sábado, 29 de junho de 2013

"Rutina"

    Ayer estaba dándole una mirada a esa parte del blog donde salen las estadísticas de visitas, países, crónicas más leídas y todo eso y me dí cuenta -en realidad lo confirmé- de que ustedes, mis lectores, nunca postean comentarios acerca de las crónicas y me quedé curiosa y un poco frustrada. Porque si no me dicen nada, ¿cómo voy a saber si les está gustando, si debería cambiar alguna cosa como los temas, la frecuencia de posteo o cualquier otro ítem que volvería los textos más interesantes para ustedes? Mi intención al escribir y publicar mis textos no es sólo pasarlo bien, decir lo que pienso o hacerme popular, sino también -y principalmente- llegar a ustedes, contribuir con mis palabras para que algo positivo suceda en sus vidas o para que reflexionen sobre algunas cosas, para que miren a su alrededor y se den cuenta de lo que sucede, para que vean a los demás y, si pueden, hagan algo por ellos. Me gustaría que percibieran todas las pequeñas cosas maravillosas y los personajes únicos que existen  en sus vidas y que esto los ayudara a ser más felices... Bueno, como ven tengo un montón de buenas intenciones al postear estas crónicas, pero hasta ahora no he tenido casi ningún feed back de parte de ustedes, entonces de repente me siento un poco perdida. Sé que ya tengo un cierto estilo y que prefiero unos temas a otros, pero a lo mejor se me está pasando alguna cosa sobre la cual a ustedes de gustaría leer o que tal vez me traería más seguidores, pues mi intención es alcanzar a la mayor cantidad de personas posible, dentro de mi modesto aporte, claro... Entonces, hoy día, en vez de hablar de cómo van las cosas en mi vida, preferí ocupar el espacio para pedirles que, por lo menos de vez en cuando, postéen algún comentario que me dé luces sobre mi desempeño... De repente uno piensa que lo está haciendo el descueve y la está puro cagando, ¿no es cierto?... Entonces, denme una ayudita a ese respecto, ¿ok?... ¡Se los voy a agradecer inmensamente!
    Y ahora sí, la crónica de la semana. ¡Vamos a ver si se animan y ponen algunos comentarios!...


    La pequeña y tradicional feria de libros de la plaza en la esquina de la inmensa iglesia tuvo que salir de allí porque, finalmente, van a remodelar todo el lugar y construir locales apropiados e iguales para los comerciantes, hacer jardines, baños y hasta poner una fuente. Entonces, por el momento, están acomodados en unos contenedores en otra plaza al frente de la suya. Deben ser unos diez o quince, con tres cubículos cada uno, donde ellos guardan sus libros y en cuya frente ponen sus mesas y estanterías bajo unas carpas para exponerlos cada día. Lo malo es que no pasa mucha gente por esa parte de la plaza -fuera que el suelo de arenilla está casi siempre mojado por el riego matutino del pasto- por lo que las ventas no deben estar muy buenas, pero todos se están aguantando porque saben que no será por mucho tiempo y así continúan trabajando con ánimo y firmeza, bien dispuestos  y parlanchines. Yo cruzo con ellos todos los días, cuando están acomodando su mercadería en las mesas y estanterías, armando sus tiendas, y no deja de admirarme cómo son capaces de repetir esto cada día de la semana, y la siguiente y la otra. Creo que, junto con algunos otros con quienes me cruzo a diario, son los reyes de la rutina...
    Ah, la rutina, esa cosa maligna a la que todos le tenemos tanto miedo y de la cual somos capaces de hacer cualquier tontería para escapar... Pero pensándolo bien, sin prejuicios, la rutina no es esa villana que pintan por ahí. Veo eso todos los días, cuando doy mi caminata por el parque: los barredores empiezan toda mañana en una punta y terminan la opuesta, para hacer todo de nuevo al día siguiente. Y cada mañana  empiezan con el mismo ánimo y hacen su servicio muy bien hecho. Y así también los jardineros, los empleados de los restaurantes que cada día ponen y retiran las mesitas y los guardasoles de la vereda, los que transportan sus carritos con naranjas para vender jugo, los que entregan pan, verduras, mercaderías a las tiendas y cafés... Algunos parecen aburridos, malhumorados y cansados, claro, sin embargo una buena parte de ellos se muestra animado y alegre porque con certeza perciben que esa rutina los llevará a algún lugar, les proporciona estabilidad, equilibrio, confianza. Pone orden en sus vidas y les revela pequeños milagros que los ayudan a seguir adelante, les enseña valiosas lecciones, les regala encuentros importantes, agradables... Si lo pensamos bien, un poco de rutina en nuestra existencia es imprescindible, pues es inmersos en ella que existimos: respirar es una rutina, dormir, despertar, comer, caminar, hablar, pensar; pero nos corresponde a nosotros transformarla en algo productivo, creativo, positivo para nosotros mismos y para los  demás. Lo que realizamos cada día puede ser sagrado, precioso, puede transformarse en una revelación sobre nosotros mismos y nuestra relación con los otros. Basta que no lo encaremos como una maldición sino como una oportunidad, única y peculiar a  cada día, de mejorar lo que ayer no conseguimos hacer tan bien, ya que hoy tenemos la chance de repetirlo.
    Existe en el Butoh (danza teatro japonesa) un ejercicio -el kata- que consiste en repetir una pequeña secuencia de movimientos exhaustivamente, con serenidad y precisión, con la máxima perfección, hasta que, en un determinado momento nuestro cuerpo, espontáneamente, crea un nuevo movimiento que se agrega al que iniciamos, y, siguiendo así, terminamos por crear y ejecutar una coreografía completa, mental y físicamente, nacida de la repetición de algunos movimientos simples.
    El otro día vi  en la televisión una propaganda que resume perfectamente el concepto: "Son esas cosas que hacemos todos los días las que hacen que lo extraordinario acontezca".

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