sábado, 13 de março de 2010

Culpa

Bueno, créo que a partir de ahora voy a tener que hacer malabarismos para poder continuar posteando estas crónicas, porque de la manera que mis horários en la fundación andan (del tipo "totalmente flexible", me entienden?) mi tiempo vá a tener que ser muy bien organizado y distribuido para poder dar cuenta de todo. Por ejemplo, hace dos semanas que no envío una crónica al diario!... Fuera esto, me llamaron de una escuela para que empezara a dar aulas de teatro para adolescentes (no es mi especialidad, pero como me encanta dar clases de teatro, montar espectáculos y, además, estoy necesitando reforzar mi presupuesto, acepté de inmediato) entonces, aquellas idílicas tardes de ócio durante la semana se fueron al diablo. Pero créo que el sacrificio puede valer la pena, mismo si el trabajo es solamente interno, para la escuela; y las presentaciones para los padres, alumnos y profesores; las piezas -más o menos una grande en el fin de año y otras menores en fechas conmemorativas- no tienen que ser demasiado elaboradas, ya que el grado de exigencia de las religiosas no es muy grande (pero yo puedo cambiar eso, claro) y los alumnos que formarán esta clase son de los últimos años, entonces no estarán aqui el año que viene para continuar el trabajo. Va a ser cosa de uno o dos años, máximo. Créo que para ellos vá a ser más una actividad recreativa-cultural que la escuela ofrece, pero yo tengo la intención de darles mucho más que técnicas vocales, dramáticas o literarias y espero, sinceramente, que aprovechen al máximo el trabajo que vamos a desenvolver.
Puede ser que yo no esté más en edad ni con salud para tanta actividad, pero por el momento estoy sintiendome estupenda, llena de energía e inspiración, queriendo abrazar el mundo (pero prometo tener juicio) y recuperar todo el tiempo y las oportunidades que créo que perdí el año pasado... Bueno, a lo mejor esa parada sufrida haya sido necesaria y confieso que aprendí un montón de cosas durante esa probación, pero ahora estoy con toda la cuerda y lista para producir como nunca. Sé que Dios tiene las cosas en la cabeza y que nosotros casi nunca conseguimos entender y aceptar sus jugadas, pero a final de cuentas, si somos dóciles, pacientes y perseverantes al máximo, acabaremos ganando y nos daremos cuenta de que todo valió la pena. Nada sucede en vano, definitivamente.
Y aquí vá la crónica de esta semana. Quería postear un cuento, pero no sé si me vá a alcanzar el tiempo, porque todavía tengo que redactar un texto para el ensayo de mañana. Pero, en fin, si no es hoy, será la semana que viene.


A pesar de saber que la calle estaba vacía, aquella incómoda sensación de que mil ojos me espiaban escondidos atrás de los muros y de los árboles, entre el follaje y detrás de las cortinas de las ventanas silenciosas mientras metía la mano entre la reja de la casa del vecino para agarrar y cortar la mudita de flores rosadas, me recorría como un aliento frío y susurrante que gritaba mi pequeño delito a los cuatro vientos... La culpa es una cosa féa y enorme, que parece tener millones de dedos y ojos que nos siguen y nos dan codazos, voces que murmuran y revelan nuestros actos inconfesables a quien quiera escuchar, y produce pequeños estallidos, crujidos y otros mil ruidos sutiles que nos sobresaltan y nos hacen temblar, como si fueran una alarma constante de que lo que estamos haciendo no es correcto... Así, mientras me alejaba por la calle abajo, escondiendo mi troféo debajo del abrigo y con la cabeza baja y los ojos fijos en la calzada llena de agujeros y hierba seca, podía jurar que escuchaba pasitos menudos viniendo atrás de mí, cada vez más cerca, más de prisa. Hasta el roce rítmico del abrigo contra los bluejeans parecía delatarme sin piedad!... Alguien había descubierto mi delito y estaba a punto de desenmascararme, apuntandome el dedo en el medio de la calle y exigiendo su muda de vuelta! Pero qué vergüenza, una mujer adulta robando planta del jardín de sus vecinos! Cómo puede hacer algo así?... Apresuré los pasos y me encogí más todavía, como si esperasse el toque brusco y ultrajado de una mano pesada en el hombro, pensando, completamente corroída por los escrúpulos: "Por qué no toqué el timbre, elogié la flor del vecino y en seguida, con toda naturalidad, le pedí una muda en vez de arriesgarme a pasar esta vergüenza?"... Tenía certeza de que él me habría dado la muda con el mayor placer y aún me habría pasado algunos consejos sobre cómo cuidarla. Para qué robarla entonces? Estaba, acaso, en busca de emociones fuertes?... La verdad es que no arranqué la planta con raíz y todo, sólo corté una ramita de nada que colocaría en água para ver si soltaba raíces y así poder transplantarla en mi jardín, entonces, la flor del vecino no había sufrido un grande daño; con certeza crecería de nuevo... Entonces, qué era lo que me incomodaba tanto?...
Llegando a mi casa, llené un vaso de água y puse a la muda en él, dejandola en la ventana de la cocina para que recibiera sol, me saqué el abrigo y las botas y me fuí a preparar una taza de té. Mientras esperaba que la tetera hirviera, me senté en la mesa, frente a la ventana donde había dejado a la flor, y me quedé mirándola fijo, todavía intrigada con el motivo por el cual me había sentido tan culpable al cortarla... Tal vez era por el acto en sí, pues me enseñaron que no es correcto tomar cosas de los otros sin pedir, sin embargo, créo que era más por el hecho de haber invadido subrepticiamente los límites claramente impuestos -había una gruesa reja de metal- por los dueños de la casa para rapiñar una parte -por menor que fuera- de su universo particular sin que siquiera me pasara por la mente la idéa de preguntar si podría hacerlo. A final, era un mundo construido por ellos, para ellos, de sua manera toda peculiar, una expresión de quiénes eran, y mi enorme sensación de culpa provenía del hecho de haber sacado algo de él, de haber estragado el delicado equilibrio y perfección de aquel quebra-cabezas tan cuidadosamente montado. Mi acto había quebrado esa armonía, ciertamente, mismo que ellos nunca llegaran a notarlo, pues cada hoja, cada flor y arbusto de ese jardín era parte de un plan, de un proyecto que pertenecía a aquellas personas y yo había violado este dibujo, deformado su carisma y alterado el resultado final del proceso... Acaso se puede invadir el espíritu, el corazón o la vida de alguien, arrancar un pedazo de sus pensamientos, sus sueños o sentimientos -no importa cuán pequeño séa- amputar o deformar sus intenciones, sus planes y objetivos y no sentir ningún remordimiento? Es empezando por estos pequeños y esporádicos "actos ilegales" que se llega a los grandes crímenes? Es así que funciona? Qué era lo que me esperaba entonces?... Cada manifestación creada por el hombre posée un significado, una intención, es un eslabón en la cadena de los acontecimientos de su existencia, un capítulo de su historia, no interesa cuán simple séa. Y sólo se puede interferir en estas cosas cuando se es convidado... Y nadie en aquella casa me dijo: "Venga, entre y corte una muda de esta flor que le gusta tanto! Mi jardín no sufrirá por eso porquer yo estoy conciente de que usted está cambiándolo y podré rehacerlo de manera que continúe siendo el mismo, a pesar de la falta de aquella ramita"... Llena de escrúpulos, me preguntaba mientras revolvia lentamemnte mi té: "Será que al cortar aquella muda alteré irremediablemente la dirección en la cual la planta debía cercer? Y el dueño, tendría algún propósito determinado y muy especial al plantar esa flor justamente ahí? Haría parte de algún trazado simbólico, de algún proyecto, tendría un significado personal?"... Yo misma no dispongo las flores y arbustos en mi jardín sin un plan predeterminado; siempre tengo en mente la visión final y voy dirigiendo el crecicmiento de las plantas según él... Bebí un trago y lo sentí descender garganta abajo, quemandome... Sí, con certeza aquella rama no crecería como era esperado, pues estaría faltando ese pedazo que ahora reposaba silenciosamente en el vaso en la ventana de mi cocina...
La trama de nuestras existencias es tan intrincada, tan delicada, está tan profundamente entrelazada, que difícilmente podemos separar una vida de otra sin sufrir las consecuencias. Entonces, si su equilibrio es tan frágil, mismo cuando sigue los caminos ciertos y no encuentra grandes obstáculos, qué dirá entonces si algún puente es cortado, alguna puerta cerrada, alguna luz apagada en un acto arbitrario y sin pensar, mismo que lleno de buena voluntad! No podemos mover sus estructuras sin la debida autorización y sabiduría, pues podemos cometer un error irreparable, mismo con la mejor intención. Desviar una vida del curso que está siguiendo es una responsabilidad inmensa, casi divina, porque al mudar cualquier cosa en la vida de los otros, automáticamente estaremos cambiando la nuestra, lo que puede traer consecuencias inesperadas y a veces catastróficas para todos.
La muda que robé aquel día ahora forma parte del dibujo de mi propio jardín; le dí un nuevo lugar, otro signifiado, nuevas raíces. El sol cáe sobre ella de otra forma, la tierra tiene otros nutrientes, otro paisaje la circunda; posée una nueva identidad. Llenó aquí lo que vá a faltar allá y lo que ella trajo se diluirá poco a poco entre lo que absorverá aquí... Nunca se toma o se dá sin esperar efectos secundarios, pues no existen actos aislados; todos formamos parte de la misma manifestación.
Dejé la taza vacía en el lavaplatos y al mirar nuevamemnte a la muda en el vaso, me acordé del instante en que, casi llegando al portón de mi casa con ella escondida debajo del abrigo, me volví, cierta de que alguien estaría allí mirándome acusadoramente, mas ví tan sólo una hojita seca rodando en el asfalto: aquellos eran los pasos da mi culpa.

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