terça-feira, 22 de junho de 2010

La última conquista

Bueno, esta vez el atraso no fué debido a algún ensayo o reunión, visitas inesperadas o un drama familiar, sino por culpa de la selección brasilera de football, que inventó de jugar justo el domingo a las 3 y media, cuando tenemos nuestro ensayo general semanal del musical, entonces tuve que cambiar toda mi agenda para el sábado, día en que había planeado postear todas las crónicas y la segunda parte del cuento, aprovechando que mi hija estaba de turno en la tevé. Más encima, habíamos marcado un encuentro con un grupo de alumnos de una ciudad vecina para que vinieran a ver nuestro ensayo y después tuviéramos una conversa sobre teatro, ensayos, montaje, aulas y todo eso... Imagínense en qué estado llegué a mi casa a las siete de la tarde!... Absolutamente acabada! Sin inspiración ni para postear un punto, claro!... Como pueden ver, la edad empieza a pesarnos en esas ocasiones... Fuera eso, me quedé bastante preocupada con un incidente que ocurrió durante esta conversación con los alumnos (y que espero que nadie haya notado) y encontrar una manera de resolverlo pacífica e sabiamente me dejó bien ocupada el resto del fin de semana. Pero créo que ya sé cómo hacerlo sin que nadie salga ofendido o lastimado. Es algo que habría preferido que se resolviera por sí solo, pero en vista de lo que sucedió voy a tener que interferir antes de que la cosa empeore y yo acabe perdiendo alguno de los integrantes del grupo... Como pueden ver, ser directora no es solamente tener buenas idéas, escribir textos, montar piezas y dar órdenes. Infelizmente, con el pasar del tiempo y la convivencia, uno acaba volviendose una mezcla de madre, esposa, consejera sentimental y espiritual, ejemplo, fan y un montón de cosas más que tenemos que aprender a administrar para que el trabajo se mantenga en un nivel profesional y no vire una terapia de grupo, que es la última cosa que quiero o necesito. En general, no me gusta mucho interferir, pero en este caso, si no les doy un buen tirón de orejas a los protagonistas del incidente pueden terminar agarrandose feo y hasta largar el grupo, y son demasiado buenos como para que yo permita que esto suceda, entonces...
Bueno, y aqui vá la crónica de esta semana, y en seguida la segunda parte del cuento. (recuerden, la dirección es: pazaldunate-historias.blogspot.com) Y si les gusta, pueden soplar sus cornetas y gritar: "Goooool!"
Créo que amar incondicionalmente séa la última conquista, el acto más completo, complejo y difícil, el más radical que podemos practicar, después del cual, nada más resta hacer. Por eso es el último y es por eso que nos redime, pues devuelve todo al equilibrio, a la evolución, a la perfección. Nos salva não porque dejamos de ser imperfectos al amar, sino porque nos torna capaces de luchar contra estas imperfecciones, volviendonos así compasivos y pacientes con los otros, porque tenemos perfecta conciencia de lo que es sufrir por causa de nuestras flaquezas. Amar nos vuelve sabios porque conseguimos colocarnos en el lugar del otro para entender y solidarizar con lo que le sucede, para ayudarlo a encontrar respuestas y salidas baseandonos en nuestra propia experiencia. Como decía Teresita de Lisieux, nuestros pecados son tan útiles cuanto nuestras virtudes y Dios se aprovecha de ellos para enseñarnos, igual a un padre amoroso que acepta el libre arbitrio de su hijo para decidir, mismo que él sepa que se vá a lastimar...
Amar es, entonces, el último acto porque nos liberta y cuando se pierde todo y nada más se deséa a no ser lo que la vida nos ofrece, estamos libres para amar incondicionalmente, por eso no esperamos nada a cambio, ni siquiera ser amados.
Pensando bien, amar es realmente una locura, porque lo hacemos sin condiciones, sin expectativas o preconceptos, no hay excepciones, reglas ni obstáculos. Es como lanzarse a un abismo, como abrir una puerta y entrar en un universo desconocido de ojos vendados, pero como el amor es nuestra porción divina y no podemos escapar de él (porque todo el mundo ama en algún momento, con más o menos ímpetu y fidelidad) pues sería negar nuestra naturaleza (así como negar nuestra porción negativa también lo sería) lo mejor es entregarse y hacer el viaje hasta el fin, sin pensar adónde vá a llevarnos ni cuáles serán sus frutos. Hay que amar, y punto.
Si nuestro cuerpo ya es un milagro, si nuestro corazón posée la semilla del amor que le otorga el poder de transformar y ser transformado, entonces nuestra alma es más que esto, pues no es una manifestación de Dios, sino el propio Dios dentro de nosotros y, siendo El la perfección del amor, este don se vuelve inherente al propio hecho de ser humanos.

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