quinta-feira, 25 de junho de 2009

Lo que me toca

Nada mejor que retomar viejos y saludables hábitos abandonados por innumerables y no muy válidas razones: falta de tiempo, frío, calor, lluvia, zapatillas viejas, falta de dinero, stress, demasiado trabajo, tristeza, desánimo, cólicos y todas esas cosas que inventamos para estragar un poquito más nuestra vida cada día, pensando que nos lo merecemos, que no tenemos vuelta, que la felicidad no es para nosotros, que es un sueño imposible de alcanzar a no ser que tengamos dinero, fama, poder o cualquier otro mérito que nos destaque de la multitud, porque no es posible que alguien común séa feliz; alguien común tan sólo existe. Respira, come camina, trabaja -normalmente en algo que detesta-- gana un salário miserable, no tiene sueños, no se divierte, no tiene expectativas, no es amado... Pero quién fué que estableció esas reglas? Y -peor todavía- por qué tanta gente crée en ellas y las sigue como si su vida dependiese de ellas? Por qué vivimos despreciando los regalos que Dios coloca en nuestro camino como si no fueran para nosotros, como si El hubiera errado la dirección o estuviera embromándonos, y los dejamos pasar sin más ni menos pensando que esto no tiene la menor importancia? Por qué insistimos en no ver a las personas y los acontecimientos preciosos a nuestro alrededor? Por qué nos negamos a percibir y aceptar la cantidad enorme de milagros que presenciamos y que harían nuestra existencia una constante y maravillosa aprendizaje, si no estuviésemos siempre pensando que, en verdad, milagros no existen?... Pero, por qué estamos tan convencidos de esto? Será porque cuando suceden los cielos no se abren, la tierra no tiembla ni somos tomados por transes sobrenaturales, no se nos aparecen ángeles ni tenemos visiones arrebatadoras?... Pero la verdad es que los milagros casi nunca son acontecimientos formidables que dejan a todo el mundo de boca abierta. Son más bien constituidos de detalles, gestos, encuentros a veces brevísimos; son palabras, miradas, toques, hechos aparentemente banales pero que bajo la superficie sencilla y casual esconden lecciones magníficas que pueden volvernos más sabios, compasivos y felices. Y son exclusivamente para nosotros; total y e ingeniosamente personalizados... Y no es esto lo que deseamos? Entonces, por qué no retomar aquellos viejos y saludables hábitos que nos hacen tan bien, como: conversar, observar, caminar, respirar profundo el aire fresco de la mañana, sonreir, decir un elogio, dar um abrazo, acariciar con una mirada, escuchar con paciencia y atención, sentir el sabor de la sopa, jugar como un niño, abrir el corazón y perdonar al enemigo, acariciar al perro, decir "gracias", "por favor", "hasta luego", "buenos días!", "quiere que lo ayude?", mirar los dibujos que las nubes forman, apreciar el atardecer... Viejos y básicos hábitos que nos acercan a los otros, que nos vuelven cálidos y acojedores, que nos dan luz interior, sabiduría, felicidad, equilíbrio, que nos tornam sensibles y nos sacan de nuestro pequeño y mezquino universo personal hacia la conciencia y la percepción de la historia -la nuestra y la de quien está a nuestro alrededor- de nuestra ligación con los otros, de la importancia de nuestra participación en el éxito o fracaso de cada día, de cada capítulo que escribimos; de a presencia constante de lo divino en cada paso nuestro, atrás de cada puerta que abrimos, en cada encuentro que tenemos... Viejos y buenos hábitos que jamás deberíamos abandonar, mismo estando viejos y atareados, cansados, enfermos, desanimados, sin dinero. Pues nada es disculpa suficiente para no ser felices, o por lo menos, para no tratar de serlo.
Bueno, y después de este prólogo que ya parece la propia crónica, aquí vá ella:
"Es lo que me toca?"... Pues si es así, como dice mi sabia manicure japonesa, entonces vamos a llevar las cosas adelante de la mejor forma posible, porque actuando de esta manera, grande parte de la negatividad de una situación puede ser neutralizada. Por qué resistir a lo inevitable? Por qué rebelarse y maldecir? Por qué huír de lo que debe ser hecho? Por qué no aceptar que es esto y no aquello lo que nos cabe en esta historia? Por qué ser infelices si existe una oportunidad, por menor que séa, de ser felices? Yo ya pasé demasiados años de mi vida llena de tristezas, miedos y frustraciones y no estoy dispuesta a continuar con este tipo de situación. Esto se volvió una regla en mi vida, una resolución que nunca debe ser quebrada, un propósito del que jamás puedo desistir. Debo esto a mi amiga Marilene (mi sicóloga durante casi diez años) y la actitud de aceptación positiva a mi manicure japonesa que, mientras lijaba mis uñas, cortaba las cutículas y pasaba el esmalte, me contó la anécdota de "Lo que me toca", una lección impagable sobre cómo vivir la vida según ella se nos presenta en vez de travar un combate a muerte contra los acontecimientos.
Darcy y su hermana Akiko tienen una peluquería en una calle lateral de la avenida principal de la ciudad, una casa acojedora y confortable donde las clientes son recibidas como viejas e íntimas amigas, las conversaciones son siempre optimistas y uno puede demorarse en pagar sin correr el riesgo de llamadas indiscretas o intereses exhorbitantes. En fin, a veces uno siente que no vá para allá solamente a cortarse o teñirse el pelo o a hacerse un masaje en los piés, sino para encontrar cariño y atención -no sólo profesional- oídos pacientes y sabios y equilibrados consejos. Curiosamente, en la peluquería de la Kô no corren chismes, sino conversaciones instructivas y divertidas y un tremendo calor humano que, pasando el tiempo, terminó por transformarnos en una verdadera familia. Yo siempre presto mucha atención a lo que ellas dicen, pues tengo certeza de que aprenderé alguna cosa que enriquecerá mi propia vida, como sucedió en el caso de la historia de "Lo que me toca".
Darcy contó que, cierta vez, unos parientes de otra ciudad telefonearon para avisar que vendrían a hacer una visita a la parte de la familia que vive aquí; el problema era que éstos eran conocidos como personas difíciles, exigentes y llenas de caprichos y ostentación que a nadie le gustaba soportar, ya que llevaban una vida bien mejor que todos los demás y por eso pensaban que nada era más justo que ser recibidos y tratados en estos términos. Cuando anunciaron su deséo de venir a visitar a los parientes, inmediatamente una batalla campal comenzó, pero no para escoger quién los alojaría sino para empujarlos de una casa a otra con mil disculpas que les impedían hospedarlos, no importa cuán breve fuese la estada... Y claro, como las dos hermanas eran solteras, tenían empleada y vivían solamente con los padres en un apartamento grande, fuera ser los parientes más próximos de los convidados, la taréa de recibirlos y ciceronearlos recayó sobre ellas por unanimidad y sin derecho a discusión.
-Imagínate nuestro disgusto! -exclamó Darcy -La última cosa que necesitábamos era tener que pasar el día siendo corteses con parientes antipáticos!...
Y se quedaron enojadas de verdad, pero como habían asumido el compromiso delante de la familia, se resignaron y empezaron a hacer los preparativos para la llegada de los indeseables personajes. Era curioso, pero mientras mantuvieron esta actitud negativa y rebelde, parecía que todo resultava errado y no conseguían llegar a un acuerdo sensato sobre nada, todo el mundo andaba de cara larga por la casa, reclamando del trabajo, de las mudanzas, los gastos, inconformados por tener que cargar todo el stress material y emocional de atender a los caprichos de esta familia tan poco oportuna... Y así fueron las cosas, a los trancos y barrancos, complicando cualquier proceso o plan de hacer que todo funcionara, hasta que un día, mientras trataba inútilmente de disponer otras dos camas en el pequeño cuarto de huéspedes, Darcy se detuvo, jadeante y casi abandonando su infructuoso empeño, y se preguntó qué rayos estaba haciendo...
-De repente me dí cuenta de que estaba gastando una cantidad enorme de energía y creatividad dejandome llevar por la rabia y la rebeldía contra una situación de la cual no tenía cómo escapar!...- dijo, admirada -Yo y todos en la casa habíamos pasado la semana toda reclamando, haciendo las cosas de mala gana, luchando contra problemas banales que se transformaron en verdaderos dramas, postergando decisiones y tratando de inventar proyectos interesantes para nuestros visitantes como si estuviéramos a punto de enfrentar al huracán Katrina bien en el medio de nuestro departamento!...
Fué entonces que la frase vino a la cabeza de Darcy: "Es lo que nos toca? Es lo que nos cabe hacer en este día, por estas personas?... Entonces, vamos a hacerlo de la mejor manera posible para que se sientam bien recibidos y todos pasemos momentos agradables en vez de horas de tensión y disgusto que no van a servirle a nadie. Qué sacamos con resistir, maldecir, hacer de mala gana si no hay como huír de esta responsabilidad?... Es lo que nos toca? Então vamos a hacerlo y bien hecho, como a Dios le gusta." (las hermanas son muy religiosas). Y como en un paso de magia, todo cambió. Las dificultades desaparecieron junto con las caras feas y la falta de espacio en los cuartos, el menú de la semana surgió como por encanto y hasta la máquina de lavar volvió a funcionar al mismo tiempo en que una inesperada onda de buena voluntad y disposición se apoderó de la empleada... Y así, con este estado de espíritu, los parientes que nadie quería fueron recibidos alegremente por las hermanas, confortablemente acomodados, atendidos sus caprichos y escuchadas con simpatía y atención sus histórias de gente rica. La semana pasó volando y, cuando se despidieron, los convidados agradecieron de corazón el tratamiento alegre y gentil de que habían sido objeto, y las hermanas se sintieron realizadas y felices por haber cumplido con éxito su gran misión: aceptar las circunstancias que la vida nos coloca cada día para sacar de ellas, con buena voluntad y creatividad, las lecciones que nos traen.
Una vez aprendido esto, no fué tan difícil para ellas, más tarde, enfrentar la enfermedad de los padres, que les trajo más gastos y preocupaciones, enfermeras y exigentes cuidados con remedios, tratamientos, pañales, baños y mucha paciencia con la creciente senilidad de aquellos que por tantos años cuidaron de todos ellos y que ahora se habían vuelto tan frágiles y dependientes como niños... Otra vez, la frase vino en su auxilio: "Es lo que nos cabe? Somos nosotros las que tendremos que cuidar a nuestros padres, a pesar de tener una familia numerosa? Es lo que la vida puso delante de nosotros este día? Entonces vamos a hacerlo, porque es lo que debe ser hecho y porque fué a nosotras a quienes nos cupo esta taréa."... Y venciendo el resentimiento inicial por la poca preocupación del resto de la familia, el recelo de la propia incapacidad y la parte financiera junto con los problemas de horarios, vacaciones, finales de semana, casamientos, fiesta de quince años y graduaciones están consiguiendo lidiar con la situación llenas de optimismo y fé, con la mejor de las disposiciones y una dosis inagotable de compasión y buen humor que no les impide trabajar, hacer compras, tener amistades, jugar con sus sobrinos y, principalmente, recibir a sus clientes con la misma alegría y calor de siempre, listas para escuchar sus confidencias y dar sus sabios consejos, como esta pequeña historia que Darcy me contó y que provocó cambios más que sorprendentes en mi manera de encarar ciertos hechos y de reaccionar delante de lo que la vida pone en mi camino cada día, cada hora, cada minuto, y que es lo que la vuelve, ciertamente, algo que vale la pena ser experimentado y compartido.

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