terça-feira, 18 de dezembro de 2012

"Neblina"

    "Otro día en el paraíso", como se dice por ahí, y se continúa luchando, creyendo, apostando, caminando al encuentro de las aventuras y sus desafíos, que parecen no terminar nunca. Unos son más fáciles, otros más difíciles, pero todos hay que enfrentarlos y pasar por ellos de la mejor forma posible. Es verdad que ni siempre salimos victoriosos, pero es preferible esto a decir que ni siquiera lo intentamos... Últimamente he tenido que reunir coraje para abrir algunas puertas  y enfrentar nuevas situaciones mucho  antes de lo que esperaba, pero el esfuerzo está valiendo la pena porque me está re-enseñando la libertad, la independencia, la iniciativa y el placer de una nueva soledad, ésta entre mis compatriotas en vez de en un país extraño, lo que la vuelve una experiencia totalmente nueva y emocionante, porque a pesar de tener referencias nada agradables sobre cambios y ambientación en lugares nuevos, esta vez no está siendo un proceso que asusta, sino una experiencia sorprendente y reveladora, que cada día me confirma que hice lo correcto y que, finalmente, estoy en casa. Y esta vez es para siempre.
    Y con este ánimo lleno de optimismo y una valentía, que no sentía hace mucho tiempo, aquí va la crónica de esta semana, ¡antes de que se acabe el mundo!...

     Hay días que empiezan extraños, grises y fríos, en los cuales parece que no somos nosotros mismos y nos vemos repentina e insistentemente asaltados por todo tipo de pensamientos y presentimientos sombríos o inquietantes, desconcertantes, que nos desestabilizan y nos quitan las ganas de salir de la cama para enfrentar el mundo. Son días en que despertamos como moviéndonos en una especie de neblina que nos da la impresión de que, en realidad, continuamos durmiendo... Recuerdo que esto me sucedía en la adolescencia, en los días de invierno, cuando para llegar al Liceo 9 debía atravesar un enorme  campo vacío y éste se hallaba totalmente tomado por la neblina de la mañana. Me acuerdo de que iba adentrando en ella lentamente, mientras todo el paisaje a mi alrededor se desvanecía a cada paso, como tragado por aquella nube blanca y movediza. Yo también me veía desaparecer, perdía la noción de dirección, de tiempo, de realidad... Era algo realmente surreal... A veces divisaba a lo lejos algunas siluetas - las de otros alumnos que se dirigían al liceo también- que se me antojaban fantasmas flotando en medio de aquella niebla fría que se movía como algo vivo a mi paso. Cuando llegaba al medio del terreno baldío me detenía, respirando hondo, y giraba sobre mí misma, con los ojos desorbitados y pestañeando sin parar, pero no conseguía distinguir absolutamente nada. Estaba solamente yo en el centro de ese océano blanco... Y era exactamente en ese momento que empezaba a preguntarme si estaba realmente allí o si continuaba durmiendo en mi cama y esto no pasaba de un sueño desagradable... Tenía recelo de continuar avanzando, porque algo terrible e inesperado podía surgir de esa nada, pero también me daba miedo quedarme parada ahí, pues tenía la sensación de que iba a ser engullida y que desaparecería para siempre dentro de aquella panza gaseosa...
    Entonces, de repente, la campana del liceo empezaba a tocar: sonido vibrante, imperioso, casi celestial, que atravesaba como una lanza la neblina paralizante y me arrancaba de su hechizo. Era el sonido de la realidad llegando hasta mí, de la rutina, del orden y la lógica... Mis pies volvían a  sentir el suelo y, percibiéndolo firme, volvía a caminar, sabiendo ahora qué dirección seguir, en busca del contorno familiar de la reja y los pabellones del liceo, las voces de mis compañeros, el olor de la leche con chocolate de la merienda, el saludo de los profesores. La campana llamaba y poco a poco el mundo volvía a sus  ejes, el día retornaba  a la normalidad y todo transcurría como tenía que ser.
    Cuando finalmente alcanzaba los peldaños de la entrada, se me salía una sonrisa de alivio y agradecimiento, pues ahora sí estaba segura de que todo acabaría bien. La travesía había terminado.
    Hoy, cuando abro los ojos y me doy cuenta de que es uno de esos días extraños en los cuales el miedo, las dudas y la inseguridad empiezan a rodearme como aquella neblina  en el campo vacío, respiro hondo y me enderezo, buscando inmediatamente el sonido de la campana, el tañido firme y claro que me mantendrá con los pies en el suelo y la mente enfocada en la realidad, que me pondrá frente a los pabellones de la vida, a los que no hay por qué temer, pues como en mi época de estudiante, sé que es allí que están las lecciones, los descubrimientos, los maestros, los amigos y los enemigos, las alegrías y tristezas, los triunfos y fracasos que serán la base de nuestro futuro. La vida no tiene neblinas ni campos vacíos que nos hacen creer que soñamos. La vida tiene certezas que podemos escoger o no, historias que podemos vivir o no, encuentros que podemos tener o no. Los campos vacíos y la neblina los creamos nosotros mismos, pero si buscamos una campana que nos llame hacia los contornos de lo que es verdaderamente real e importante, con certeza no permaneceremos mucho tiempo allí.

Nenhum comentário:

Postar um comentário