segunda-feira, 17 de janeiro de 2011

Ropa blanca

Y así, entre toses, estornudos, escalofríos e una docena de remedios para tratar de dar un fin a este resfriado que está asolandome estos últimos días (no es justo, un calor de estos y yo aquí, con la nariz escorriendo y el cuerpo todo adolorido!) aquí estoy, fielmente, a una semana de regresar al trabajo -y todavía con aquella sensación de que acabé de salir de vacaciones. Alguien robó los días del calendario!) y rezando para estar recuperada cuando cruce las puertas del complejo cultural... Yo no sé si fueron los sucesivos choques térmicos que sufrí el día en que fuí a ver a la reumatologista, pasando de locales con un aire acondicionado absolutamente glacial al calor calcinante de la calle, o si fuí pescada por alguna virosis que anda por ahí, de esas típicas de verano en este país, la cosa es que lo pasé bastante mal, con fiebre y un tremendo dolor de garganta, que ahora se transformó en esta tos indecente de fumante empedernido. Hasta las perras se asustan cuando me oyen toser!... Y es curioso, pero recuerdo que el año pasado, también durante las vacaciones, me agarré una virosis parecida que me dejó a mal traer por dos semanas. Bueno, el médico me explicó que cuando  uno sale de vacaciones, sobre todo después de mucho tiempo de trabajo excesivo, de presión y stress -situación que resume mi trabajo el año pasado- nuestras defensas también salen de vacaciones y ahí quedamos susceptibles a pescarnos hasta el mosquito que pasa volando en la calle vecina. Entonces, un simple resfriado puede virar una catástrofe ecológica... Ya estoy hasta la coronilla de tomar tanto remedio, pero tampoco quiero dar una de Mujer Maravilla y pasármelo el resto de las vacaciones toda apolillada, entonces... Haya estómago para tanto comprimido milagroso! Y no sé si la reumatóloga no me vá a recetar más algunos cuando vaya a verla este  Jueves para que me dé el diagnóstico final sobre mis dolores. Por el momento sólo sé que estoy con tendinitis en el hombro izquierdo, lo que ya es un saco si lo juntamos con el malestar que la gripe me provoca. Ahora, el resto... Ya lo sabré el Jueves.
    Y antes de que esta crónica empiece a parecer un informe médico, aquí vá la de hoy:


    Hay solamente ropa blanca tendida en la cuerda: sábanas, fundas, camisetas, medias, pañuelos, toallas, pañales, paños de cocina, y verlos balancear bajo el impulso del viento como si ejecutasen algún tipo de coreografía me dá la impresión de estar delante de las cumbres nevadas de la cordillera o entonces de un grupo de ángeles que huyeron del cielo y vinieron a divertirse aquí en la tierra. Realmente lo encuentro una gran y bella coincidencia y supongo que, lógicamente, la próxima cesta de ropa llenará la cuerda de color, pues la lavandera debe haber separado las ropas para evitar que se mancharan... De nuevo compruebo que los espectáculos no ocurren solamente encima de los escenarios...
    Estoy de vacaciones finalmente, y me quedaré en casa hasta el dia 26, porque, gracias a Dios, mi jefe tomó la sabia decisión de cancelar las presentaciones del musical hasta Marzo, cosa que me dejó deliciosamente aliviada, porque si bien es verdad que adoro mi trabajo, llega una hora en que parar y se alejar para permanecer aquí se vuelve algo realmente imperioso. A final de cuentas, en qué otro lugar sino en nuestro hogar podemos reunir nuevas fuerzas, inspiración, aliento y optimismo para continuar enteros nuestra misión? Y yo estoy necesitando de verdad reponer mis energías físicas y espirituales. Necesito pensar, registrar las experiencias, reflexiones y conclusiones de este último período en mi diario; necesito trabajar en mi jardín, cuidar a mis perras, jugar con ellas y llevarlas a pasear, ponerle pan y água a los pájaros, recorrer la casa fresca y quieta y salir por las calles de mi ciudad, re-conocerlas y sentirme parte de su acontecer nuevamente;  tengo que tenderme en la hamaca nuevamente a contemplar el paisaje, prepararme para el trabajo que se avecina -y que, nuevamente, será mucho- conversar con mi hija, respirar hondo, serenarme, reencontrarme... Cosas que me revigoram, me relajan, me renuevan, me hacen sentir con más fuerza y certeza el transcurrir de la existencia, sus personajes e historias y a mí misma como parte viva y real de ellos. Regresar a las raíces, al blanco de la cuerda de ropa, al aislamiento, al aprendizaje, al canto de los zorzales y chincoles, al vuelo de las palomas y los halcones, al silencio sereno del amanecer, a la quietud del hogar... Mi espíritu necesita este sosiego, este tiempo solamente mío para avanzar otro poco, para conversar con la creación y su creador y así renacer y llenar de nuevo los vacíos que quedaron después de todo este tiempo de tanta entrega y desgaste.
    Siento mi organismo debilitado, clamando por paz y silencio. Hubo mucho esfuerzo, mucha presión, mis rutinas fueron quebradas una y otra vez, sufrí de bastante ansiedad, tuve plazos y expectativas para satisfacer y muchos desafíos para vencer -tal vez demasiados. El clima no me ayudó mucho, así como las frecuentes escapadas de la dieta; las emociones fueron muy intensas, casi angustiantes, sobre todo durante la época del estreno del musical. Créo que todavía no me recuperé por completo de todo aquello. Me duele el cuerpo y estoy sin apetito y soñolienta por causa de esta virosis, y a veces tengo la sensación de que mi luz flaquéa y pide un poco de descanso y silencio, unas gotas de ese "nada" benéfico y dulce que cura cualquier herida... Bueno, es lo que pretendo hacer ahora: tener paciencia con mi cuerpo y esperar serenamente los próximos acontecimientos.
    Paso caminando bien despacio frente a la casa donde las ropas blanquísimas se balancen al sol y algo en mi espíritu se siente reconfortado, acariciado, pacificado, como si volviese lentamente a un acogedor vacío, al silencio, a la virginidad, como si nunca hubiera abandonado su celda ni los patios tranquilos y floridos del convento. Una mezcla de serenidad y agonía me recorre: la quietud del claustro es imprescindible en la preparación para los nuevos combates, las nuevas peregrinaciones y los nuevos descubrimientos. La meditación solitaria que nos muestra los  caminos hacia la práctica de las conclusiones alcanzadas se torna vital, alimento indispensable para la mente y el espíritu. Es en el silencio y la inmovilidad que toman forma, poco a poco, las nuevas palabras, las futuras acciones y lecciones, que nace y crece la inspiración que habrá de guiar los movimientos... Entonces, me dejo llevar, tranquila y segura, pues es así mismo que esta dinámica funciona. Es lo que escogí y nada me detiene. La certeza de que Dios está infiltrado en todos mis planes le dá paz y firmeza a mi miséria, transformandola en resultados positivos no sólo para mí, sino para los otros también.

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