sábado, 19 de fevereiro de 2011

Cuerpo y alma

Se me había olvidado, con tanto corre-corre, que también había quedado de postear las crónicas que salieran publicadas en el diário -ya que hay lugares donde la Folha de Londrina no llega- y ayer me dí cuenta de que estoy con algunas atrasadas, entonces, como hoy día y mañana estoy con todo el tiempo del mundo a mi disposición, voy a dedicarme a poner el blog al día respecto a estas crónicas y, como son más cortas voy a postear dos de las últimas que salieron publicadas una semana después de la otra -imaginense cómo estoy feliz! Estoy sintiéndome la propia cronista oficial de la columna!- en un acontecimiento totalmente inédito y fabuloso... Ya habían publicado otros dos textos seguidos en diciembre y enero, pero dos semanas seguidas... Guau, estoy en las nubes!... Mi hija iba a pasar el fin de semana aquí, pero la llamaron de última hora de la televisión y le cambiaron el turno para hoy y mañana en la tarde, entonces, adiós diversión y compañía!... Pero bueno, como todo tiene su lado positivo, su ausencia vá a ser bien aprovechada delante del computador... Puchas, después de nuestro viaje a Porto Alegre para resolver esa cuestión de mis documentos parece que me malacostumbé con su presencia y ahora parece que cuando ella no está me quedo con un agujero en el corazón... Cosa de madre, saben?... Entonces, para alejar la nostalgia e llenar los agujeros, aquí está la primera crónica.


Hace algún tiempo he comenzado a percibir un hecho profundamente perturbador e instigante: cómo es posible que el cuerpo sufra tanto con los embates de alma? Es así tan íntima y poderosa la relación entre ambos? Puede algo intangible poseér semejante poder sobre la materia?... Dolores y aflicciones de todo tipo asolan a la carne mientras el alma permanece en la obscuridad, reflejo del desequilibrio y de la angustia de que ella es víctima: perturbaciones, dudas vanas, ansiedades innecesarias,resentimientos desgastantes... Es un patrón doloroso, constante, desestructurante y purificador al mismo tiempo, pues si al principio aparentemente nos aniquila, al final del proceso nos sentiremos resucitados, renovados físicamente, reformulados sicológicamente y fortificados para enfrentar el próximo desafio.
    Normalmente  -y tengo a mí misma como prueba- cuerpo y alma se enferman al mismo tiempo y al mismo tiempo se curan, el desequilibrio de una derriba al otro y lo paraliza, dejando la vida en una especie de limbo hasta que el espíritu recobre la lucidez y la claridad. Y lo más impresionante es que no existe ninguna forma de separarlos, de disfrazar, de engañar, de ignorar la situación, porque el cuerpo es, verdaderamente, el espejo del alma, y no consigue escapar a su influencia... Por eso estoy empezando a creér que la muerte de la fé y de la vida espiritual puede significar, al finas de cuentas, la muerte del cuerpo.

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