sábado, 4 de janeiro de 2014

"Todos los días"

   La semana pasada todo era "el último". Último domingo, última compra, última película, último programa, último noticiero... Y esta es todo lo contrario: primer diario, primer sábado, primer espectáculo, primera crónica, y parece que todo es realmente nuevo y está cargado de fuerza y optimismo, de coraje, de ganas. Todo lo que era viejo y estaba desgastado el año pasado, agonizante el 31 de diciembre, hoy ha resucitado y se nos muestra lleno de promesas. Es como si tuviéramos otra oportunidad, esa que deberíamos darnos todos los días; como si todo estuviera perdonado y nuestro corazón se hubiera limpiado de todas las heridas, resentimientos y decepciones, de la carga que acumuló a lo largo de los 365 días que pasaron y ahora estuviera como un campo recién arado. Tenemos que sembrarlo con cosas nuevas, arrancar la cizaña que vaya apareciendo, tenemos que abonarlo, regarlo y tener paciencia para esperar los frutos. Y después  tenemos que repartir esos frutos, para que no se pudran en el árbol, porque así todo nuestro esfuerzo habrá sido inútil. Repartamos para que así tengamos espacio para las otras cosas buenas que vendrán.


   Todos los días, cada día. Horas, minutos, recorridos, entradas, salidas encuentros. Otro día en la vida. Instantes que corren uno después del otro, decisiones, palabras, acciones, miradas, percepciones... Paso por toda esa gente apresurada observando y analizando sus gestos y expresiones. La mayoría de ellos no se fija en mí, pero yo los conozco bien a fuerza de encontrármelos todos los días y de preguntarme para dónde van, cómo amanecieron, si tienen hijos, si les gusta su trabajo, si tienen colegas simpáticos, si ganan un buen sueldo. Su andar me dice mucho, así como la ropa que visten, lo que cargan (maletines, bolsas, carritos, chales, carteras, mochilas, sacos de papel) sus zapatos, a veces sus bicicletas o skates. Son empleados de oficinas, de restaurantes y cafeterías, de farmacias, militares, vendedores ambulantes, lustrabotas, ejecutivos, jubilados, enfermos, ciegos, atletas, mendigos con sus perros y su hediondez, todos viviendo su día de hoy, cumpliendo sus rutinas, encarando el tedio o la novedad, contentos o entristecidos por lo que el destino les depara. Miran los relojes, cuentan las horas que les faltan para regresar a casa mismo si acabaron de salir. ¿Quieren estar ahí, o necesitan estar ahí? ¿Saben lo que les espera o solamente lo suponen de acuerdo al humor con que despertaron? ¿Sueñan, planean, tienen ganas de seguir luchando? ¿Están luchando en este instante, cuando pasan a mi lado con el rostro endurecido por el frío?... ¿Este es otro día, un día cualquiera, o es un día especial?... Pero nada me lo revela, entonces parece otra hilera de horas que corren o se arrastran mientras el sol hace su recorrido, tan imperturbable cuanto el tiempo. Y todo día igual. Cada día, cada semana, cada mes. Todos tenemos nuestro día, nuestro trabajo, nuestras esperanzas y secretos que tejemos a lo largo de estos días, uno a uno, hasta verlos cumplirse o desvanecerse entre las horas que dejamos pasar vacías.
    Por eso cada día, todo día, depende de nosotros que éstos sean productivos, positivos, felices, que hayan valido la pena y que nos dejen con ganas de que llegue el siguiente.

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