sábado, 17 de abril de 2010

La cajita

Bueno, hoy día hasta que no voy a tener mucho trabajo porque voy a postear la crónica que salió publicada -finalmente, después de un laaargo ayuno!- esta semana en el diario. Fuera eso, acabé de arrancarme la punta del dedo índice cuando cortaba la ensalada para hoy en la noche, entonces estoy medio estropeada para escribir... Menos mal que no tuve ninguna hemorragia -ustedes saben cómo sangran las puntas de los dedos- que tiñiera el lavaplatos, la cocina, el suelo o los otros muebles dramáticamente de rojo -una cosa curiosa es que todas las veces en que me hiero, no sangro casi nada, no sé si porque levando inmediatamete el miembro herido (consejo de mi madre) o si porque, sin saberlo, tengo algo de vampiro...- Pero que la porquería duele... ay, cómo duele!... Es medio raro digitar con el dedo del medio, pero qué le vamos a hacer, son los gajes del oficio porque, fuera ser escritora, también soy dueña de casa, entonces como todas ellas, estoy siempre expuesta a este tipo de accidente idiota como cortarse los dedos, rallarse los nudillos, agarrarse una bruta tortícolis haciendo las camas, pescarse una gripe lavando la terraza, recoger toda la basura que cayó cuando el saco se rasgó justo en el momento en que iba a ponerlo en el depósito, dejar caer los anteojos dentro del horno cuando le daba una miradita al pollo que estaba asando, quemarse con aceite hirviendo al freír nuggets, pisar en la caca del perro mientras riega las plantas, ser picada por un enjambre de insectos asesinos o acabar toda arañada por querer dar una de jardinera y salir podando los arbustos del jardín o casi morir electrocutada al poner el cable de la máquina de lavar en el enchufe con las manos mojadas... A final de cuentas, no hay de qué avergonzarse porque, quién ya no tuvo uno de estos pequeños accidentes domésticos en su vida? Entonces, no es que yo séa una retardada, son cosas del destino, simplemente...
Por otro lado -y esta puede ser la verdadera causa para que yo ande tan distraída y desastrada- las cosas de mi famoso musical están yendo de viento en popa. Ya grabamos todas las músicas y pusimos las voces -hasta yo me metí en el estudio y me puse los fonos para cantar! Imagínense, después de casi 30 años sin grabar!- y mañana es el primer ensayo con todo el mundo: bailarines, coro, actores y figurantes, entonces, imagínense mi expectativa! Parece que finalmente las cosas están empezando a tomar forma y estoy cada vez más convencida de que el rersultado vá a ser muy bueno y de que vamos a divertirnos un montón... Es así que me gusta trabajar y producir (a pesar del dedo sin punta). La semana que viene les cuento cómo fué el ensayo. Quiero decir: si tengo que suicidarme o puedo salir celebrando. Por el momento, aquí vá la de esta semana. Espero que les guste. Estaba pensando postear un cuento también, pero no sé si voy a tener tiempo...

Fué uno de esos cumpleaños que lo pescan a uno con la billetera completamente vacía, entonces no se espera mucha cosa fuera de los buenos deséos, besos y abrazos; pero como madre es madre y le saca leche a una piedra, la mía desenterró no sé de dónde esta cajita de bronce con una aplicación de porcelana coloreada en la tapa y vino a entregármela bien temprano, con la ceremonia que se hace para ponerle alguna ofrenda a los dioses. Parecía que aquella cajita contenía todos los secretos del universo!... Ella me la dió, diciendo: "Guarde en ella solamente las cosas más importantes", y sonrió, enigmática, dandome un beso y un abrazo especialmente caluroso y largo. Después, volvió a su desayuno, llamó el taxi y salió atrasada para el trabajo, como casi todos los días... Yo me quedé con la tal cajita en las manos, intrigada por las palabras de mi madre, observandola de todos los ángulos y preguntandome qué cosas tan importantes debería guardar allí.
El tiempo fué pasando y yo, tal vez inconcientemente, fuí realmente colocando dentro de ella algunos objetos que adquirieron un significado todo especial por cada episodio que vivimos juntos. Y, quieren saber? Está realmente llena de pequeños tesoros que me recuerdan lo que es verdaderamente importante en esta vida... Y créo que llegó la hora de compartirlos con todos.
Dentro de esta cajita guardo una mariposa muerta para acordarme de la brevedad y de la belleza de la vida, una bolita plateada para recordar que nunca debemos dejar que el niño en nosotros séa arrancado de nuestro espíritu y olvidado en algún rincón inexpugnable de nuestro corazón, sepultado y callado por las obligaciones, conflictos y deberes de la edad adulta. Guardo también en esta cajita una alianza de plata, ya medio enverdecida, que me recuerda que todo es cíclico, que no tiene fin, que está siempre en movimiento, en transformación, y regresando a nosotros. Guardo un pedacito de una barra de incienso para no olvidarme del Paraíso y sus promesas, del perfume de mi alma que siempre quiere volar hacia el cielo, y de la misericordia infinita de Dios. Tengo alli una piedrecita brillante, pedazo de una montaña, que me recuerda la fuerza de mi espíritu y la inmutabilidad de las leyes divinas. Y por último, hay también dentro de esta cajita, algunas hojitas ya secas, que con la filigrana de su nervura me traen a la mente los medios sorprendentes y creativos que nuestro Padre usa para comunicarse con nosotros y hacernos escuchar Su voz... Ayer, agregué un pedacito de cordel con tres nudos, para nunca olvidarme de que todos estamos entreligados, que nuestras acciones tienen consecuencias y que por eso tenemos que actuar en conjunto, comunicarnos, intercambiar experiencias, crecer y aprender juntos, luchar por un mundo mejor haciendo nuestra parte alegremente, con fé y perseverancia.
Estos son mis tesoros, todos cosas simples, banales, que están a nuestro alrededor y que a primera vista no valen nada... De vez en cuando abro mi cajita y me quedo mirándolos, recordando una vez más quién soy y lo que vine a hacer aquí. A veces los saco cuidadosamente, poniéndolos en la palma de mi mano, los palpo, juego un poco con ellos y los pongo contra mi pecho para sentir todo su significado y para que éste pase a mi corazón y lo renueve, dandome nuevas fuerzas, más esperanza, claridad y determinación... Y recordando hoy la expresión en el rostro de mi madre y sus misteriosas palabras, entiendo el por qué de ese gesto tan solemne al colocarla en mis manos. Creo que ella estaría contenta si la abriese y viese lo que guardé allí dentro.

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