sexta-feira, 4 de junho de 2010

Nuestro enemigo

Últimamente ando tan acelerada que confundo fechas, días, textos y personas, entonces, en realidad, no tengo certeza de si ya posté esta crónica. Si fué así, van a tener que disculparme; es que pasar dos días -y faltan dos más todavía!- montando coreografías con un bando de actores extremadamente entusiasmados deja a cualquiera medio mareado... Pero está valiendo la pena, porque a pesar de ser simples, las coreografías se ven muy bien en el escenário y todos están realmente esforzandose para danzar lo mejor posible... Sobre todo porque tal vez este domingo aparezcan por allá mis dos jefes, para conferir nuestro ensayo. Sé que están royendose los codos de curiosidad, entonces será bueno tenerles algo bien hecho para que se queden sosegados. Todavía falta la última coreografía para montar y tengo que arreglar una que ya está hecha porque las bailarinas (todas clásicas hasta la médula) no están consiguiendo dar cuenta de ejecutar un hip hop básico... La coreógrafa probablemente vá a tener un ataque nervioso cuando le diga que vamos a tener que cambiar esa parte, pero, sinceramente, si ustedes vieran a esas chicas tratando de requebrar y se soltar para danzar un hip hop elemental, harían lo mismo! Son un completo desastre!... Más encima, ayer descubrí que uno de mis alumnos nuevos es un bailarín de hip hop de verdad, de esos que hacen acrobacias en el suelo y todo, entonces, pretendo aprovecharlo y mejorar esa performance, que está derribando el espectáculo. No me importa las caras féas que tenga que enfrentar. Lo que importa es la calidad, no es verdad?... Entonces, voy a ser la villana invitada y las voy a cortar sin siquiera pestañeár, sobre todo sabiendo que podrían tener un desempeño mucho mejor si no fueran tan frescas...
Y volviendo a la rutina (y a pesar de las coreografías) aquí vá la crónica de esta semana. Espero que no la haya posteado antes!... Bueno, si es así, pueden disfrutarla dos veces!...
Paseando por la Avenida de las Flores en Curitiba al atardecer... No sé por qué me siento una turista de nuevo, como si hubiera acabado de llegar a Brazil y estuviese entrando en un mundo desconocido y exótico, lleno de rostros, voces y gestos que me parecen absolutamente diferentes de todo lo que conocí hasta ahora... El ruido vá disminuyendo poco a poco, junto con la luz del sol. Hasta parece que están executando algún tipo de danza juntos. Los postes se encienden con perfecta sincronía, primero rojos, después anaranjados y finalmente dorados y ofuscantes. Todo empieza a tomar otro ritmo, el pulso de la ciudad cambia gradual, sutilmente, como si otra personalidad fuera surgiendo junto con las primeras estrellas. Las tiendas van cerrando, hay un qué de alivio, de deber cumplido en el aire... Me siento en uno de los bancos que hay cerca de una fuente, de la cual solamente ahora consigo escuchar el sonido, y miro a mi alrededor por un buen tiempo, absorviendo profundamente as novedades, el movimiento, los rostros y voces, los edificios antiguos, los olores. Aquí no hay palomas como en la plaza frente al teatro Guaíra, en cambio, sobran personas apresuradas y cansadas que lo único que quieren es irse a sus casas para cenar y ver la novela.
Es en este instante con aires medio irreales que aparecen las jóvenes criaturas, hasta entonces escondidas o disfrazadas en medio del universo comercial que tomaba cuenta del centro, e invaden ruidosamente el paséo exhibiendo sus cabellos, piercings, ropas fashion, jergas y gestos medio danza, medio mímica. Sentada en medio de ellos como un elemento mudo e inmóvil del paisaje, invisible para ellos, los observo, curiosa, preguntandome de dónde fué que aparecieron, pues antes de esta hora no noté su presencia... El alívio en el aire se transforma rápidamente en agitación, el escenario a mi alrededor parece entrar en otro universo, en otro tiempo, en un plano lleno de sorpresas, de nuevos lenguajes y voces, de silenciosas y voraces miradas y gestos seductores y agresivos, desafiantes. La tribu de los jóvenes lucha por llamar la atención de la ciudad cansada e indiferente, para imponer sus reglas sobre las secularmente establecidas por sus antepasados, para hacerse comprender, aceptar, para ocupar un lugar con nuevas reglas y convenciones... Pero es una batalla perdida, pues el destino de la juventud es, precisamente, este: luchar, rebelarse, transformar, desafiar, llamar la atención, promover la reflexión, sin nunca obtener una victoria aplastante. En realidad, en el instante en que lo consigan y abandonen la rebeldía, ya no serán más jóvenes y su papel como subversores e inquiridores de la sociedad habrá terminado. Este quedará para la próxima generación de jóvenes, que con idéntica fuerza e idealismo, continuará esta guerra perdida que generará -con sus inúmeras escaramuzas- los cambios necesarios para que la humanidad dé algunos pasos más en su evolución.
Sin embargo, hay todavía otra tribu que empieza a surgir al mismo tiempo, tan imperceptiblemente cuanto la primera, de rincones, esquinas, escaleras y corredores: los catadores de papel y sus enormes y esdrújulos carros de mano. Animados y habladores, hacen una fiesta en la puerta de los depósitos y tiendas, que ya les dejan el cartón, las latas y el plástico apilados junto a los postes y muros. Curiosamente, ellos no peléan ni se empujan, porque parece haber territorios de colecta claramente definidos para cada uno, y mientras trabajan doblando, cortando y amontonando los papeles, cajas, botellas, latas y cordeles, empiezo a percibir que soy la única que los observa. Para los otros transeúntes, ensimismados en sus propios problemas, parecen ser semejantes a los vampiros, cuya imagen no se refleja en los espejos y deslizan por el mundo de los vivos sin ser notados... Esta tribu, a pesar de ello, tiene una presencia bien sólida y real, posée su idiosincracia, habla su léngua, tiene su gestual, sus rituales, su manera peculiar de desafiar, de cuestionar, de pedir cambios... La calle es prácticamente tomada por ellos y mismo así la ciudad continúa indiferente a su presencia!... Sin embargo, lo que me deja realmente pasmada es que esta actitud es claramente recíproca. Parece que unos no existen para los otros. Me siento como un ojo invasor que desconoce las reglas de este juego y por eso está quebrándolas todas. Realmente, en este instante me convenzo de que soy verdaderamente una turista, pues todos parecen entender y actuar según una dinámica bien establecida. Los límites son increíblemente claros y definidos y todos parecen respetarlos de buena gana, y esto hace que no me sienta amenazada, como ya me ocurrió en otras ciudades al encontrar a estos personajes. Yo no sé por qué aquí es diferente. Estas personas forman parte activa y real de la dinámica de esta ciudad, mismo si son aparentemente ignorados, tienen su espacio y su actividad, participan, interfieren, hacen que los engranajes funcionen con su presencia tanto cuanto los demás, y así mismo, no parece que les importa ni se resienten con la indiferencia de ellos. Pero, cómo puede ser? Es alguna actitud tácita de auto defensa de ambas partes?... Realmente, funcionan como universos paralelos y, mirándolos, puedo sentir cuán real es esta situación.
Entonces, mientras permanezco sentada en el banco de madera, rodeada por estas imágenes desconcertantes y hasta perturbadoras, de repente empiezo a reflexionar sobre cuántas personas ignoramos a propósito a lo largo de nuestra vida, a pesar de toparnos con ellas todos los días. Por qué las ignoramos? Son repulsivas, tienen alguna enfermedad contagiosa, son peligrosas, sucias, ignorantes, hediondas, amenazadoras? Nos incomodan por qué? Y el hecho de que nos incomodan las vuelve nuestras enemigas?... Mas, quién es realmente nuestro inimigo? El está fuera o dentro de nosotros? Es real o imaginario?... Es solamente nuestra postura espiritual que determina bajo cuál perspectiva veremos a nuestro prójimo, entonces, qué es lo que vemos al mirarlo? La fealdad, la pobreza, la enfermedad, la mediocridad, la gordura, la vanidad, el fracaso, la ignorancia? O será que vemos a nosotros mismos y nuestros más secretos miedos, y tenemos recelo de ser infectados por estas imágenes externas, o que estos males despierten dentro de nosotros delante de estos espejos y nos asolen, transformandonos en aquellos de quienes huímos? Al final, luchamos tanto por el éxito y la aceptación! Sufrimos tan inmensamente con cada derrota y rechazo! Deseámos con tanta intensiad ser alguien, tener algo, ocupar un espacio sólo nuestro en la historia!... Pero por qué no pensar diferente y, en vez de temerles, no nos preguntamos qué es lo que nuestros enemigos necesitarían para ser felices y volverse nuestros amigos?... Con certeza descubriríamos que son las mismas cosas que nosotros necesitamos y lo sabemos perfectamente. Entonces, lo que nos impide darles una chance, unas migajas de nuestros bienes -materiales y espirituales- es solamente nuestra falta de compasión y de fé, porque simplemente no creémos que merezcan una oportunidad y que nosotros tenemos el poder de ponérselas en el camino. Pero, no "es dando que se recibe"? No es verdad? Sin embargo, nosotros, a pesar de saberlo, no creémos que séa nuestro papel y siempre tememos no recibir nada a cambio. Y nuestros bienes se pudren, trancados en un cuarto obscuro en lo más escondido de nuestros corazones.

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