sexta-feira, 5 de março de 2010

Maldad

Esta última semana las cosas se pusieron medio aceleradas por acá, sobre todo en el trabajo, porque acabé siendo encargada no solamente de escribir el texto para aquel espectácuo sobre el café, sino que mi jefe también me pasó -para mi completa sorpresa- la dirección y la creación de las músicas de este espectáculo (menos mal que no es el primer musical que créo!) que la Fundación va a montar para incluir en la guía de atracciones turísticas de la ciudad, ligadas a la Ruta del Café, una especie de proyecto que el Ministerio de la Cultura tiene junto con los municipios... Yo estaba absolutamente convencida de que quien iría a dirigir, escoger el elenco, las músicas y escribir el texto sería él mismo, pero de repente, por uno de esos milagros profesionales que andan ocurriendo mucho en mi vida este último tiempo, él pareció considerar que tengo capacidad suficiente como para dar cuenta de todo y lo dejó en mis manos. No es que no esté feliz -No podría estarlo más!- es sólo que no esperaba que él hubiera desenvuelto una confianza tan grande en mi trabajo, sobre todo considerando cómo el año pasado fué frustrante, infeliz y com ese aire de constante castigo sobre todo lo que yo hacía... Imagínense, estoy radiante y tremendamente motivada, tanto que compuse las 8 canciones en dos días! (mis pobres dedos que lo digan, todavía están adormecidos de tanto apretar las cuerdas de la guitarra. Yo solía tener callos en las yemas, pero como paré de tocar, desaparecieron, entonces, después de grabar la última música, tuve que ir corriendo al refrigerador para ponerlos en el hielo)... Tengo algunas otras cosas en mente -como sugerir la idéa de que, en vez de llamar a un director de fuera, montemos una pieza mía con los alumnos adultos- pero no sé si llevarlas adelante não va a ser abusar de la buena suerte y abrazar mucha cosa que vá a sigificar mucha hora extra, un tema altamente rechazado en todas las reparticiones públicas actualmente... Pero vamos a ver lo que pasa. Lo que pretendo hacer es entregarle un texto para que lo léa y me dé su opinión, simplemente... Ahí, quién sabe, de repente no me lée la mente también...
Y antes de quas cosas se pongan difíciles de verdad por aqui- a pesar de que lo estoy adorando- voy a postear la crónica de esta semana, que viene en un tono medio sombrío que no tiene nada que ver con mi estado de espíritu presente, pero que encontré interesante, ya que desgraciadamente ni todo es luminoso y positivo en este nuestro mundo.



Me quedo observando de lejos, con morbosa fascinación -una mezcla de horror, estupefacción y asco- la maldad de Daniel. Sé que él no es así porque quiere, sino porque sufre de una enfermedad mental grave -por señal, ni siquiera debería estar aquí, junto con los otros alumnos, pues es una verdadera bomba reloj- que hace que, si no toma sus remédios (que ni siempre la madre tiene dinero para comprar o están disponibles en los consultorios públicos) séa capaz de cometer cualquier atrocidad que su locura le sugiera... La suya es una maldad que se extiende a su alrededor como una aura temblorosa y viscosa, y deja un rastro que casi puede ser olfateado, tocado. Son como tentáculos siempre en movimiento, con pequeños ojos inyectados en las puntas, que viven buscando alguna víctima desprevenida a la cual provocar o herir... Camina curvado, con los hombros encogidos y la cabeza morena e hirsuta proyectada hacia adelante, mirando de medio lado, con una sonrisita insolente y siniestra en los labios gruesos y siempre secos. Tropieza deliberadamente en las puertas, los muebles, las paredes, maceteros y en sus colegas, para así tener una excusa para ser grosero, revolcarse o incitar a los otros a una discusión o a una peléa; y parece disfrutar sádica e intensamente estas situaciones. Cuando los profesores o monitores no están viendo, les pega a los más débiles sin ningún motivo, los insulta, les roba la colación, el material de trabajo y hasta las pocas monedas que consiguen traer. Está siempre rondando por la cocina, aguardando el menor descuido de las empleadas para escurrirse hasta el refrigerador, la cocina o la despensa y hurtar alguna cosa para comer, pues su hambre parece tan insaciable cuanto su malevolencia. Vale todo: carne molida, torta, frutas, pan añejo, galletas, restos de comida que irían para la basura, latas de leche condensado, albóndigas o pescado y lo que esté encima de la mesa y en las ollas...
Cuando lo véo aproximarse por el mismo corredor en que estoy, instintivamente busco la puerta más cercana y entro en cualquier sala para esconderme hasta que pase, arrastrando sus piés chuecos en aquellos botines negros y zurrados, todos deformados ya, y dando puñetazos con los nudillos llenos de costras y cicatrices en las paredes y puertas... Contengo el aliento mientras lo escucho alejarse, su voz ronca y destemplada murmurando una letania de palabrotas y devanéos sin sentido contra todo y todos, y sólo vuelvo a mi rutina cuando tengo certeza de que está bajo la mirada de algún profesor o monitor -de preferencia hombre- pues sé que ellos son los únicos capaces de dominarlo y hacerlo parar de portarse como un animal, sobre todo cuando es víctima de uno de sus ataques de furia... Por qué me porto así con un niño enfermo y abandonado? Bueno, ciertamente no es por preconcepto. En verdad, es porque yo misma soy una de las las tantas víctimas que fueron insultadas y amenazadas (con un cortaplumas) por él en medio de una aula que transcurría pacíficamente, sin razón aparente, y que tuvo que ser socorrida por los otros profesores para no terminar herida junto con otro chico que trató de intervenir...
No me olvido de esos ojos negros y brillantes, desorbitados, ese aliento repulsivo a milímetros de mi cara, esas palabras embrolladas y babosas en mi oído y el brillo opaco de la lámina enmohecida del cortaplumas danzando delante de mi rostro...
Daniel es, verdaderamente y mismo sin quererlo, la perfecta y asustadora personificación de la maldad... Lo imagino de aqui a algunos años: un viejo demente, sucio y desgreñado, encerrado en la celda de un hospício público, lanzando esa su mirada aterradora a través de los barrotes... Y lo peór de todo es que, probablemente, este va a ser su futuro...

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