domingo, 12 de fevereiro de 2017

"Niños y adultos"

    Estoy pensando seriamente en cambiar el día en que publico estas crónicas, porque los fines de semana se me están poniendo medio complicados para hacerlo, y como, en realidad, tengo todo el tiempo del mundo disponible -a no ser por algunas pequeñas obligaciones- para hacer esto cuando mejor me convenga y esté más calmada e inspirada, creo que podré hacerlo sin problemas. Es verdad que el próximo fin de semana estaré más desocupada porque mi hija estará en Viña del Mar cubriendo el festival, pero después todo vuelve al normal y ya será medio complicado de nuevo. Entonces, ya les dejo avisado que la semana que viene publicaré la crónica no el domingo, sino el lunes, martes o miércoles de la siguiente... De todas maneras las pueden leer cuando quieran, pero es bueno avisar, ¿verdad? Así nadie se despista y piensa que renuncié... Vamos a hacer el experimento y ustedes me dicen qué les parece. Sé que el fin de semana es mejor para leer cualquier cosa, pero como son textos cortos, creo que pueden hacerlo en cualquier momento, entonces... Veremos. También es más fácil para publicar los cuentos, ya que así puedo hacerlo en dos días diferentes y mi espalda no sufre tanto por estar mucho tiempo sentada frente al computador... Ah, la edad llegando...
    Y aquí va la de esta semana, todavía en domingo.



    Realmente, hay cosas que no deberíamos abandonar ni dejar de lado al volvernos adultos. Porque a medida que crecemos no sé por qué nos vamos poniendo pretenciosos, exhibicionistas, poseros, demasiado ambiciosos y complicados... Por ejemplo: denle a un niño una manguera o una piscina de plástico, un paquete de galletas o un sandwich de jamón con queso y una botella de bebida en un día de calor y él te dirá que pasó las mejores vacaciones de su vida. Y no estará mintiendo. Ya un adulto lo encontraría peliento, denigrante, insignificante, pobre, patético... No, ahora este adulto necesita un hotel, una playa, restaurantes, auto, pasaje de avión, toda una infraestructura que le muestre al mundo lo bien que le está yendo, para poder jactarse de sus vacaciones... Puede ser agradable, pero si pensamos en el stress devastador que obtener todo esto puede significar, como que la cosa pierde bastante la gracia. Los niños no ven más allá. Se contentan con lo que el momento les ofrece y lo aprovechan al máximo... a no ser que ya le hayamos metido estas cosas de adulto en la cabeza.
    Esto es algo que no deberíamos perder (y lo hacemos a propósito, obligados por estándares que dejamos que los demás nos impongan) al volvernos adultos, porque nos roba toda la verdadera diversión y la sanidad, la percepción de los pequeños milagros que suceden cada día en nuestra existencia y la importancia que estos tienen en nuestra formación como seres humanos mejores.

Nenhum comentário:

Postar um comentário