sábado, 4 de abril de 2009

Abrir la puerta

Realmente, con este cambio en mi rutina está sobrandome una cantidad marvillosa y sorprendente de tiempo para sentarme aqui a escribir todo tipo de cosas, enviar e-mails, conversar con mi hermana y otras personas sin esa prisa de antes porque tenía que salir corriendo para almorzar e ir a trabajar... Ahora, tengo que confesar que cuando recibí todas estas novedades me quedé totalmente perdida y furiosa, porque me parecieron una falta de respeto -al final, nadie me preguntó si yo estaba de acuerdo con ellas!- y sentí que, de alguna forma, mi mundo se estaba desmoronando y que tendría un tremendo trabajo para reconstruirlo. Yo sabía que Dios tenía algún plan en su cabecita blanca, pero estaba resultándome muy difícil entenderlo y más todavía aceptarlo. Estaba tan enojada, resentida y humillada con todas estas mudanzas aparentemente tan arbitrarias, que hice una lista de las cosas positivas y de las negativas que esta nueva situación podría traerme y, sinceramente, si fuera a ponerlas en una balanza, el plato con las cosas negativas, cargadas con mi falta de comprensión y rebeldía, se habría venido al suelo de un viaje, porque en ese momento, lo poco de positivo que conseguí encontrar no tenía ningún peso. Cambio de rutina para mí es un verdadero drama -mismo sabiendo que después voy a conseguir acostumbrarme- porque me deja sumamente insegura, pero últimamente estoy aprendiendo a ver estos cambios como acontecimientos positivos y a tener un poco más de paciencia para ver cómo las cosas van a evolucionar (y sé que será para mejor, a pesar de mis recelos). A esto se suma esta enfermedad grave e incurable que desenvolví con los años, llamada "optimismo", entonces las situaciones nuevas ya no me causan un espanto tan profundo ni prolongado. La prueba de este hecho?... Bueno, a medida que fueron pasando los días, y después del primer impacto brutal, empecé a escribir las cosas positivas que iban apareciendo en mi lista y, adivinen? El lado negativo fué quedandose menor, menor, menor... y hoy estoy toda animada con las nuevas posibilidades que van revelándose delante de mí a medida que el tiempo transcurre. El salario es el único detalle que todavía me perturba, pero si me organizo bastante, voy a conseguir pagar mis deudas y aún comprar "algunas cositas"... Y de paso, con certeza esto me vá a enseñar a no andar gastando, confiando en promesas de políticos y otras criaturas similares...
Cuando abrí este blog la intención era postear una crónica -o más- todos los sábados o domingos, pero con tanto trabajo nunca lo conseguía (ya vieron los horarios de alguien que trabaja con arte?). Hoy, tengo la mañana entera para sentarme aqui y escribir con toda calma y placer... Conclusión: las mudanzas, por más radicales o extrañas, inesperadas e irritantes que puedan parecer en un principio, siempre son buenas. Algo de positivo, de renovador y creativo siempre nos aguarda atrás de una nueva puerta.
Y la crónica de hoy:

Vuelvo de la academia y al doblar la esquina me encuentro con aquella chiquillada toda saliendo del portón de dos casas vecinas, con las manitos tomadas, lideradas por una niña un poco mayor que los otros. Están en una alegría sin tamaño, riendo y gritando, saltando, despidiendose con excitados gestos de las madres que, soñolientas y arrebujadas en sus chalecos de lana, sonrien y les dan todo tipo de recomendaciones... Curiosa delante de tanta agitación y felicidad, disminuyo el paso para saber el motivo. La desordenada y ruidosa fila -con la niña mayor al medio, toda seria e importante en su misión- pasa a mi lado, llamando un último niño, de gorro hasta las orejas , bufanda colorida y guantes, que se quedó más atrás y ya se aproxima corriendo, las aletas del abrigo volando como pájaros asustados. Yo me hago a un lado para dejarlo pasar y me quedo parada allí, obervandolos mientras se alejan... Cuánta emoción en sus caritas! Ojos brillantes, corazones acelerados, piernas con una prisa llena de expectativa, brazos y manos agitandose como para apresurar el tiempo y acortar la distancia, murmullos y risas excitados, los cuerpos casi estallando de tanta emoción contenida... "Pero cuál es la aventura?", me pregunto, empezando a sentirme contagiada por toda esa ansiedad. Entonces, escucho a una de las madres avisar: "Si el parque está cerrado se vuelven altiro y no se me quedan jugando por ahí, me entendieron?"... Inmediatamente, la imagen viene a mi mente: el parque de juegos a que ella se refiere es ese que queda en la pequeña plaza al lado del mercado, a dos cuadras, doblando la próxima esquina. Está sucio y descuidado, la arena llena de hojas secas y mugre, los bancos quebrados, la reja de alambre chueca y agujereada por vándalos, y parece que el portón de entrada tuvo un encuentro cercano del tercer tipo con un camión; pero de todas maneras, todavía ostenta con bravura sus viejos y descoloridos juegos de metal que, a pesar de todo, actúan como un anzuelo mágico para los niños de la vecindad, que no quieren saber de belleza, sino de diversión.
Sonrío y me alejo del grupo bullicioso, admirando su coraje y determinación para pasar algún tiempo jugando en aquella tierra de nadie.. Y allá van, rumbo a su aventura, pasando por lugares desconocidos, encontrando personajes extraños, espiando esos monstruos de cuatro ruedas que parecen reinar, amedrentadores y absolutos, en el asfalto negro y brillante. Allá se van, vibrando, tomados por aquella sensación impagable de estar creciendo, enfrentando la vida y sus desafíos, en ese glorioso inicio de independencia de los más viejos, en aquel aliento tembloroso de salir en busca de la felicidad y de la realización... Hoy será en los juegos del parque de arena a dos cuadras de casa. Mañana, en el salón de fiesta del club, hasta media noche. Después, en los corredores de la universidad. Más tarde en un trabajo, tal vez en ciudades aún más lejanas y desafiantes. En el amor, arriesgando el corazón para cambiar los lazos del pasado por una nueva familia... Mientras busco la llave en el bolsillo, me pregunto si conservamos a lo largo de nuestras vidas -ni que séa allá en el fondo- alguna chispa de aquella alegría virgen y original, de aquella emoción risueña y llena de optimismo de nuestra infancia, cuando nos encontramos con la oportunidad de la aventura, de lo desconocido y de la conquista que la vida nos ofrece, o si preferimos encarar nuestro futuro llenos de miedo y pesimismo, sin fé en nuestra capacidad de salir adelante y ganar nuestro lugar en la historia, de ser felices y amados... Meto la llave en la cerradura y la hago girar. Ella emite un chasquéo y la puerta se destranca. Paro y pienso: "Es el sonido del futuro que se avecina y solamente yo tengo el poder y las ganas de hacer que acontezca"... Y mi corazón retorna a la imagen de aquellos niños que, con las manos tomadas, rostros brillantes y llenos de alegre prisa, salen a camino de su aventura. Y concluyo que es así mismo que yo quiero abrir la puerta y entrar en todo aquello que me espera.

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