sábado, 8 de março de 2014

"Ganas de crecer"

    Bueno, parece que el otoño se anduvo asustando y decidió recogerse por algunos días más. Dejó el calor regresar y aquí estamos, con todas las ventanas abiertas, de camiseta sin mangas y bermudas, ahora tomando té helado, las perritas desparramadas en la terraza aprovechando el vientecito que corre en el piso 29... Bueno, si el otoño se siente medio tímido todavía, no importa, démosle un poco mas de tiempo para que se prepare bien y nos brinde con sus cuadros de hojas rojas y amarillas. Nosotros continuamos aquí, firmes, esperando todo, inclusive uno que otro temblor... ¡Ah, fuera ropas y zapatos muy feos, puedo decir que los temblores y terremotos son el único defecto de este país maravilloso!... Pero como le aguantamos algunos defectillos a aquel que amamos, se lo perdono.
    Les recomiendo un té de menta heladito en estos días, es refrescante y saludable, sobre todo cuando te espera una larga jornada frente al computador...¡Ah, y antes de que se me olvide: mañana hay cuento nuevo! Y esta vez es completamente mío, y así lo será de aquí en adelante. Espero que les guste, porque para mí ha sido un delicioso reencuentro con mi idioma natal.
    Y aquí va la de la semana. Tengo la sensación de que a lo mejor ya la publiqué, o entonces me gustó tanto que la tenía guardada especialmente y por eso pienso que ya la posté. En todo caso, puede haber quien no la leyó todavía, entonces...



    Aquí en Valparaíso las plantas crecer en los lugares más inusuales e inhóspitos, en agujeros y paredes, armonizando con las cuestas, escaleras y elevadores, en este interminable sube y baja del paisaje. No se atienen más a lo horizontal para echar raíces, sino que están escalando muros y escalinatas, balcones, árboles, creciendo y floreciendo a pesar de lo inusual, de las aparentes dificultades, del descuido de las personas. ¿Agua? Sólo la de la lluvia, un poco de rocío, la humedad de la neblina, algún balde con el agua del trapeado. El viento salado y corrosivo no las asusta, los crueles rayos del sol del verano no las amarillean, y las manos que a veces las arrancan no tienen poder contra sus raíces firmemente afincadas... Son realmente de admirar.
    Esto me hace pensar que no se crece solamente en suelos bien adobados, en tierras horizontales y bien planeadas, en maceteros o canteros bien cuidados dentro de jardines seguros. También se crece en lo vertical, en lo quebrado, lo insospechado, lo irregular; contra el viento y la escasez de agua, a pesar de la falta de atención, de la intemperie... Se pueden soltar raíces en cualquier lugar donde se vislumbre un pedazo de tierra, una oportunidad, no importa cuán pequeña parezca, y a esta chance uno se agarra, en este suelo se trabaja, se persiste, se lucha para permanecer y dar frutos, para ocupar nuestro lugar y hacer nuestra parte.
    En una arista de la pared de zinc oxidado, colgando sobre el precipicio de alguna calle cerro abajo está este racimo verde e insolente, vigoroso, lozano, porfiado, aguardando su momento de florecer. Si pudiera, tomaría cuenta de toda la pared, de la cuadra, de la ciudad, tantas son sus ganas de vivir y crecer.

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