sábado, 6 de agosto de 2011

"Viento"

Cómo empezar a describir lo que fué este viaje?... Todavía no acabé de asimilar los milagros,los paisajes, los sabores y sonidos con los que fuí regalada durante aquellos diez días en Santiago. Encuentros, novedades, recuerdos, reencuentros, rituales, renovación, raíces... Para que tengan una idéa, todavía ni empecé a desenvolver los pocos apuntes que conseguí escribir, porque son tantas las cosas que me vienen a la cabeza cuando me siento a digitar, que el trabajo de relatar esta verdadera jornada espiritual, sicológica e histórica me vá a llevar algún tiempo todavía, pero ciertamente ustedes van a saber todo, porque créo que algunas de las experiencias que pasé valen la pena ser compartidas, pues van más allá de visitar la tierra natal, reencontrar parientes o comer comida típica... Y como ahora no estoy más al frente del musical (otro de los pequeños milagros que recibí a la vuelta), voy a volver a tener mis tres días libres para reflexionar sobre todo lo que sucedió y poder escribirlo como es debido.
    No digamos que este hecho me pescó muy de sorpresa, porque después de todas las peloteras y desacuerdos con mi jefe, esperaba algo así de su parte. Sin embargo, al contrario de lo que podría esperar,  su decisión no me dejó triste o resentida, sino al contrario, extremadamente feliz y aliviada, porque ahora puedo dedicarme a otros proyectos, cosa que ya estaba dejándome angustiada porque no consigo quedarme presa a una sola actividad y este espectáculo ya había dado lo que tenía que dar, por lo menos para mí -y por lo que parece también para el primer elenco, ya que decidieron abandonarlo, dejando a todo el mundo con los pelos de punta- y yo siempre digo que cuando alguna actividad (A no ser que se trate de sobrevivencia) deja de ser placentera, divertida y desafiante, y empiezas a tener puros disgustos, a sufrir demasiada presion, a estresarte y a pelearte con todo el mundo, significa que llegó la hora de cambiar el rumbo de las cosas o, simplemente, partir para otra, como se dice acá. Y como m jefe no estaba  en absoluto dispuesto a cambiar el rumbo de nada, optó por sacarme de la dirección y poner a un alumno mío, cosa que encontré estupenda porque este es mi mejor alumno y merece totalmente este privilegio y así, mismo que continúe ayudándolo en lo que pueda, ahora estoy libre para dedicarme a otras cosas que me dejen realmente feliz y realizada. Para que véan cómo estaba la cosa de féa, lo único que me dejaba angustiada cuando estaba en Chile era pensar que, al regresar, tendría que encarar este musical, lo que significaba volver a las peléas, las humillaciones y a la presión absurda que venía sufriendo antes del viaje, pero cuando mi jefe me telefoneó el sábado para decirme que no precisaba comparecer al ensayo el domingo porque ya había colocado a otra persona en mi lugar, juro que fué lo mismo que sacarme un tanque de encima de los hombros. Me sentí leve, feliz, orgullosa de mi alumno que, con certeza vá a dar cuenta de la taréa, y lista para seguir adelante, lanzarme en nuevos desafíos y volver a crear y a producir como antes. Hay que seguir en frente, hay que moverse, hay que renovarse, reciclarse, porque quedarnos parados no nos llevará a ninguna parte y era esto lo que estaba sucediendo conmigo.
    Entonces, retomando viejos y deliciosos hábitos, libre, leve y suelta nuevamente, aquí vá la crónica de la semana:


    El viento, caprichoso y temperamental, juguetón o destructor, misterioso movimiento que no vemos pero que, mismo así, nos toca, nos habla, afecta el universo, dirige água y fuego, nubes, arenas, montañas y valles. No sabemos de dónde viene ni hacia dónde se dirige, pero esto, en verdad, o importa. Lo que importa es que él se manifiesta, interactúa con la creación, genera y destruye, se mueve incesantemente, como si buscase un puerto, un final, un descanso que no encuentra. Su danza es ancestral, viene del espacio, de las estrellas y constelaciones, del pesamiento de Dios, y no conoce el tiempo ni el espacio. Es una energía invisible mas real, como tanta cosa en nuestra vida y, mismo sin poder verla, creémos en ella más de lo que creémos en las manifestacioes divinas que acontecen a cada instante bien delante de nuestras narices. Nada es insensible al paso del viento... Podemos sostenerlo en la mano? Podemos guardarlo en una caja, en una bolsa, en una redoma? Podemos darle órdenes, direccionarlo, detenerlo?... Cómo, si no tiene cuerpo, a pesar de que su toque es tan sólido y absoluto? Al contrario de nosotros, el viento es realmente libre, no está contenido en forma alguna, no hay cómo describirlo; sólo podemos sentirlo. A veces hasta nos parece que es medio humano, que posée una personalidad, intenciones, inteligencia, voluntad, porque puede ser bondadoso y juguetón, ayudar en los días de calor, secar nuestra ropa y transportar semillas, puede amansar las olas y hacer danzar a los trigales.  Pero también puede ser cruel y vengativo, destructor, inmisericorde, derribar árboles y destejar casas, congelar el aire, huír de los pulmones, apagar el fuego que nos calienta... Todos nosotros, alguna vez, ya tratamos de comprenderlo, de volvernos sus amigos, sus cómplices, de clasificarlo, traducir su lenguaje, adivinar sus intenciones, que siempre vienen acompanadas de señales visibles. Creémos que conversa con nosotros porque eleva nuestros volantines al cielo, empuja a las nubes delante del sol abrasador, inventa coreografías con las sábanas en la cuerda, hace cantar a las campanas, juega con las hojas secas y las bolsas de plástico vacías,  desparrama los aromas de la vida y de las estaciones, aviva el fuego, esculpe las rocas, mueve desiertos, y en todas estas manifestaciones pensamos encontrar un intento de comunicación, de interacción, de complicidad de su parte que nos transforma em compañeros. Es poderoso, fuerte e invisible, pero mismo así, creémos en él y lo transformamos en parte de nuestra existencia, tal vez porque nos recuerda que algún día, por un milagro portentoso, nosotros también podemos ser libres como él.
    Y ahora me pregunto: cómo danzamos el viento? Tal vez aceptando su misterio y sus mil disfraces? Tal vez creando alas y siguiéndolo? Tal vez curvandonos a su voluntad?... Nada es él y él es todos. Así como nosotros, que no somos nada en nuestra brevedad y fragilidad y, al mismo tiempo, somos todo porque contenemos el milagro de la existencia dentro de nosotros. Aceptamos las peculiaridades porque somos nosotros mismos quienes las creamos y cultivamos, porque necesitamos ser diferentes unos de los otros, porque la diversidad es lo que enriquece la experiencia de vivir y nos lleva a crecer . Somos vanidosos  y demasiado densos, escépticos, ambiciosos, presuntuosos, mezquinos y egoístas, pero llevamos en nuestro interior la chispa divina que es capaz de apagar todo esto y transformarnos no en un huracán arrasador -eso ya somos de sobra, en realidad!- sino en una brisa benéfica y constante, que puede llevar armonía, sabiduría, paz y compasión a los cuatro cantos del mundo. Somos tremenda, absurdamente individualistas, pero pienso que, en el fondo, sabemos que no somos uno, éste, aquel, sino todos, en todo momento; partes de un cuerpo infinito, en constante expansión. Pasamos por las diferentes partes de este cuerpo ejerciendo diferentes funciones, vivenciando experiencias que nos conducirán hasta su centro. Nos movemos sin nunca salir de él, pero cada experiencia -o lugar de él- nos dá una nova visión, otro ángulo, una comprensión un poco mayor de cómo funciona este cuerpo. Vamos viéndolo en su totalidad hasta confundirnos, fundirnos con él. Entonces adquirimos la comprensión total. El centro, descubrimos, es el todo, no se encuentra en un solo lugar, lejano y aprisionado, sino en todo, siempre. Estando en él, estamos conectados a todo, entonces. No necesitamos más hablar, movernos, pensar. Simplemente somos.

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