sábado, 28 de fevereiro de 2009

Golondrinas

El otro día estaba caminando por la calle, sin nada especial que hacer, y pasé delante de nuestra hermosa iglesia matriz pensando, tal vez, en hacer una visita para disfrutar de su frescura y de las obras de arte que la convierten en una pequeña joya. Entonces, atravesé la calle y, al levantar los ojos, tuve una visión extraordinaria: una bandada de golondrinas revoloteando y soltando sus alegres trinos bajo el cielo cargado y opresivo. El clima estaba abochornado, muy caluroso, todo el mundo sudando y moviendose con una extraña prisa, delatando su malestar y las ganas de estar en algún lugar a salvo de aquel bochorno. Yo estaba cansada, deseando airear la cabeza después de un largo y nada animador dia de trabajo. Sentia en el aire el olor de la lluvia y el viento tibio ya traía los ecos de los truenos entre las nubes encima de mí. El mundo se movía velozmente a mi alrededor, corriendo atrás de sus objetivos, tratando de acompañar a la evolución y de dominar el tiempo, luchando por un espacio digno, esforzandose para ser eficiente, para vivir mejor materialmente, para garantizar su seguridad. La humanidad parecía debatirse por los más diversos motivos donde quiera que yo mirase: ricos y pobres, jóvenes y viejos consumidos por el acto elemental de existir, de sobrevivir, de no ser aplastados, atropellados, eliminados. Olvidados... Fué al ver este cuadro que levanté la cabeza (tal vez para poder respirar, ya que me sentí súbitamente triturada por aquella energía ávida y descontrolada) y me encontré con las golondrinas. Solamente ellas en el cielo vacío y amenazante. Revoloteaban alegremente y parecían decirme: "Despierta, toda tu preocupación no va a agregarle ni un solo minuto a tu vida!"... Me acordé entonces de san Francisco, cuando fué a pedirle al Papa la aprobación para su sencilla regla de vida, que, arrodillado delante de su majestad y poder, le habló de las aves en el cielo y de los lirios del campo. "Véa estos pajaritos", le dijo, "se conforman solamente con algunas migajas y unos tragos de água, no siembran ni cosechan, sin embargo, el Padre Celestial nunca deja que les falte alimento. Y los lirios del campo, santo Padre, no tejen ni hilan y ni Salomon en el auge de su gloria se vistió con tanta magnificiencia!"... Y al recordar esta escena extraordinaria del mendigo predicandole al soberano de la iglesia, sentí nostalgia de mi hogar, aquel del cual vino mi espírtu, donde las riquezas se guardan en el corazón y no en un cofre. Aquellas golondrinas me parecieron el resumen de la verdadera existencia, el mejor ejemplo de despojamiento y fé perfectos... El cielo gris y parado escondia el sol, el calor se arrastraba sobre el paisaje como un abrazo quieto y doloroso, y las golondrinas continuaban volando, alegres y seguras, sus trinos haciendo eco encima de nuestras cabezas preocupadas, de nuestro estúpido e inútil afán... Las miré largamente y llegué a la conclusión de que, cuando subimos y nos alejamos de las cosas fútiles y temporales, ni que séa por algunos instantes, nuestra visión se vuelve clara y empieza a comprender las verdaderas dinámicas de la vida, aquellas que son realmente importantes porque pueden volvernos sábios, compasivos y pacíficos.
Quería ser yo una de esas golondrinas y contemplar las falsedades de mi propia existencia con los ojos de la verdad!

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