sexta-feira, 7 de janeiro de 2011

Hay tantas otras cosas!

Y con el misterio de mis dolores a punto de ser solucionado -eso espero!- este lunes, más la acción casi mágica de un antiinflamatorio, finalmente estoy empezando a entrar en los ejes con respecto al último ítem de quien está de vacaciones: hacer solamente lo que más le gusta, que en mi caso es escribir, claro. Esta supremacía sólo es amenazada por la compañía de mi hija, que también adoro... El problema es que ambas cosas no son muy compatibles que digamos, porque cuando ella está aquí no llego ni cerca del computador, pero ayer mi sabia hermana me aconsejó no ser tan extremista y dejar todo de lado cuando mi hija venga a visitarme y aprovechar para disfrutar su incomparable y divertida compañía... Y quieren saber? Mi hermana tiene toda la razón! Al final, voy a tener todos los otros días del mes para escribir!.
     Entonces, y como hace mucho tiempo no acontece, aquí vá la crónica de la semana, puntualmente.


    Sentada en la platéa, rodeada por el público que esta noche vino a ver la premiación del festival y que se asemeja a un avispero ruidoso e irritantemente agitado (hasta parece que pusieron hormigas en las poltronas, porque nadie consigue quedarse sentado por más de cinco minutos!) respiro hondo, cansada de este vaivén interminable, y me pregunto, otra vez: "Qué es lo que realmente vale la pena?"... Miro a mi alrededor y véo hombres y mujeres con ropas de gala -casi disfraces, para ser sincera- maquillados y peinados como maniquís o esos personajes típicos que encontramos en todos los festivales de danza, unos tratando de hablar más alto que los demás, contando ventajas, riéndose escandalosamente, exhibiendose, casi haciendo el ridículo... Parece una verdadera feria de vanidades, pero pensando bien, todos estos eventos en sí son algo totalmente absurdo: hombres juzgando las capacidad de otros hombres, creando premios para entregarse mutuamente, elogiando o criticando cruelmente a los coreógrafos y bailarines que, al final de cuentas, son iguales a ellos. La diferencia es que unos fueron escogidos para juzgar y los otros para ser juzgados (y éstos últimos se pusieron la cuerda en el cuello por propia voluntad, por pura vanidad!)... Los miro a todos, aplaudiendo y sonriendo, elogiando, pero llenos de secreta envidia, o entonces, sintiendose de alguna forma seres superiores, diferentes, vencedores, intocables...... Mas, será que ya se preguntaron lo que es realmente un vencedor? Es aquel que se lleva el troféo? Aquel que es ovacionado y asediado por los fans después del espectáculo? Es el que posée un estilo impecable, osado, hasta insolente? O, quién sabe, el que dirige la mayor compañía?... Qué es lo que estas personas están verdaderamente aprendiendo o realizando para llamar a sí mismas de ganadores o perdedores?... Miro a mi aldededor nuevamente y me pregunto qué hay aquí para mí, para nosotros. Cuál es la real importancia de toda esta ceremonia, de todo este exhibicionismo, de los discursos, los trofeos, las miradas de admiración y los comentarios elogiosos? Cuánto tiempo durarán la imagen, las voces, la sensación de triunfo, el eco de los aplausos?... Y después, qué vendrá? Será un eterno recomienzo en busca de la repetición de esta noche? Será ésta la motivación para nuestro crecimiento, nuestra maduración, nuestra superación? El aplauso del mundo?...
    A veces el mundo y su pompa, sus apariencias y medallas, sus breves explosiones de luz y ruido, me parece tan ridículo y absurdo, tan vacío, que no sé cómo podemos vivir alimentandonos de ellas... Hay tantas otras cosas! Tantas!.

Nenhum comentário:

Postar um comentário