domingo, 8 de setembro de 2013

"Dar vuelta la página"

    El mundo se mueve, los acontecimientos se suceden, personas nacen y mueren, edificios son construidos y destruidos, campos son sembrados y cosechados, las estaciones vienen y van, nada detiene el tiempo. Esta es una verdad inamovible... Por eso llego a la conclusión de que si nosotros tratamos de hacerlo, de parar el tiempo para conservar algo o a alguien que completó su ciclo y necesita ser liberado, nosotros mismos nos paralizamos. En general, el ser humano tiene poco desarrollado el sentido del desprendimiento, la firmeza de dar vuelta la página cuando lo que había para leer en ella se ha terminado. No, uno se aferra, insiste, porfía para que nada cambie, para no pasar por ninguna pérdida, para que lo muerto continúe vivo, sin darnos cuenta de que, si murió, es porque algo nuevo, vivo, tiene que tomar su lugar para que nuestra existencia continúe y sea útil. Todo lo  que acaba se detiene, se deteriora, se momifica, entonces tenemos que darnos cuenta cuando esto sucede para que no nos detengamos nosotros también y terminemos momificándonos en un tiempo y un espacio que no existen más.
    Dejarlo ir, desprenderse, no es sinónimo de desconsideración o falta de amor, sino de conciencia y supervivencia. Tenemos que saber y entender que por cada pérdida, por cada adiós, vendrá un gano, un encuentro; nuestra vida se irá renovando, avanzando, ganando experiencia y madurez. Dejemos ir, entonces, la casa, el padre, al amado, el hijo o el hermano cuando llegue el momento, el empleo, las ropas y objetos que nos enredan en sus telarañas de miedo o culpa. Guardemos tan sólo lo que cabe en nuestro corazón y así nuestro equipaje será liviano para el camino que todavía tenemos que recorrer. Porque cuando uno se desprende de las cosas es cuando realmente gana algo mejor.

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