terça-feira, 29 de janeiro de 2013

"¿Y tú?"

    Bueno, ahora más o menos recuperada de una tremenda contractura en el cuello -que casi me dejó paralítica durante dos días- ocasionada por hablar en el celular sujetándolo entre la oreja y el hombro (¿han visto cosa más idiota? Me lo merezco) y mi histórico encuentro con el maestro de Butoh Ko Murobushi, aquí estoy, sentadita en la cama, con un enorme cojín en la espalda y otro en la falda haciendo las veces de mesa, lista para la crónica de esta semana... ¡Deberían escuchar cómo cruje toda mi espalda y mi columna cuando me estiro!... Anoche me tuve que tomar un relajante muscular, cosa que detesto porque amanezco totalmente podrida y me lo duermo todo, pero la cosa estaba tan fea que tuve que hacerlo... Esto, claro, no me impedirá postear mi crónica, ni pintar o desarrollar algunas inspiraciones, pero deberé ser cautelosa y tomarme unos descansos, salir para caminar, elongarme y todas esas cosas... Negocio de gente más vieja, ¿saben?... Pero hay que conformarse, adaptarse y seguir adelante con alegría y constancia. No podemos dejarnos abatir por estos pequeños inconvenientes, ¿no es verdad?.
    Entonces, aquí va la de esta semana, en el dia cierto, finalmente.


    Admiro profunda y reverentemente a esa gente que escoge servir, ayudar, facilitar la vida de los demás de cualquier forma. Y una cosa curiosa y común de estas personas es que buena parte de ellas no son ricas ni poderosas, no tienen contactos ni viven en lugares elegantes, sino que son humildes, con sus propias y a veces grandes necesidades, pero que consiguen postergarlas en pro de los que se encuentran en peor situación que ellas. Esto no es un capricho momentáneo, un arrebato religioso ni algún tipo de negociación con Dios, sino una verdadera vocación, de esas que a nada le temen, que en todo creen y esperan. Son éstas personas transparentes, siempre animadas y sonrientes, sin miedo al trabajo, al compromiso, a la entrega y al sacrificio que su tarea pueda imponerles. Normalmente hacen gala de una candidez y simpatía arrolladoras, de una rectitud y dedicación casi santas... Son éstas personas que, con sus anónimo esfuerzo y dedicación, hacen acontecer muchos milagros. Le dan de comer a los hambrientos, le enseñan a leer a los analfabetos, le dan dignidad a los viejos, consuelo a los enfermos, amparo a los olvidados, oportunidades a los marginalizados, luz a los descarriados. Les devuelven la esperanza a los fracasados, escuchan a las víctimas y les ofrecen soluciones, visten a los desnudos... Todo esto con la fuerza que anima su corazón, dejandose llamar e inspirar sin restricciones por esta vocación, por estas ganas de servir que son más fuertes que cualquier otra opción. Y lo mejor es que lo hacen todo con modestia y alegría, con verdadera pasión y misericordia. Cada día es como si fuera el primer día, cada persona como si fuera la única, cada gesto posee la misma emoción y calor del primero. Su fuerza nunca decae, su brillo no disminuye,  nada los desvia de su objetivo. Su propósito es servir, no promoverse, aparecer o recibir algo a cambio. No, estos ya tienen su recompensa asegurada.
    Y lo que más me conmueve es justamente ese anonimato, esa modestia y esa simplicidad con que actúan, porque no pretenden abrazar o convertir al mundo  entero. Les basta su cuadra, su barrio, la escuela, la parroquia, el lugar donde trabajan. ¿Y por qué esto es suficiente para ellos? ¿Por qué esta aparente falta de ambición? Pues porque saben que los buenos ejemplos se propagan y tienen  fé en que otros entrarán en su cruzada de servicio y que éste llegará a más y más personas. Prefieren hacer poco y bien hecho, para que la obra se multiplique a través de otros en muchos lugares, a tratar de alcanzar un mundo que es demasiado grande para sus fuerzas. Sí, son bondadosos, pero no tontos.
    Camino por la calle, cruzo con cientos de personas y siempre me pregunto, al verlas: "¿De dónde viene? ¿Quién es? ¿Cuál es su historia, su opcion de vida? ¿Será que estaría dispuesto a servir si alguien se lo pidiera, si viera el ejemplo?"... Entonces paso frente a una vitrina y veo mi propio reflejo en el vidrio. Me detengo durante algunos segundos y de repente me pregunto, mirandome a los ojos: "¿Y tú? ¿Estás dispuesta a servir?"...

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