Bueno,
yo había dicho que el Sr. Invierno se
había cansado e estaba a fin de irse de uma vez, mas parece que todavía quiso dar
una última señal de vida este fin de semana e nos brindó una tempestad de lluvia
y viento –que aún continúa hoy y mañana por la mañana- pero no me intimida, no.
Continúo feliz de estar aquí y de vivir lo que estoy viviendo... Volver a ser quien
yo era y a tener lo que mi espíritu tenía de magia e inspiración, de percepción
y comunicación no tiene precio. ¡Entonces, Sr. Invierno, puede continuar con sus
alardes que no voy a entregarle mi felicidad ni que um rayo caiga en mi jardínl!...
Voy
temprano al centro. Sábado por la mañana. Cuentas para pagar. Hay uma frescura
más de primavera que de otoño. Brisa perfumada, cielo azul... Las mañanas
tienen um no sé qué de renovación, de promesa, de inocencia y vigor que siempre
me encanta, por eso me gusta levantarme temprano, para dejarme abrazar por esta
vibración generosa y vital que se extiende por las calles, por los jardines,
por las casas y almacenes donde los vecinos lavan las veredas, refregándolas
con el escobillón y detergente. El aire queda aún más perfumado, húmedo, limpio
como el suelo. El água se lleva el dia
anterior y su ajetréo, sacude los restos de la noche, alarga el milagro del amanecer
desconocido... Lavar la vereda cada mañana es como un ritual y todos parecen
tan animados y empeñados restregando y enjuagando! Se saludan, llenos de optimismo,
se deseam buenas cosas, se animan mutuamente para vivir este nuevo dia. Es
contagioso... Respiro profundo y sonrío, mirando mi reflejo em las pozas de
água de la vereda. Mi alma parece lavada tambiém, renovada, perfumada,
revigorada. Veo en la calle lo que tambiém podemos hacer en nuestro corazón:
limpiarlo, renovarlo, adornarlo cada dia, olvidando los resentimientos y dolores
del día anterior y la obscuridad de la noche. Hacerlo vivir em una eterna
mañana, lleno de fé e inocencia.
La
vereda lavada, todavía mojada, es el camino de cada momento.
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