quarta-feira, 17 de abril de 2013

"Una oportunidad de triunfar"


Me encanta levantarme temprano y salir a la calle para respirar el aire frio de la mañana y encontrar a esa multitud apresurada que se dirige a sus trabajos… Expresiones de las más diversas, mil atuendos, diferentes velocidades y pensamientos pasando por sus cabezas. En todo lugar se respira esfuerzo, determinación, creatividad, persistencia. Todos se preparan para la batalla diaria, para cumplir sus metas y abonar otro día para el salario de fin de mes… Mientras camino con paso firme por el paseo Bulnes, esquivando ciclistas y trabajadores, estudiantes y turistas con sus cámaras y acentos divertidos, veo cómo la ciudad despierta, las personas van llegando a las tiendas, oficinas, restaurantes, a sus esquinas y bancos con sus bolsas, periódicos, teléfonos, maletines, carritos, mangueras y escobillones, y van tomando sus lugares, empezando a formar parte del inmenso rompecabezas que es la rutina en este pequeño pedazo de la ciudad. Y veo que en cada rincón existe ese impulso, esa fuerza, esa creatividad que busca la sobrevivencia, el servicio, la oportunidad de encontrar un lugar en el quehacer de la metrópolis. Pero para eso, hay que distinguirse, hay que ser ingenioso, tener una receta mejor, un local más atractivo, una sonrisa más brillante y acogedora, las palabras simpáticas, la atención más rápida y eficiente. Y lo que más me emociona de este desafío diario es que parece que todos tienen la sensación de que existe una oportunidad de triunfar, de construir un futuro, de crecer y ser felices, entonces trabajan sin descanso para conseguirlo, venciendo todas las adversidades y desafíos, con un optimismo y una perseverancia a toda prueba… Y esto acaba resultando tremendamente contagioso, se siente con perfecta claridad al pasar delante de cualquier diminuta cafetería llena de gente comprando su desayuno, de las mesitas del restaurante que son estratégicamente distribuidas debajo de los inmensos plátanos orientales, de las tiendas y quioscos, de los vendedores ambulantes que acomodan sus mesitas o manteles en el pasto o la vereda y arreglan cuidadosamente sus mercaderías para atraer a los clientes… Todo bulle, se mueve, respira ese anhelo de conquistar, de superarse. No encuentro personas soñolientas en mi caminata, sino gente animada, despierta, lista para enfrentar otro día, y no sé por qué esta energía me deja feliz, orgullosa y con ganas de participar, de contribuir… El clima me envuelve mientras recorro el paseo, llena mis pulmones de un aire vigoroso y optimista, me invita a observar, a reflexionar e integrarme, pues parece que a mí también me espera algo grandioso, una sorpresa positiva a la vuelta de la esquina, algún encuentro importante –si bien todos lo son, en realidad- algún detalle que va a contribuir para que mi vida sea mejor y más feliz.

    Este es el efecto que mis compatriotas me producen, es la fuerza que tiene este país.

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