sábado, 13 de agosto de 2011

"Extremos"

Bueno, si estaba pensando que tendría menos trabajo ahora que no estoy más dirigiendo el musical, tengo que admitir que estaba totalmente engañada, porque parece que, de repente, en vez de disminuir, las montajes e proyectos están multiplicándose! Esto incluyendo aquellas del tipo:"Necesito una interferencia para mañana!" (esto dicho a las 8 y media de la noche del día anterior!)... La lata es que siempre conseguimos dar cuenta de este tipo de locura de una manera satisfactoria, entonces la tendencia es estar siempre recibiendo estos pedidos lo que, tengo que confesar, es un desafío delicioso, sobre todo cuando resultan un éxito y somos elogiados, haciendo que toda la correría y la creatividad  valgan la pena; pero también debo decir que significan mucho stress y horas extras inesperadas. Por ejemplo, ayer en la noche fué la abertura de la exposición sobre el Taró de Henrique Aragão, para la cual tuvimos que montar una interferencia de última hora -que por suerte salió linda  y enriqueció el evento- y yo, que ya estaba creyendo que finalmente volvería a disfrutar de mis tres días libres, acabé teniendo que quedarme y llegué a mi casa a las 11 y media de la noche, sin haber podido tomarme mis remedios, con un tremendo dolor de piés y una seria amenaza de indigestión por cuenta de los comes y bebes que sirvieron y tuve que comer porque, como no sabía que iba a tener que quedarme hasta tan tarde, no llevé nada civilizado para cenar... Entonces, imagínense cómo estoy hoy día! Totalmente podrida!... Créo que ya no tengo aliento para este tipo de correría, a final de cuentas, acabé de cumplir 55!... Lo que me consuela es que voy a poder dormir hasta que me dé puntada después de almuerzo y que en la reunión administrativa del lunes tal vez reciba un elogio de mi jefe.
    Sin embargo, como no existe casi nada que me impida cumplir con mis obligaciobes literarias, aquí vá la crónica de esta semana, mismo  en medio de bostezos e con los ojos medio empañados.

    A veces me espanto al comprobar cómo es mezquina nuestra visión de los acontecimientos y  de las personas!... A pesar de saber que todo sucede para un bien mayor, no importa lo malas que séan las apariencias, si no conseguimos ver o experimentar este bien en el momento de nuestra probación, inmediatamente nos abandonan la fé y el ánimo, la inspiración y el optimismo, y nos sentimos injusticiados, castigados por un capricho arbitrario de Dios, olvidados y despreciados por su amor. En vez de que las dificultades o derrotas sirvan para inyectarnos coraje y persistencia, para hacernos luchar y continuar creyendo en nuestros sueños y objetivos, en un segundo nos derrumbamos y nos quedamos tirados allí, lamentandonos y tratando de despertar la compasión del mundo para que ellos hagan lo que es nuestra parte para que las cosas funcionen... Bien que podríamos ser como los santos y usar los ojos de nuestra alma, que siempre ven la verdad!... Pero, en vez de eso, nos dejamos llevar por la ilusión de fracaso que nosotros mismos creamos, y le damos el poder de destruirnos, de desviarnos de nuestro destino, de hacernos desistir. No nos damos cuenta de que la dificultad no es un castigo, sino una lección, una forma de entrenamiento para que aprendamos a ser fieles, justos y compasivos, pacientes y persistentes, creativos, solidarios, para que nos unamos en las dificultades y en la superación... Porque la muerte no es realmente el fin, los acontecimientos negativos y las pérdidas no son castigos, sino oportunidades, desafíos, puertas hacia transformaciones, cambios y renovación. Créo que Dios permite la existencia de aquello que llamamos de "mal"-o de este mal dentro de nosotros- simplemente como un medio para que aprendamos y crezcamos. Sin embargo, tenemos que saber que no es solamente a través de estos capítulos obscuros y amargos que maduramos, sino también a través de la experiencia de la felicidad, del éxito, de los días de serenidad, de la belleza del amor y la unidad. La existencia necesita de los extremos, pues uno le dá valor y sentido al otro, poniendo a prueba y sosteniendo  nuestro equilibrio. Estos son indivisibles, necesarios, parte de la conciencia y la realidad de ser humanos...
    Dios es felicidad y amor, pero también puede ser dolor e ira cuando es necesario, en la forma de las consecuencias de nuestros actos.

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