sábado, 6 de abril de 2013

"Ejemplos"

    Definitivamente, este ha sido un día delicioso. El clima se está poniendo frío, pero los cielos continúan deslumbrantes y el perfume, el sonido y los colores de este país me abrazan a cada paso... Definitivamente, no hay cómo sentirse infeliz aquí. No digo que no se tengan problemas, pero hay algo indefinible y poderoso que mantiene el ánimo y la esperanza como rocas contra el viento y la marea. Pueden quedar cicatrices, pero ellas siguen allí... Fuera eso, la cosa de la entrevista para el diario de Brasil -via e-mail- para una materia sobre los escritores que han colaborado en la sección de crónicas me dejó más feliz, si cabe. ¡Imagínense, yo envío mis textos desde 2007 y tengo el record de crónicas publicadas! Me siento muy honrada de que todavía me consideren, a pesar de estar viviendo aquí ahora. Bueno, desde que empecé y tuve mi primera crónica publicada (que fue mismo la primera que envié) nunca más dejé de escribir. Convertí esto en una deliciosa y motivadora rutina semanal, y he sido ampliamente recompensada, gracias a Dios, porque me encanta llegar a la gente, tocarla, conmoverla, inspirarla, ayudarla de alguna forma a percibir la belleza de la vida, el milagro que se esconde en las aparentes banalidades de cada día. No pretendo ganar el Pulitzer. Me conformo con ayudar un poquito a la felicidad de los demás, porque yo me siento tan feliz que pienso que puedo compartirlo con todos los que quieran.


    Así como los malos ejemplos se evitan, se olvidan y se barren de nuestras vidas, los buenos, al contrario, perduran, se esparcen, se repiten, se transmiten y nos hacen crecer y mejorar como seres humanos. Buenos y malos ejemplos son legados y nos toca a nosotros el deber o la maldición de perpetuarlos.
    A mi padre le encantaba la música clásica. Mi madre siempre tenía un elogio sincero a flor de labios. A mi tío le encantaba una buena conversación. Mi abuelo adoraba la historia y se pasaba horas contándonos episodios emocionantes y describiendo a sus protagonistas. Mi madrina era fanática del teatro y vivía confeccionándonos mil disfraces, construía ciudades con cajitas de fósforo y nos dibujaba historietas en cuadernos viejos. Mi abuela materna amaba enseñar, amaba el campo. La tía Virginia era una estupenda anfitriona y decoradora, que hacía sus propios helados de café con leche, a la moda antigua, para ofrecerle a sus convidados y era capaz de colocar una única rosa en un jarrón de cristal e iluminar toda la habitación. Mi profesora de inglés de la secundaria estaba siempre impecablemente vestida, con elegancia y discreción. Mi profesor de castellano era un luchador, un idealista a quien realmente le importaban sus alumnos. Si no fuera él, yo no estaría escribiendo hoy... La empleada que trabajaba en nuestra casa que era el retrato de la buena voluntad, la disposición y la paciencia, del esfuerzo y la modestia. Mi colega, profesora de música, que me mostró que, a pesar de nuestros defectos y problemas, somos capaces de apoyar y ayudar a los demás... Y así, tantos que pasaron, pasan y, con certeza, continuarán pasando por nuestra vida, dejarán su marca en ella y siempre las recordaremos y pasaremos adelante sus ejemplos porque éstos no solamente nos hicieron bien a nosotros sino que son para el bien de todos y al final formarán parte de la historia no solamente de uno, sino de la humanidad
    Buenos ejemplos son semejantes a semillas sembradas en buena tierra: florecen y se esparcen, dando flores y  frutos eternamente. Vamos a tratar de repetir todo lo bueno que vimos o que nos sucedió y vamos a tratar de crear nuevos buenos ejemplos para dejar un legado concreto, positivo, para cumplir nuestro propósito en esta vida. ¿Y quién sabe si, después que nos hayamos ido alguien en algún lugar, en una rueda de conversación, no dice: "Y fué por causa de su ejemplo que decidí ser enfermera" O :"Ella me enseñó a ser siempre positiva, creativa, a seguir mi inspiración, porque era eso lo que ella hacía."
    Revisemos nuestra vida y con certeza descubriremos que poseemos ejemplos fantásticos en ellas. Sin embargo, tenemos que ser lo suficientemente humildes y gratos para reconocerlos y aceptarlos, para darles su crédito y repetirlos, para que así formen parte de nuestra historia y la de los otros a nuestro alrededor. Si no lo hacemos así, todos estos buenos ejemplos se perderán y le habremos robado una parte de su propósito a la herencia de aquel que nos lo dio.

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