domingo, 3 de abril de 2016

"Orden"

   Tengo pena de los maratonistas que salieron a correr hoy el maratón de Santiago a las 8 de la mañana, porque hace un frío de matar. ¡Yo estoy sentada aquí con un guatero en la falda!... Claro, los diabéticos somos más friolentos, pero hasta mi hija se puso la colcha para dormir esta noche, entonces quiere decir que realmente está frío... Un día ideal para leer, reflexionar, jugar solitario, escuchar música, tomarse una sopita o un tecito viendo un buen programa en la tele, conversar sobre la vida... Pero también se puede disfrutar una buena crónica, entonces, aquí va la de esta semana para ustedes.


    Y allí está, es imposible continuar escapando de él. Abrimos un cajón, el closet, el armario del baño, las alacenas... Está en  todas partes. Hay que enfrentarlo: tenemos que tomar una actitud en serio. Ahora. Y ahí se nos viene a la mente ese montón de cosas urgentes que tenemos que hacer justamente hoy: pagar la luz, hacerle la basta a esa falda, comprarle la ración al perro, agendar hora para el dentista, terminar de leer "cincuenta sombras de Grey"... Todas las disculpas del mundo se hacen presente para tratar de convencernos de que aplacemos otro poco ese deber casi vital. Todo nos llama a hacernos los lesos e ir a hacer algo más interesante...
    Felizmente, tenemos una conciencia y ella nos pesca de una oreja y nos mantiene allí con el letrero rojo encendido gritando: "¡Ahora! ¡Ahora!"... Sí, hay que hacerlo, por nuestro propio bien. Entonces, respiramos hondo, nos enderezamos y finalmente nos rendimos a los hechos: hay que ordenar.
    Es verdad que esto puede ser bien latoso y trabajoso, y dependiendo del grado de desorden, hasta desalentador. A veces no sabemos ni por dónde empezar o cómo organizar todo aquello de manera eficiente y estéticamente agradable, lo que puede acabar llevándonos a desistir o a dejar todo más o menos como estaba, haciéndonos sentir frustrados e incapaces.
    En realidad, lo correcto -y que nos evitaría tener que pasar por episodios semejantes- sería que no hiciéramos un tal desorden que acabe afectando nuestra calidad de vida y desempeño, la estética y eficiencia de nuestra casa o lugar de trabajo y la utilidad de los espacios donde guardamos nuestras cosas, pero ya que a veces no podemos evitarlo por las más  variadas razones, creo que terminé descubriendo un truco que puede ayudar a poner orden y a mantenerlo. Opino que la jugada es pensar con cariño al disponer los objetos en sus lugares: pensar que son para nosotros, para que los aprovechemos a nuestro favor, para facilitarnos o adornarnos la vida, para que sean parte de nuestra expresión. Eso facilitaría escoger dónde los vamos a poner -los de uso más frecuente bien a mano, los que utilizamos menos, más atrás, por ejemplo- y de qué forma los vamos a arreglar. ¡A final de cuentas, somos nosotros quienes vamos a usarlos! ¿Por qué no hacernos las cosas más fáciles y agradables entonces? ¿Por qué no hacer que sea un placer y un motivo de tranquilidad buscar y encontrar lo que necesitamos? ¿Por qué privarnos del agrado de abrir un cajón, un armario, la puerta de nuestro cuarto y encontrarnos con un escenario ordenado, limpio, sereno, donde cada cosa está en su lugar, lista para que la usemos?
    Sé que el orden -o el desorden- externo son el reflejo de nuestro estado interior y que la acción de limpiar, organizar y colocar cada cosa en su lugar tiene que acontecer primero dentro de nosotros, pero también estoy convencida de que, a veces, empezar por las cosas exteriores puede ir poniendo en orden las cosas dentro de nosotros, aclarando ideas, colocando las prioridades ciertas, descubriendo nuevas perspectivas, algunas respuestas, tal vez soluciones análogas a la distribución de cajones y estantes... Todo en nuestra vida e simbólico y nos refleja, entonces tal vez la disposición primera de ordenar nuestro cuarto sea también el reflejo de un deseo de hacer un orden interior.
    Entonces, no nos estresemos cuando veamos que ha llegado el momento de subirse las mangas y ponerse a ordenar los cajones porque, quién sabe, al fin no terminemos organizando nuestra propia existencia.

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