sábado, 14 de junho de 2014

"Cerezos"

    ¡Más animada imposible después del triunfo de Chile ayer en su primer partido en este mundial! Sin embargo, lo que más me conmovió y me llenó de orgullo no fueron sólo esos tres goles, sino el comportamiento maravilloso de los hinchas, que llenaron el estadio de Cuiabá con sus voces cantando nuestro himno nacional. Rostros  inspirados, ojos cerrados, expresiones de verdadera pasión y amor, lágrimas en las mejillas pintadas de rojo blanco y azul... Y a pesar de que la grabación terminó -antes del final, pues en estos eventos no tocan los himnos completos- los hinchas continuaron cantando a todo pulmón y todos tuvieron que esperar que acabaran de entonar el himno para empezar a tocar el de Australia... Se me cayeron las lágrimas de orgullo, de emoción, de amor por mi país y mis compatriotas enamorados y llenos de fervor, sin miedo de demostrarlo ante todo el mundo.
    Con certeza, algo para recordar para siempre de este mundial. Podremos perder, pero esa pasión que vi ayer nadie nos la quita. Es eso lo que nos hace grandes, vencedores, memorables.
    Y medio afónica y todavía emocionada, aquí va la crónica de la semana.


    Me acuerdo del año pasado, cuando la primavera ya estaba husmeando en cada esquina, reventando silenciosamente -por el momento- en cada rama pelada y seca. Estaba en los amaneceres más temprano, en las vitrinas y las banderas que anunciaban el aniversario de la patria. Todos andábamos por ahí con una cosquillita en el pecho y una sonrisa radiante por cualquier cosa. Los encuentros eran más efusivos, las conversaciones más animadas, el corazón parecía que desbordaba de empatía y caridad... Realmente esta estación posee algo mágico, transformador y refrescante que nos llena de esperanza, de nuevos sueños, y le da un empujón de vitalidad y optimismo a cualquier proyecto.
    Sin embargo, los primeros que dan el aviso de la llegada de la primavera son, definitivamente, los cerezos. Cuando todavía las temperaturas no se deciden a subir y nos hacen malas jugadas y las nubes se juntan para escondernos el sol con frecuencia a veces desalentadora, las ramas de los cerezos ya empiezan a llenarse de botones, sin aspavientos, quietecitos, y de repente, una mañana somos sorprendidos por sus copas cargadas de pequeñas y olorosas flores rosadas por doquier. Es como una bofetada en plena cara del agonizante invierno y una burla a nuestros gorros, abrigos y bufandas.
    Así disfrutaba yo de la vista de los cerezos florecidos en distintos rincones del parque por el que pasaba a camino del mercado. Era casi cinematográfico... Llegué a la esquina con mi carrito y me detuve a esperar la luz verde junto con un bullicioso grupo de estudiantes. Atravesamos y, al pasar por el costado del edificio de la universidad, donde hay un seudo-estacionamiento, ese día vacío, me deparé con otro cerezo. Sólo que éste se encontraba caído sobre la verja del patio. Se sostenía a la tierra solamente por un fino pedazo de tronco doblado. Disminuí el paso para contemplarlo. Ciertamente, algún conductor distraído le había dado una topada al estacionarse, casi arrancándolo de cuajo. En estas condiciones, el árbol podría haber muerto, habría sido lo más lógico. Sin embargo, este ejemplar había decidido no hacerlo y allí estaba, grande y fuerte, recostado esdrújulamente sobre la reja, agarrado al suelo por un pedazo ínfimo de tronco, rebosante de flores, celebrando la llegada de la primavera como todos los demás, lindo, entero, valiente, porfiado... Entonces pensé que nosotros deberíamos ser -y a veces lo somos- como ese cerezo que, mismo caído y en condiciones precarias, era capaz de florecer y brindarnos el espectáculo de su belleza y su perfume. Porque estar caído o en condiciones adversas no significa que estemos vencidos, que no tengamos los medios, la creatividad y la voluntad de levantarnos y seguir adelante, de realizar nuestro cometido. Todas las heridas se curan, con o sin ayuda, y lo poco que tenemos a veces puede ser mucho, puede ser todo. Si no paramos para lamentarnos y culpar al mundo por nuestras caídas, podremos en breve retomar el camino, continuar el proyecto y llegar a la meta. Nuestras flores pueden ser pequeñas, pero incontables, y pueden ofrecer un espectáculo que alegre, consuele y anime el corazón de los hombres.




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