domingo, 22 de março de 2015

"Ser bueno, sentirse bueno y actuar como tal"

    Definitivamente, este verano no está con ganas de marcharse y casi a finales de Marzo estamos cocinándonos todavía, cuando deberíamos estar usando chalecos y pantalones largos. Todo el mundo anda de camiseta, bermuda y sandalias, llenando las heladerías y tirándose piqueros en las piscinas... ¿Quién entiende el clima?... Pero hay que aprovecharlo mientras dure, porque más adelante vamos a penar con el frío y la lluvia... Después, cuando hay sol es más fácil salir a la calle para buscar inspiración para mi proyecto de los cuentos cortos... ¡Aguarden, en breve tendré más una serie para publicar!
    Y mientras esperan, aquí va la crónica de la semana. Ayer anduve medio ocupada y no tuve tiempo de postarla, entonces va hoy día. ¡Vale igual!


    El vídeo ya es de emocionar a cualquiera. Las palabras, entonces... "¿Qué gana este hombre por ayudar a los demás? Ciertamente no se hará famoso, no ganará dinero ni se volverá poderoso. ¿Por qué lo hace, entonces? ¿Qué es lo que recibe a cambio?... Recibe emociones, las expresiones del amor"... Y las imágenes de las personas sonriendo, abrazando al hombre, del perro siguiéndolo, de la planta seca floreciendo y, principalmente, la de la niñita con el uniforme escolar, nos dejan con la garganta apretada y una inmensa sensación de Dios. El protagonista de esta pequeña historia -propaganda fantástica de una compañía de seguros tailandesa, que aún tiene otros vídeos del mismo estilo- es un hombre común, de baja condición, que vive en una casa pequeña y obscura (pero con un minúsculo patio lleno de macetas floridas) hacinada, que no tiene lujos ni vida social, pero que escoge preocuparse y ayudar a los demás (inclusive a un perro que al fin se va a vivir con él) sin esperar nada, pues aquellos a quienes ayuda son igualmente o más necesitados que él, y termina siendo divinamente recompensado por emociones, por el cariño de éstos, a los cuales no sólo ayuda sino que también inspira con su ejemplo.
    Cuando terminé de ver el vídeo -que mi hija descubrió en Youtube- estaba con los ojos llenos de lágrimas y el corazón tan repleto de una indescriptible certeza, de una alegría y una total sensación de la presencia de Dios no sólo en mi propia vida sino en la de todo y todos, que mal conseguí pronunciar palabra... Porque es así que se debe actuar, es esa la verdadera recompensa, la real y duradera felicidad y paz. Eso es cumplir nuestra misión. Es de esta manera que el mundo realmente puede transformarse en algo mejor. Me vi fielmente reflejada en aquel hombre y me di cuenta de que no estoy sola en mi cruzada, que no estoy equivocada, que no es ingenuo ni inútil, que es lo correcto y, sobre todo, que funciona.
   Desde lo más profundo de mi corazón impactado le agradecí a Dios esta señal, este delicado mensaje que me confirmaba que lo que trato de vivir cada día está bien, que vale la pena y que da frutos, mismo que yo no los vea. Es vital ser bueno, sentirse bueno y actuar como tal, no importa lo que los demás piensen o hagan. Es saludable no sólo para aquellos a quienes ayudamos, sino para nosotros mismos, pues las expresiones de amor que recibimos de vuelta son mejores que cualquier premio, prestigio, fama o poder, porque ellas no se agotan, no se gastan y sólo aumentan nuestro bienestar físico, psicológico y espiritual.
    Si pudiera, enviaría una carta a esta empresa de seguros y a la agencia que hizo estas propagandas excepcionales para contarles cómo tocaron mi corazón, iluminaron mi vida con la certeza de la bondad desinteresada y agradecerles por promover todo esto y mostrar que en todas partes cualquier persona puede hacer el bien y empezar a cambiar el mundo.
    Ahora estoy más convencida todavía de que existe mucha gente idealista y con buenas intenciones en este mundo. Inclusive en las agencias de publicidad. ¿Me van a replicar que es sólo marketing?... No importa, lo que vale es el mensaje que están entregando, entonces, ¡Felicitaciones!

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