domingo, 21 de julho de 2013

"Pasado"

    Día medio nublado, medio soleado, frío, muy frío, perezoso, bueno para quedarse dentro de casa y escribir, leer, escuchar música, ver un poco de tele. Estoy estrenando anteojos nuevos  y me está resultando medio difícil digitar, porque tienen una distribución de los campos visuales distinta de mis anteojos anteriores. Tengo que estar moviendo la cabeza para arriba y para abajo  para tratar de acertar el campo adecuado y ya me estoy mareando... También estos últimos días me he acostumbrado a escribir a mano, entonces perdí un poco la familiaridad del brillo de la pantalla en los ojos.... ¡No pensé que iba a desacostumbrarme tan rápido!... En todo caso, puedo decirles que hacía mucho, pero mucho tiempo que no escribía tanto, sobre cosas tan interesantes y personales (porque escribiendo a mano parece que me preocupo mucho menos de si los textos serían publicables o no por tratar de temas demasiado íntimos, no sé por qué) Me acuerdo de la época en que me sentaba en la hamaca, en el garage de nuestra casa en Brasil, y escribía páginas y más páginas, libre y espontáneamente, sin preocuparme de nada. Creo que a lo mejor era esto lo que me estaba haciendo falta para renovar mis textos, los temas, y hasta el estilo... Bueno, vamos a ver cómo continúa. Tal vez se encuentren con cosas un poco diferentes, pero igualmente interesantes, espero.
    Y aprovechando la pereza del día y entrenando con los nuevos lentes, aquí va la de la semana.



    Es curioso cómo, cuando después de muchos años volvemos a encontrarnos con lugares o personas de nuestro pasado, tenemos la real sensación de que regresamos a nuestra niñez o adolescencia, de que el tiempo no transcurrió y de que, de alguna forma vamos a retomar o revivir ahora todas las historias de las que nos acordamos, esas que ya contamos un millón de veces a nuestros hijos y amigos. Parece que rever personas y escenarios donde vivenciamos experiencias cuando éramos jóvenes nos da la certeza de que todo aquello realmente ocurrió, de que nuestro pasado existe tal como lo recordamos y de que tenemos nuestro lugar en la historia garantizado. Hay algo de herencia en recordar, en compartir las memorias que es vital para nosotros. Pueden ser cosas alegres o tristes, muy claras o algo nebulosas por el paso del tiempo, pero sin duda tienen el poder de llevarnos de vuelta a lo que fuimos, a lo que un día soñamos, a lo que fuimos aprendiendo, nos enfrenta a los éxitos y fracasos, a la nostalgia, a las pérdidas, despedidas y cambios inevitables del crecimiento y la maduración... Delante de la vieja casa familiar, ahora casi en ruinas, del portón de la escuela primaria, de la calle sombreada de tilos y de la panadería que hoy es una tienda de computadores, de la iglesia donde hicimos la primera comunión, de la plaza a la que llevábamos a jugar a nuestros hijos y en la que nosotros mismos jugábamos antes que ellos o del restaurante chino con sus pagodas rojas que todavía continúa de pie, pomposo  y decadente entre el tráfico enloquecido del progreso, retornamos a un pasado al mismo tiempo remoto y cercano, que nos entibia el corazón y cimienta nuestro presente de alguna forma porque vuelve a mostrarnos nuestro propio recorrido y las opciones que hicimos, que fueron las que edificaron las bases sobre las cuales nos apoyamos hoy. Imágenes y sentimientos de una claridad extraordinaria nos invaden delante de este pasado que trae a nuestro presente las experiencias, las sensaciones y sentimientos y nos devuelven la inocencia y la fuerza de aquella época, renovando nuestro coraje y nuestra esperanza.
    No debemos tener miedo de enfrentarnos al pasado, pues mirándolo a la cara podremos  entender lo que somos hoy, por qué tenemos los sueños que tenemos y por qué debemos luchar por ellos. Y será de ese pasado que sacaremos la fe, la creatividad y el valor  que necesitamos para lograrlo y recorrer el resto del camino sin desfallecer.

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