segunda-feira, 12 de julho de 2010

Nada importa

Justo cuando estaba empezando a pensar que mi empleada habia sido abducida por algún ovni, secuestrada por traficantes, o entonces que había tenido una pelotera homérica con mi marido, de la cual yo no estaba enterada o, simplemente, había sido atropellada por un ómnibus cuando estaba yendo a la reunión de padres en el colegio de sus hijos, y ya empezaba aquella carrera insana atrás de una nueva diarista (que, gracias a Dios, conseguí para hoy) ella me aparece esta mañana, fresca y rozagante cual una lechuda americana en el cesto de la féria, para comunicarme que su desaparición se había debido a que había recibido una propuesta de trabajo de una escuela, lo que incluía algunas pruebas, que le fueron dadas justo en aquellos días en que yo trataba enloquecidamente de comunicarme con ella a través del celular que, claro, no pudo atender porque estaba respondiendo cuestionarios... Entonces, fuera haber pasado la semana entera tejiendo las teorías más absurdas respecto a su ausencia y corriendo atrás de toda mujer con cara de diarista que me aparecía, contemplando con horrorizada fascinación la montaña de ropa para planchar, que crecía sin parar encima de las dos sillas de la terraza, lavando kilos y más kilos de loza, barriendo y estornudando, y haciendo levantamiento de pesos con las bolsas de basura, no me sobró mucho tiempo para sentarme aquí, pescar la inspiración y digitar alguna cosa... Pero como hoy ya estoy con una nueva diarista -a quien voy a tener que explicarle toooooodo de nuevo! Esa es la parte que detesto de cambiar de empleada- ya tengo más tiempo y sosiego para tratar de escribir la crónica de la semana (de la anterior, mejor dicho) y con certeza trabajar en la traducción de ese cuento que les prometí... Ufff! Menos mal que las cosas están volviendo al normal. Detesto cuando todo se desestructura y uno no consigue mantener una rutina saludable y productiva. Porque lavar ollas y hacer camas no es precisamente una rutina muy creativa, no es verdad?...
Entonces, vamos a lo que interesa, finalmente!... Tengo la obscura sensación de que ya publiqué esto en alguna parte, pero... Es que eso de enviar las crónicas para el diario también a veces me confunde, y como empecé con los trabajos primero en el diario, cuando se podían mandar textos mucho más largos, de repente no tengo certeza de dónde publiqué algunas crónicas... Pero, en fin, disfrútenla!


La pregunta ahora es: con qué debo preocuparme? Cuáles cosas son importantes en esta vida a punto de transformarme en su esclava? Qué es lo que tengo que sacrificar para, por lo menos, vislumbrar a la felicidad?... Y la respuesta es, invariablemente: nada. Nada es importante porque todo es pasajero, porque la vida solamente acontece aquí, ahora, porque lo que verdaderamente importa ya está conmigo. Nada debe preocuparme, sino ocuparme, volverme productiva y realizada, participante de la vida de los hombres y de su evolución, que es la mía propia. Nada es lo suficientemente poderoso como para que me haga su esclava, a nada debo fidelidad fuera a la verdad de lo que soy y lo que deséo. El actuar delante de cada acontecimiento tiene que ser consecuencia de un actuar constante a través del cual el acontecimiento transcurre. Quiero dicer, el acontecimiento es sólo un instante de encuentro entre mi comportamiento y la historia. Hay algo mayor que los momentos por los cuales pasamos, que son efímeros. Existe la vida que debe ser vivida, y estos momentos son las piezas que la forman, cada uno trayendo su enseñanza, su crecimiento, sus preguntas y respuestas, que dejan su marca, pero que no permanecen, pues tienen que cederle el lugar a los próximos que vendrán. Son importantes, pero no podemos quedarnos presos a ellos. Tenemos que guardar las conclusiones, eso sí, porque son ellas las que construirán nuestro camino. También existe la vida que transcurre más allá de las ocupaciones y aspiraciones "mundanas", la vida del espíritu, de la fé, de lo sobrenatural que nos rodéa y se comunica con nosotros todo el tiempo a través de la creación y que puede transformar completamente lo que somos. No es que debamos olvidarnos de que tenemos una existencia en este planeta, con todo lo que esto implica, pero no podemos atenernos solamente a ella en su banalidad aparente, pues es a través de ésta que tenemos nuestras experiencias de aprendizaje. En realidad, sin el vaivén a veces desacompasado de estas águas no podríamos experimentar la mansedumbre y el despojamiento de la entrega a la turbulenvcia con la certeza de que no nos hundiremos. Esto debe ser más que un acto de pura fé, debe ser una conciencia, una certeza. Tal vez el grande dogma de la vida séa aceptar y vivenciar esta certeza inexplicable (hasta ahora). La vida y el tiempo son el escenario donde las lecciones acontecen, donde aprendemos a creér, a perseguir, a luchar, a osar y desafiar, sin embargo, después de cada victoria o derrota, es necesario dar el próximo paso y no quedarse preso ni a la felicidad ni al dolor del resultado anterior... Decir "nada importa" en este contexto es, entonces, una verdad tan absoluta cuanto aterrorizante. Sin embargo, cada acontecimiento tiene su momento preciso, su emoción, sus consecuencias, lecciones y conclusiones, una cada vez. Después, se vá. Y también es así con las personas que cruzan nuestro camino, algunas sólo pasan por nuestro lado, otras permanecen durante algún tiempo, otras nos acompañan hasta el fin. Todos tenemos un papel en la vida de los otros, pues existe una ligación que se sobrepone a las relaciones sociales o sentimentales y que nos hace parte de una única manifestación: el amor universal. Somos de todos, no somos de nadie. Tenemos que tener con las personas el mismo desprendimiento que tenemos con los acontecimientos y los objetos, porque todos tienen que proseguir después de haber cumplido su misión con nosotros. Amamos y dejamos ir, viviendo intensa y honestamente los sentimientos, hasta que ellos completan su ciclo. Entonces termina, pero de esto restará algo mayor que el recuerdo: la fusión impersonal, un amor y una ligación libre que nada podrá destruir.
La frase "nada importa" es extremadamente compleja, tanto cuanto verdadera, porque implica una concepción osada y bien poco común de libertad, pero la conciencia de esto me trae una enorme tranquilidad para encarar y pasar por cualquier experiencia. No es que no me vaya a importar nada más, que no voy a sufrir o ser inmensamente feliz, no voy a tener dudas o no me voy a irritar ni decepcionar. Al contrario, créo que no seré salvaguardada de nada que esté en mi camino o haga parte de mi humana condición, pero, al menos, estaré siempre apoyada en los cimientos de la conciencia de este hecho, que es superior a todos los otros: "todo en la vida pasa".
Voy a vivir la vida humana con todos sus tropiezos y trampas, con sus injusticias, decepciones y derrotas, pero sin dejar que ellas me apabullen, porque sé que ella está dentro de esta otra vida, la sobrenatural, eterna y perfecta.

Nenhum comentário:

Postar um comentário