terça-feira, 25 de maio de 2010

Esperar el viento

Bueno, finalmente terminé todos los textos para mi colega y sus alumnos de teatro, entonces supongo que voy a tener un poco más de sosiego para dedicarme a otras cosas. Espero que le gusten tanto cuanto me gustaron, porque me divertí -y me emocioné también!- redactándolos. Fué un verdadero desafío, porque mi línea de creación pasa lejos de textos para pre adolescentes o niños, pero mismo así encontré que quedaron bien hechos. Con un toque profundo y algo dramático, como no podría dejar de ser, pero totalmente "montables" por grupos de esa edad. Me encantaría poder dirigirlos también, pero créo que ahí ya sería demasiada interferencia en el trabajo de mi colega, pues, a final de cuentas, son sus alumnos y no los míos. Me voy a morir de celos, pero qué le voy a hacer?... Claro que voy a dar unas opiniones, pero definitivamente no pretendo arcar con esta otra responsabilidad. Confieso que me encantaría, pero créo que no sería éticamente viable.
Y otra vez atrasada, pero cumpliendo mi deber, aquí vá la crónica de la semana pasada.
Espero pacientemente que el viento llegue, mientras el sudor resfala por mi cuerpo, tratando de moverme lo menos posible. No hay cómo esconderse de este calor calcinante, por eso me siento tan agradecida cuando el viento sopla, ni que séa sólo por algunos instantes, y alivia la agonía de este verano que parece no tener clemencia de nosotros... Algunos segundos de su aliento bastan para que me sienta renovada, rescatada de un sofocamiento inminente. La esperanza de su repentina y deliciosa frescura es lo que me hace ser capaz de soportar el aire pesado, el sol ardiente, la ropa mojada, las paredes calientes y el asfalto derritiendo. Existe siempre la certeza de que, tarde o temprano, el viento vendrá a acariciarme, susurrando en mis oídos el secreto de la paciencia y de la perseverancia. A veces este aire parado e tan caliente me asusta, porque parece que me vá a aplastar, me vá a robar el aire; estoy a punto de sucumbir a su castigo insano y entonces, de repente, una brisa leve y sutil anuncia que el viento ya viene: estoy salvada!... Y tengo certeza de que lo que me ayudó a soportar esta espera fué la esperanza, la fé de que, en algún momento, las cosas cambiarían para mejor y yo podría ir un poco más adelante, dar otro paso, hacer otro gesto, decir otra palabra, tener otro pensamiento, divisar mejor el paisaje delante de mí. El propio sudor que me empapa hará que el soplo del viento séa más delicioso aún, entonces paro de maldecirlo e espero, quieta y expectante, hasta que él venga a abrazarme.
Cuando el viento se vá y vuelvo a sentir los rayos del sol incendiando el mundo a mi alrededor, pienso que lo mismo sucede cuando nos encontramos con algún problema, con una pérdida, un fracaso, cuando cometemos un error. En el primer momento parece que seremos aplastados, destrozados, sofocados, que no conseguiremos soportar la presión, la cobranza, al dolor, el desánimo; sin embargo, si mantenemos en nuestra mente y en nuestro corazón la esperanza, aquella certeza de que, en algún momento la situación cambiará y algo de positivo podremos sacar de ella, nuestra noche obscura tendrá un punto de luz que nos sostendrá y nos guiará para que podamos atravesarla con coraje y optimismo. El viento siempre viene -séa como una brisa casi intangible o como un huracán de arranca árboles y desteja casas- y transforma el cielo y la tierra con su presencia. Así también, las situaciones negativas por las cuales pasamos terminan, cambian, se transforman y nos traen lecciones que nos vuelven más sabios y compasivos. Por eso, cuando nos encontramos en el medio de algo que parece no tener salida, tenemos que ser los primeros en creér que algo positivo vá a acontecer, ya que esta es una de las leyes del universo que nunca falla; tenemos que estar preparados y abiertos a los cambios y no dejarnos abatir o desistir de luchar y esperar, mismo que pasemos por momentos de intensa angústia o decepción.
"Quien espera siempre alcanza", reza el dictado, y es verdad. Y si somos capaces de esperar el viento en un día de verano, cómo podemos no esperar la acción de la misericordia divina, que cela por nosotros todo el tiempo, mismo que estemos despeñando en el más profundo de los abismos?...

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