domingo, 18 de junho de 2017

"Cuando la lluvia pasa"

    Bueno, esta vez fui yo la que tuvo la "pequeña emergencia familiar"... ¡Cuatro días sentada en el sillón del dentista le quitan a cualquiera hasta la más leve sombra de inspiración!... Pero ya todo el tratamiento acabó -y fue un éxito, a pesar del dolor infernal y el antibiótico que me dejó el colon absolutamente en coma- y estoy entera de nuevo y lista para retomar mis crónicas... Este mes ha sido de médicos, exámenes y tratamientos-una lata absoluta, pero necesaria- pero creo que ha valido la pena. En realidad, no sacamos nada con hacernos los tontos cuando tenemos algún síntoma extraño porque nos da miedo o fastidio ir al médico, porque cuando la cosa se pone realmente fea y no podemos ignorarla más, con certeza el diagnóstico será peor y el tratamiento más difícil que si hubiéramos ido al comienzo. Todavía me quedan un par de exámenes -ese en ayunas que detesto- y unas visitas a médicos, pero me quedaré tranquila y libre de todo eso por algún tiempo, entonces... Ya saben, cosas de la edad que viene llegando.
   Pero como ya todo está casi normal y listo, ya puedo continuar con mis "obligaciones", entonces, aquí va la crónica de esta semana. No les prometo -de nuevo- un cuento para el próximo fin de semana porque no sé cómo voy a estar de ánimo, dependiendo del resultado de los exámenes del martes, pero crónica sí habrá, con certeza. Entonces, aquí va:



     Las nubes se van juntando, grises y densas, obscureciendo el paisaje. El aire se respira tibio, sofocante, un viento cálido y cargado sopla, rompiendo la pesada quietud. Uno mira por la ventana y se desanima. Todo parece del mismo color. Hasta los pájaros se han quedado en silencio... Y entonces caen las primeras gotas y el cielo se ilumina con los rayos. Los truenos resuenan sobre nuestras cabezas, haciendo temblar los ventanales. Las flores en los maceteros de la terraza se agachan, estremeciendo, como preparándose para el chaparrón que se anuncia... El agua aumenta y al estrellarse contra el suelo y los tejados levanta un rumor que crece y toma cuenta de todo... No podemos hacer nada a no ser buscar abrigo, abrir el paraguas o permanecer en casa.
    Y así, pueden pasar algunas horas o el día entero, tal vez hasta dos o tres, y nosotros parados e impotentes, sólo esperando... Hasta que, poco a poco -y para nuestro alivio y alegría- la lluvia empieza a menguar. Se va volviendo un murmullo, un susurro, y las pozas reflejan los primeros atisbos de azul. El paisaje clarea, el aire enfría, los pájaros alzan nuevamente sus voces, todavía tímidas. El sol va empujando lentamente a las nubes, las va disolviendo con su resplandor hasta hacerlas desaparecer por completo.
    Y entonces acontece una especie de milagro: el paisaje reaparece, transparente y diáfano, da para ver lejos con perfecta claridad. Todo parece más definido, con colores más vivos, el aire se llena de nuevos y poderosos perfumes. Todo brilla y nos anima a continuar viviendo y soñando, luchando, creyendo. Cuando la lluvia pasa es como un nuevo nacimiento, una renovación, una bocanada de fuerza y optimismo...
    Y así también sucede con nuestras tormentas personales, pues por más obscuro que se vea el horizonte en algunos momentos, debemos saber que ella pasará, que el sol volverá a brillar y que la esperanza, el coraje y la claridad renacerán dentro de nosotros. Habremos crecido, aprendido, nos habremos transformado en personas mejores, más solidarias y compasivas, más fuertes y equilibradas.
    Porque el paisaje siempre queda más claro cuando la lluvia pasa.

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