sexta-feira, 19 de março de 2010

Nuestra casa

Bueno, las cosas continúam medio revolucionadas por aquí, lo que me deja bastante cansada al final del día y con esa vocecita susurrando sin parar em mi oído: "Dónde está la cama?", o entonces "Vamos a desparramarnos en el sofá para ver cualquier cosa en la televisión hasta que llegue la hora de domir!" (lo que, hasta cierto punto es bueno, porque así lo hago como una piedra) y por lo que parece, este panorama no vá a cambiar tan de prisa. Mejor dicho, si me descuido es capaz de empeorar!... Desgraciadamente, el trabajo en el colégio de religiosas no resultó porque la mayoría de los alumnos que se interesan en el teatro ya hacen clases en la Fundación Cultural... Irónico, no? Mi propio trabajo saboteando la posibilidad de obtener otro trabajo... Me quedé bien triste y decepcionada, sobre todo porque pretendía acabar con mis deudas y quedarme tranquila financieramente con este otro salario, pero como tengo certeza de que Dios sabe lo que hace (eso espero) me quedaré feliz teniendo nuevamente las tardes de los jueves y viernes libres para escribir o hacer cualquier otra cosa. A lo mejor después aparecen más alumnos y las monjas me llaman de vuelta. Bueno, por lo menos eso fué lo que me prometieron... Mas nunca se sabe, no es verdad?... Entonces, para empezar ahora mismo a aprovechar estas tardes libres, aquí vá la crónica de esta semana. También quiero postear otra história en el pazaldunate-historias.blogspot.com. Pasen por allí y den una leída! Y escriban una opinión también!.

Créo que ya mencioné el hecho de que últimamente estoy pasando bastante tiempo sola en casa por causa de la partida de mis hijos y del trabajo exigente de mi marido en el restaurante, pero contrariamente a lo que podría esperar, estoy empezando a pensar que este hecho es un verdadeiro privilegio y está convirtiendose en una creciente nececidad. No es que no aprecie la compañía de mi familia, pero es que estoy descubriendo que pasar algún tiempo sola es extremadamente importante para la salud de mi equilibrio, de mi glicemia y de mi creatividad... Paso horas sin hablar con nadie -a no ser con mi perra- percibiendo y disfrutando con agradable sorpresa el ambiente quieto y silencioso a mi alrededor, que me envuelve como un suave y refrescante abrazo. Siento la ausencia de las personas que convivían diariamente conmigo, pero esto no es motivo de angustia o inseguridad, pues de alguna forma su carisma continúa presente, sin que esto perturbe el placer que la sensación de aislamiento e introspección me tráe. El lugar es físicamente el mismo, sin embargo, cuando me encuentro sola, soy invadida por esta clara impresión de estarme moviendo en un espacio totalmente distinto, más grande y lleno de vida. Siento como si todo allí me perteneciera completamente, pues es tan cercano y querido, tan peculiar y conocido que hasta parece que me disuelvo en el ambiente!... Es tan bonito y sereno, tan acogedor e íntimo! Es como si las paredes, los muebles, las puertas y ventanas, los objetos, el jardín y hasta la calle en frente a la casa hubieran adquirido poco a poco un nuevo e inesperado aspecto, un equilibrio en su disposición, en los colores, la temperatura, la luz, el sonido, acompañando mi propio proceso de madurez. Hay más pájaros (o entonces soy capaz de distinguirlos mejor cuando estoy sola!) los objetos parecen descansar armoniosamente en sus lugares, creando un clima de orden y sosiego, de coherencia y seguridad. Hay en todo una solidez, una certeza que me acoje y me inspira, penetra por todos mis poros y me conduce a una contemplación serena del paisaje externo e interno... Todo parece tan lleno de mí! Cada detalle tiene mi toque, mi propósito, mi inspiración, mi intención. Me siento un pez dentro del água, nadando suave y gentilmente, agradecido por este océano del cual soy dueño y con el que puedo comunicarme con tanta facilidad...Tengo la sensación de que nadie más se dá cuenta de esto, fuera yo misma. No sé bien de qué forma mi familia vive -o vivió- en esta casa, en su ambiente, si se sienten acogidos, seguros, tranquilos y reconfortados todas las veces que entran en ella, si se dan cuenta de que forma parte de ellos, que es un capítulo de sus vidas, o si es tan sólo un lugar en el que pasaron algunos años o vienen a visitar regularmente: sala, cocina, baño, cuartos, televisión, radio, jardín, fotografías, comida en la mesa, cama y sábanas; entrar y salir de ella sin llevar ninguna ligación... Será que alguien podría entender de lo que estoy hablando?...
Sin embargo, lo que me deja más feliz y orgullosa es saber que fuí yo misma, con mi cariño y creatividad, con perseverancia y paciencia, quien consiguió construir este pequeño paraíso. Cada rincón tiene mi marca y, apesar de que demoró algún tiempo para que esto sucediera -y hasta a llegar a darme la impresión de que jamás sucedería!- esta casa terminó por convertirse en una perfecta extensión de mi universo interior, y pienso que es de esta forma que toda casa tiene que ser sentida por sus habitantes. El lugar en el cual vivimos no está hecho solamente de cemento, ladrillos, madera y vidrios, sino también de la escencia de nuestros corazones, de nuestros pensamientos y acciones, de nuestras palabras y gestos. Es inevitable que dejemos nuestra marca indeleble en cada rincón, pues buena parte de nuestra historia transcurre entre sus paredes. Es semejante a un segundo útero en el cual nuestras vidas son moldeadas para después ser vividas allá afuera. La diferencia es que, para este útero, podremos regresar todas las veces que queramos o precisemos.

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