdaderamente lo que es la resurrección y por cuántas ya pasamos sin darle la debida importancia?... Infelizmente -o no- para haber una resurrección tienen que haber primero una agonía y una muerte, una pérdida, el vacío, el abandono. Tiene que haber una purificación, un desprendimiento, una entrega sin reservas, pues solamente así seremos transformados y fortificados por la resurrección, porque eso es lo que ella significa: transformación, aprendizaje, crecimiento... Todos vamos, una hora, a cargar nuestra cruz, pero tenemos que hacerlo concientes de que, con certeza, aprenderemos con las heridas que nos dejará, creceremos como seres humanos -a veces sin siquiera darnos cuenta- mientras nuestro calvario transcurre, nos volveremos pacientes y fuertes, comprensivos y valientes: estaremos haciendole justicia a nuestra filiación divina. Por eso, no tengamos miedo del sufrimiento ni de la muerte -lo que no nos impide maldecir, desanimar, llorar, tener pena de nosotros mismos y ser tentados a huír, Dios entiende esas debilidades y ya nos perdonó por todas ellas- porque la resurrección con certeza vendrá, como nos fué prometido, y entonces veremos que todo por lo cual pasamos habrá valido la pena. No viene la primavera después del invierno? Y los jardines no renacen, los pájaros retornan y el aire se llena de perfumes y promesas de vida? Seamos entonces como la naturaleza, que sabe que las estaciones son inalterables y que, después de la lluvia y el frío, el sol volverá a brillar y y la vida recomenzará, fresca y renovada, poderosa, perfecta.

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