domingo, 1 de setembro de 2013

"Caminos que se cruzan"

    Los buenos días se aproximan, no sólo porque la primavera empieza el día 21 de este mes, sino porque los nudos que parecían estar amarrando nuestra vida continúan desatándose uno a uno. Las energías negativas, ahora lejos, no nos acechan más y creo que esta libertad está permitiendo que consigamos mover la energía del universo a nuestro favor sin interferencia... ¡Y da para notarlo!.
    Esta conversa debe estar pareciendo algo de la onda Nueva Era, pero en realidad no tiene nada que ver. Es que en realidad yo creo en las energías que andan sueltas por ahí y en aquellas que se desprenden de las personas y los lugares. Es claro que depende de nosotros que éstas no interfieran en nuestras  vidas, pero a veces nos pillan volando bajo y somos sorprendidas por sus efectos desestructurantes. Lo bueno es que, cuando nos damos cuenta de esto, podemos ponerle atajo inmediatamente. Puede darnos un poco de trabajo, pero este tipo de situación siempre se puede revertir para que nuestra vida y nuestros planes regresen al camino cierto. Ni otros ni nosotros tenemos el derecho de interferir negativamente -conscientemente o no- en cualquier proyecto ajeno, sea que lo aprobemos o no, a no ser que él vaya a ser dañino para los demás. Y mismo así, la última palabra no será la nuestra, sino la del que pretende llevar sus ideas adelante.
    Y como hoy está un día nublado y lleno de esa energía perezosa, y mi hija está dormitando en el sofá, aprovecho para sentarme aquí y postear la crónica de la semana.
 
 
 
    Sentada en el centro de la plaza abarrotada me dedico a observar a una pareja joven que está frente a mí, acompañada de una señora más vieja, que debe ser la madre de uno de ellos. Están enfrascados en una animada conversación en cuanto disfrutan de un helado... Y poco a poco, como si se descorriera una cortina delante de mí, mis ojos empiezan a abarcar a todas las otras personas que están o pasan por la plaza -parejas, padres, madres e hijos  ancianos, solteros...- y empiezo a percibir cómo es que se forman las familias, cómo las personas se encuentran y se unen por gustos, profesiones, lugares, proyectos, empatías físicas o sicológicas... Es fantástico darse cuenta como sus caminos se cruzan en un cierto punto -afortunada o desafortunadamente, porque no se puede predecir el éxito o el fracaso de una relación- y esto los hace tomar la decisión, en un momento dado, de unirse para formar un clan, un conjunto único, con procesos y dinámicas totalmente propios originales  que los identifica, los une y los perpetúa. Miles de factores, externos e internos, nos aproximan y nos llevan a constituir una familia y, a partir de ese momento, todos juntos nos empeñamos en su sobrevivencia y crecimiento, cooperando y aportando en su edificación. Este es siempre un universo nuevo, lleno de posibilidades y descubrimientos, de experiencias nuevas e a veces desafiadoras que tendremos que encarar y resolver y, poco a poco -y tal vez por eso mismo- va incluyendo más personas, conocidos o extraños, e interactuando con ellos, hasta erigir este nuevo pequeño y sólido núcleo social dentro de la gran sociedad humana. Unos se transforman en padres, otros en tíos, padrinos, abuelos, cuñados, primos... Es como lanzar una piedra a un lago. su caída crea infinitos círculos, cada uno singular, pero todos parte del movimiento total.
    El ser humanos indudablemente necesita compañía, necesita descendencia, ideales comunes, trabajo en conjunto, historias e intereses para compartir, para pasar a las próximas generaciones. Necesita tradición, legado. Es un ser único e inimitable, insubstituible, pero no fue hecho para la soledad, a pesar del dicho que reza que "el hombre nace solo y muere solo". Entonces, su desafío más grande consiste en aprender a convivir con todas las diferencias y hacerlas funcionar en pro de su crecimiento en todos los campos. Indudablemente es una criatura que lleva dentro de sí la chispa divina, entonces todo lo que le hace florecer el corazón lo vuelve mejor, lo equilibra, le da esa sensación de eternidad, de legado que tanto necesita para saber que su vida vale la pena, que es útil y tiene algo que decir.
    La familia es una cadena sin fin, hecha de eslabones firmemente unidos al pasado y al futuro que nada debe destruir ni interrumpir. Sin embargo, si esto llega a suceder, tarde o temprano las personas que se alejaron vuelven a reencontrarse y a reatar estos lazos porque es solamente así que se sienten vivos, importantes, parte de una historia que les pertenece. La orfandad y la falta de raíces, son unos de los peores sentimientos que pueden atormentarnos.
    Sin embargo, no sé si podemos decir si nuestros hijos van a formar una nueva familia cuando se casen o si van a aumentar aquella a la cual ya pertenecen. Esto es semejante a una avalancha que sólo crece... Entonces me pregunto: ¿Será que algún día todos nosotros vamos a unirnos en una única y gran familia?.

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