sexta-feira, 6 de agosto de 2021

 

   No piensen que me olvidé de escribir... No, es que mi pc estaba –de nuevo- en reparaciones, y ahora, -FINALMENTE- está totalmente actualizado, moderno, veloz y todo lo demás... Ahora soy yo quien tiene que actualizarse y aprender a escribir de nuevo!...

 

 

                                       “NADA EN LA MENTE”

                                         

“Nada en la mente”, le dice el muchacho al aprendiz de samurái, queriendo significar que tiene que concentrarse solamente en su espada de bambú, en los movimientos de su adversario y en los suyos propios y olvidar todo lo demás. El aprendiz obedece, cierra los ojos y todo su espíritu y su cuerpo se centran en la espada y en el adversario. La lucha recomienza y, en este estado de consciencia, el aprendiz consigue, por primera vez, derrotar al maestro.

Dos o tres días después de haber visto la película “El último samurái”, y en medio de una conversación con una alumna, vino a mi mente esta escena, y las palabras del muchacho. Y de repente entendí lo que es aquel movimiento interior voluntario, aquel piscar que hace toda la diferencia cuando se está observando algo o a alguien. “Nada en la mente”. Paramos de prestar atención en que nos rodea e pasamos a concentrarnos únicamente en una cosa, en una acción, en una persona. Y es en ese estado de consciencia que conseguimos ser el otro, vivir el otro, comprender al otro. Salimos de nosotros mismos y de nuestro propio universo con sus pequeños dramas y alegrías y entramos voluntariamente en el universo del otro para verlo claramente, para escucharlo, para percibirlo en su real dimensión: en su humanidad. Creo que es así que Dios nos ve: como el milagro que somos.

 

 

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