terça-feira, 12 de outubro de 2010

Soledad

Bueno, con dos días enteritos de descanso es imposible que no consiga poner mis escritos al día!... Después de dos presentaciones del musical y varios ensayos y trabajos de montaje en una única semana, está explicado por qué los dejé sin crónicas, pero pretendo redimirme en estos dos días, créanme, entonces voy a postear no solamente la crónica que está faltando, sino también la de esta semana, porque de nuevo voy a tener una presentación del musical el sábado, ensayo general el viernes y ensayo de nuestra pieza de fin de año el domingo... Como pueden ver, no voy a estar con mucho coraje para sentarme aquí y escribir algo interesante, entonces, voy a aprovechar esta radiante mañana de sol para escribir. Ayer -otro día espectacular, con viento y sol, como me encanta- conseguí, finalmente, postear la tercera parte del cuento "Silvestre", entonces van a tener otra cosita para entretenerse en este feriado. Si me alcanza el tiempo -porque mi hija viene hoy en la tarde- postéo la parte IV, pero si no, queda para la semana que viene, en algún improbable momento de descanso...
Entonces, aquí vá la crónica de la semana pasada y, en seguida, la de ésta. Espero que las disfruten!


    Me pregunto cómo será viajar siempre solo, sentarse en la mesa de un restaurante sin compañía, acostarse en una cama vacía en un cuarto de hotel, ver televisión sin tener a alguien para hacer comentarios, andar por las calles, salir y entrar de estaciones, aeropuertos, estaciones de tren sin nadie para conversar o compartir las experiencias del viaje. Créo que yo hice esto un par de vecess en mi vida, y tengo que decir que no fué tan deprimente o asustador, tal vez porque tengo este espírito observador y contemplativo que hace que cualquier soledad no séa ningún drama, sino una oportunidad de aprender. Recuerdo que había una cierta e inesperada sensación de libertad, de independencia, de levedad y falta de compromisso (mismo que tuviera encuentros, ensayos o presentaciones agendados u horários de buses que no podía perder) que me dejaban bien relajada. Me sentía casi como un niño en un parque de diversiones; todo era novedad, lleno de sorpresas y  deslumbramiento... Había un qué de ansiedad, de recelo delante de lo desconocido, es verdad, pero nada que empañase aquel genuino contentamiento que llenaba mi pecho mientras me movía de aquí para allá por mi propia cuenta.
    Hubo un tiempo -cuando aún tenía la Gorrión Cia. de Butoh- en que viajaba siempre con la Solange, mi única (y mejor) alumna y performer del grupo, y créo que acabé acostumbrandome con esta sensación de seguridad y tranquilidad que la presencia de otra persona nos provoca, pero esto también podía deberse a las últimas secuelas de aquel período en que desarrollé el síndrome de pánico (mucho después de haber hecho viajes sola) lo que me dejó muy frági y ansiosa con respecto a ir a lugares distantes sin compañía. Sinceramente, no sé si ahora aceptaría hacer un work-shop o montar un espectáculo en otra ciudad o estado -como ya lo hice- si alguien no me acompañara para darme este "soporte" amigo. Recuerdo que la mitad de lo que recibía por las oficinas iba para la Solange -cosa que muchos encontraban absurdo, ya que era yo quien desenvolvía el trabajo- pero no sólo por su compañía o su ayuda en algunos de los ejercicios, mas porque era ella la que conversaba con los alumnos que, a veces, inexplicablemente intimidados por mi imagen de "maestra", tenían recelo de acercarse para contar sus experiencias o hacer preguntas, entonces, su contribución en este punto era extremadamente valiosa para mí... Pero también su presencia fuerte y meridiana me ofrecía un apoyo y una seguridad muy agradables, ya que ella poseía una extremada practicidad y claridad de pensamiento, fuera el extraordinario carisma con los alumnos, lo que parecía quitarme un peso de los hombros.
    No tengo miedo de la soledad en sí -hasta me gusta para meditar y escribir- sino del desamparo que ella podría traer en algún momento. La presencia de la Solange -o de cualquier otra persona en la cual yo confíe- me confortaba de una manera casi física, pues sabía que podía contar con ella en caso de que cualquier cosa sucediera. Créo que pasé por muchos apuros (inclusive imamginarios!) estando sola y no estoy más dispuesta a correr el riesgo de que esta situación se repita, mismo curada del síndrome de pánico y con personalidade bastante como para arreglármelas sola. Esto, ciertamente, no es más que uno de los tristes recuerdos que sobraron de mi época de pánico, porque ahora sé positivamente que poséo voz y poder de decisión, que el mundo a mi alrededor no conspira contra mí ni está lleno de trampas y amenazas de las cuales no conseguiré defenderme... Pero de cualquier forma, si puedo evitarlo... "Y si?", como dice la propaganda.
    Sin embargo, pensando más profundamente en esta cuestión, me doy cuenta de que existe una diferencia enorme entre la soledad espiritual, el desapego voluntario, aquella intimidad solamente nuestra, imprecindible para el crecimiento, la comprensión y la comunicación con Dios y la soledad física, la falta de amparo material y sicológico en momentos importantes. Es de esta soledad que tengo recelo, pues puede terminar resultando muy perjudicial y hasta traumática. A pesar de ello, estoy conciente de que todas las personas están interligadas de alguna forma y son  capaces de auxiliar unas a las otras en momentos de crisis, hasta por una cuestión instintiva; sé que sus acciones forman una red de eventos y consecuencias físicas e inmediatas y a largo plazo que interactúa todo el tiempo en cada acontecimiento. Por eso, en realidad, nunca estamos tan desamparados así. Médicos, choferes, profesores, mecánicos, carpinteros, empresarios, artistas, todos tenemos una función física en la vida de los otros, nuestra presencia material es fundamental en la dinámica de los procesos del funcionamiento de la existencia colectiva. Tal vez seamos un solo espíritu y tengamos el mismo origen, pero es nuestra presencia física lo que nos diferencia y nos dá el papel que iremos a representar en la historia.. Sin embargo, a despecho de esta peculiaridad de cada uno, todos dependemos de todos, en mayor o menor grado, no podemos olvidarnos de esta realidad. Es con esto que debemos contar en las épocas de probación, ya que si uno de nosotros sobrevive y escala otro peldaño, todos nosotros sobrevivemos y escalamos este peldaño junto con él.

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