sábado, 20 de fevereiro de 2016

"Orejeras"

    Pescarse una virosis que te deja botada en la cama en pleno verano es el cúmulo de la mala suerte, y me tocó a mí la semana pasada, por eso los dejé sin crónica. Estaba para morirme, pero después de unos cuatro días de estornudos, pastillas, pañuelos desechables y muuuuucho reposo, aquí estoy de vuelta, lista para continuar y ya pensando en nuevos cuentos para la próxima semana. Entonces, ¡prepárense!...
    Y aprovechando que todavía no hace mucho calor, aquí va la de esta semana:



    Encuentro divertido cruzarme en la calle con tanta gente usando audífonos. Los hay de todo tipo: grandes, pequeños, coloridos, discretos, con cables o escondidos en el oído, con el sonido tan alto que se puede escuchar o silenciosos y llenos de misterios. Rostros absortos, serios o sonrientes, bocas tarareando o cantando en voz alta, conversando, silbando, cabezas gachas, pasos rápidos y algo torpes... La mayoría parece preferir escuchar música u otras voces a salir sin audífonos y mezclarse con el rugido del tránsito, los ladridos, las conversaciones, las campanas, pitos, bocinas, las voces de los vendedores, los trinos de los zorzales, chincoles y tordos, las risas de los niños... Me parece a mí que se encierran dentro de esas dos orejeras y pretenden olvidarse del mundo, escaparse del tiempo, del lugar, de la presencia de los otros y de las situaciones que puedan requerir su intervención. No quieren la responsabilidad de saber, de involucrarse, de tener que tomar alguna actitud o decisión. En vez de acercarse, de intercambiar experiencias, calor humano, hermandad, compasión y solidaridad, prefieren mantenerse aislados en su universo, pues si no escuchan y no ven, no tienen la culpa de nada.
    Ya lo que es a mí, me encantan los sonidos de la existencia, todos sus matices, pausas, murmullos y explosiones, porque son el complemento de lo que veo. Sonido e imagen forman el cuadro completo, mismo que a veces muestre algo que no nos gusta. La vida es un todo: ruido, olor, color, textura, temperatura, y si le quitamos uno de estos elementos, perderá el sabor, la cercanía, la realidad.
    Por eso, cuando salgo cada mañana a dar mi caminada, no llevo audífonos, porque quiero escucharlo todo, a todos, todo el tiempo, pues las voces del mundo son mi propia voz.

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