segunda-feira, 6 de dezembro de 2010

Maestro y discípulo

Ya conocen ese dictado que dice: "No cantes victoria antes de tiempo?"... Bueno, yo debería haberme acordado de él... La verdad es que tendría que haber posteado estas dos crónicas en la semana pasada, porque pensaba que iba a tener tiempo, ya que las presentaciones habían terminado, pero como dije antes, canté victoria antes de tiempo y he aqui que me apareció esta otra presentación que me tomó mucho más tiempo para prepararla de lo que calculaba y así, solamente conseguí postear las crónicas en portugués. Tuve que ir a ensayar hasta el domingo en la mañana! Imagínenme cargando mis bolsas de la feria con cilantro, lechuga, porotitos verdes y queso fresco -junto con los condoritos, en caso de que tuviera que permanecer mucho tiempo em pié- y entrando en la sala de ensayo! Era casi ridículo!... Menos mal que en la fundación hay un refrigerador, entonces pude dejar mis verduras -y los condoritos también- en un lugar seguro y fresco, porque con el calor que estaba haciendo ciertamente iban a quedarse todas mustias y deprimidas hasta el final del ensayo. Entonces, sólo hoy estoy teniendo tiempo de publicar las crónicas (fuera que me quedé sin empleada cuatro dias, entonces, cuando terminaba de hacer el aséo y la comida ya estaba tan cansada y adolorida, que no me quedaban muchas ganas de sentarme aquí a escribir) y tal vez durante la semana consiga terminar de postear el final de "Silvestre", porque voy a ir a trabajar más tarde, ya que las presentaciones son en la noche. El problema son mis siestecitas, de las cuales me levanto sin ganas de hacer nada... Pero si no duermo también, no consigo llegar hasta la hora de la presentación despierta y con ánimo. Bueno, parece que todo tiene sus efectos colaterales, no es verdad?...
Entonces, aquí vá la primera crónica:


    Siento que amar a un dicípulo o un alumno es totalmente diferente de amar a un amigo, a un hermano, a un cónyuge o a un hijo, pues éste no es como ninguno de ellos y, mismo así, talvez séa como la suma de todos ellos. El eslabón divino  y profético que normalmente aproxima  y une al maestro y al discípulo no es del mismo tipo que envuelve padres, hijos, hermanos o esposos. Este  puede volverse, a veces, cunfuso y muy posesivo, porque implica un tipo diferente de convivencia, de partija, un tipo de experiencia íntima que no se tiene con un discípulo,  con el que se vivencia un qué distante  e impersonal que es el gran secreto de la relación y que es la base para la dualidad ensañanza-aprendizaje. Hay un trabajo específico a ser realizado, una búsqueda para alcanzar la luz, la madurez, el conocimiento como ser individual y cósmico que formará parte del crecimiento y de la historia de toda la humanidad. Hay una semilla a ser plantada  y cultivada -como en todo relacionamiento- una personalidad y un cuerpo a ser lapidados de una forma absolutamente distinta de la que acontece cuando existen lazos de sangre o sentimentales. En la relación maestro-discípulo hay un saber específico a ser desenvuelto, una sensibilidad, una abertura y compasión que raramente son vivenciados en otro tipo de relación. Existe un mensaje a ser diseminado y la práctica de disciplinas y experiencias que solamente se dan aquí. Discípulo y maestro comparten en su ligación intereses bien mayores que los meramente humanos y para esto, tiene que ser desenvuelta una "frialdad" y un lado "práctico" que favorezcan la sobrenaturalidad de sus acciones y objetivos. Existe entre ellos un compromisso que no incluye solamente a ellos dos, un amor impersonal que guia su comportamiento mútuo y con los demás, un bien querer, una humildad y respeto que casi nunca son enseñados o cultivados en la sociedade en que vivimos, en las relaciones familiares, profesionales o sentimentales. Ya maestro y discípulo, mientras más se donan a los otros -en vez de el uno para el otro- más unidos están y más fuertes son.
   Fuera de la carne y la banalidad -mas sin perder sus características de humanidad plena- de las vidas comunes que llevan, de las batallas prosáicas y de las decepciones, las pérdidas, caídas, mortes y resurrecciones de cada día, la ligación entre el maestro y su discípulo navega en el mar del espíritu, que es hecho de silencio aceptación, paciencia y compasión

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